La libertad avanzó como armada Brancaleone, con altas dosis de negacionismo, misoginia, violencia ritual, favores y cargos por sexo y un candidato a presidente que ayudaron a crecer los medios. Los productores de sentido babeados por un punto más de audiencia televisiva, ¿no deberían hacerse cargo? Si gana el 22 de octubre, el monstruo también podría venir por ustedes desde la Casa Rosada. Porque si fuera coherente con su ideario de jibarizar el Estado, si lo que propala lo bancara con el cuerpo, tendría que terminar con sus pautas publicitarias oficiales. ¿Las dinamitará como pregonó hacerlo con el Banco Central?
Javier Milei seguro medía. Un punto más o medio punto menos, pero mucho antes de que apareciera en las encuestas electorales con un horizonte de expectativa que hoy apabulla. Medía en el rating por las bravuconadas que iba diciendo, por su estilo friki pero también alborotador, de economista ramplón y arquero de Chacarita con el pelo revuelto como sus ideas. El personaje ideal para aguijonear conciencias adormecidas y vomitar tanta bronca acumulada.
Un personaje audaz, con un discurso en apariencia rupturista pero ultraconservador en materia política, social y religiosa. Un enmascarado que abomina de la justicia social, un insensible gritón y descarado. Un personaje muy a tono con la época, de ultraderechas nostálgicas del medioevo, que exponen dialécticas confusas donde mezclan el arte pop con la libre portación de armas, las críticas a la ESI con la libertad de vender órganos, la reivindicación de Domingo Cavallo, Jair Bolsonaro y los españoles de Vox -nostálgicos del franquismo-, con un declamado “anarquismo de mercado”, que poco tiene de Bakunin y Kropotkin. Ese apotegma con el que se identifica el economista fascistoide, el huevo de la serpiente que nadie vio venir, ni siquiera los sesudos encuestadores.
Carlos Maslatón, alguien con el que Milei compartió espacio e ideas, dijo que “es lamentable, pero en las bases de los libertarios de la Argentina se ha concentrado la mayor cantidad de nazis y militantes antijudíos”. La candidata a vicepresidenta del espacio es Victoria Villarruel, hija de un represor de la última dictadura y la voz piadosa de los genocidas envejecidos o de lo que llama “memoria completa”.
La discusión política en manos de estos candidatos y a tono con aquella frase excrementicia de Mauricio Macri sobre “el curro de los Derechos Humanos”, retrocedió a la época de las catacumbas, a un pasado oscurantista que reverdece. Nos devuelve ahora a tiempos de la democracia en pañales cuando ya llevamos transitados cuarenta años ininterrumpidos que incluyeron rebeliones carapintadas, leyes de impunidad, aparatos represivos que siguieron intactos (¿dónde está Jorge Julio López?) y luchas de los organismos de Derechos Humanos que continúan para saber qué hicieron con nuestros desaparecidos.
Los medios que le dieron cámara, micrófono, audiencia y continuidad sistemática a ultraderechistas como Milei, remedo de Donald Trump y Jair Bolsonaro, deberían hacerse cargo de este producto que de tanta publicidad que recibió, se transformó en objeto de propaganda. No solo es cuestión de analizar o polemizar con el electorado que usó como herramienta de su enojo a este defensor de las peores causas para expresar su rechazo a políticas tibias y pusilánimes. A políticas que, en definitiva, no resolvieron hasta ahora problemas básicos de su existencia.