Es una chica joven que viaja en la línea de subte A, le da like a uno de los posteos de Javier Milei del día después de la votación. Escribe un comentario que no llego a leer, después lo borra y elige un emoticon de un fueguito para responder al posteo de Instagram: la tapa de Clarín del lunes que titula “Milei dio la sorpresa”.
Es jovencita y lo que mejor se ve de ella es la pantalla de su celular, el perfil lo tiene tapado por el pelo y el pulgar se mueve y pasa, como una película vertical y en cámara rápida, lo que para mi está más cerca de una distopía que de llegar a la estación de Once.
En la pandemia perder el olfato era un síntoma de que el peligro estaba en el cuerpo, era la certeza del contagio y el miedo encarnado. Todo lo contrario a cuando los perros, por ejemplo, huelen el peligro y despiden por la piel un olor ácido para alejarlo. Perder o tener -olfato- en los dos casos nos habla de cómo detectar el peligro. El perro se refugia y un nosotres en pandemia nos aislamos para no contagiar, para no poner en peligro a otres y para curarnos.
“Es una atrocidad eso de que donde hay una necesidad hay un derecho” fue una de las frases de Milei celebrando su victoria -¿inesperada?- para que no queden dudas a por lo que va. A por los cuerpos que no importan, a quienes intenta aturdir con rugidos y performances delirantes.
El cuerpo pobre, el lesbiano, el negro, el puto, el gordo, el arrugado, el deforme. Continúan levitando en esa promesa de ser los primeros. Por supuesto que siguen siendo los últimos pero eso no es una novedad. Lo novedoso en este contexto de desastre es que los votos vienen de una cantera imposible de agrupar de lo desconcertante: cuerpos precarizados, cuerpos de los barrios populares, cuerpos jóvenes, cuerpos que habitan trabajos en el Estado. Una doña evangélica, un chico de rappi, los pibes de los altos de San Lorenzo. Los de la escuela, los de la facultad, los hartos, los desarmados.
Si el riesgo como lo pensaba la filósofa Anne Dufourmantelle era agencia de vida y no de muerte, el peligro en estos días tambaleantes ¿qué es?. “Arriesgar la vida” es una de las expresiones más bellas de nuestro idioma", dice la filósofa. "¿Significará necesariamente enfrentar la muerte y sobrevivir? ¿O bien habrá, inserto en la vida misma, un dispositivo secreto, una música capaz por sí sola de desplazar la existencia hacia esa línea de batalla que llaman deseo?".
A pocas horas de conocerse los resultados electorales, Lali Espósito publicó un tuit: “Que peligroso. Que triste”. Mientras la chica sigue scroleando, voy a mi pantalla en donde también aparece Milei -porque es el día después- que dice que no conoce a Lali Espósito, tratando de hacerle el feo por la publicación que hacía referencia al peligro de que el candidato libertario haya sacado un 30% de votos.
Explicar el peligro es una tarea intrincada y tramposa, más aún cuando el hedor reafirma que no hay lugares seguros en donde estar. Es como el olor ácido de mi perro cuando estuvo a punto de que lo pisara un coche o como tener la certeza del contagio del virus de la Covid19-
¿Quién puede decir que no sabe nada sobre cómo se siente el peligro? Pero urge, sin embargo y en una enorme contradicción, tratar de hacer audible, visible y estruendoso el peligro que augura la ultraderecha al mando de este país en algunos meses. Se sale a querer gritar, patalear y convencer como reflejo de supervivencia “¡esto no! ¡es peligroso”. Se dice desde un lugar de enunciación que resiste, que sabe muy bien que esa promesa de “ser los primeros” fue un fiasco, se lo dice desde cuerpos rotos, en caos. Muy parecidos a los que eligieron ponerle el voto al liberalismo. Son cuerpos que se tambalean en horizontes confusos pero con la prepotencia de comprender que las alternativas contienen soluciones para pocos.
Me bajo en la estación de Once y ella sigue con esos anteojos enormes mirando el celular. Afuera, una señora que vende flores camina a la par, siento la frescura del aroma y me arrepiento de no haberle dicho algo importante a la chica sobre las razones que tengo para no votar a Milei. Pero no pude. Se necesitan acciones comunes y urgentes para explicar el peligro.