Escribimos este texto, por la necesidad de hacernos algunas preguntas para comprender y balbucear las razones de porque llegamos a tener una fuerza como La libertad avanza con más del 30 por ciento de los votos. ¿Cuáles son esas sensibilidades que despierta Milei? ¿Qué afectos logra interpelar?
No queremos hacer futurología con las gobernanzas por venir pero sí creemos necesario ir un poco más atrás en el tiempo para mirar en perspectiva. Durante los últimos años de gobiernos progresistas se implementaron políticas, discursos e imágenes que se proponían incluir a una gran porción de la población que a partir de la crisis del 2001 había quedado en los márgenes y la precariedad de la vida. Uno de los mantras más significativos – no el único -- de esos tiempos, fue la inclusión vía consumo, ósea, la felicidad se presentaba como un posible a través de la inclusión en la lógica de los mercados. La inyección que se aplicó para revitalizar la vida social, ahora vuelve como veneno, frente a un gobierno que no pudo sostener esa promesa de felicidad.
Incluir vía mercado, subestimando los deseos que el consumo moviliza, nos resulta al menos, un poco ingenuo. Su andamiaje individual anula lo colectivo. Los costos del capitalismo humanizado fueron los votos a Milei. Lo que el capitalismo humanizado no pudo, el capitalismo inhumanizado lo promete como tierra fértil, subvirtiendo conceptos como “justicia social” o frases como “donde hay una necesidad nace un derecho”, para darlos vuelta y trastocar sus sentidos, convirtiéndolos en las razones por las que una sociedad no progresa en su búsqueda por la libertad. Los motivos por los que “la libertad no avanza”. El resultado de la votación no es casual sino la cristalización de una materia que ya se venía macerando.
La felicidad es un afecto forjado por un régimen global de producción de sensibilidades, el método aplicado fue la hiperinflación de la economía afectiva, podés tenerlo todo, una familia, el sueño de una casa propia, un auto y demás. El crédito emocional que siempre nos dejará es deuda, si no accedemos a los bienes materiales y sensibles. Hipotecar los afectos para llegar a esa promesa de “felicidad”, que siempre se aleja cada vez que te acercás. El voto a Milei fue el batacazo de esa promesa vacía, de ese espejismo inalcanzable.
El anuncio constante de la crisis por venir ya no nos sirve como diagnóstico, porque la crisis toma cuerpo de modos heterogéneos, sin advertencias y con imágenes inesperadas, esa crisis ya está acá entre nosotres, hace tiempo. Más del 40 por ciento de personas por debajo de la línea de la pobreza, las cárceles estalladas, generaciones y generaciones a las que las “oportunidades” o los derechos nunca les llegaron, esas son algunas de las imágenes.
A la justicia hegemónica se la puso de campaña, haciendo bandera de las tragedias y los conflictos sociales más sensibles. ¿Cómo es que el 24 por ciento del conurbano votó a Carolina Píparo? ¿Será por el mismo motivo por el que votó a Macri en 2015? Luego de la sanción de la Ley del Aborto, ganada gracias a la militancia organizada y a una revuelta feminista que interpeló transversalmente movimientos sociales y subjetividades, pos pandemia, un ánimo punitivista empezó a imponerse. En las calles y en los medios se interpeló masivamente por Justicia para crímenes relacionados con cuestiones de género con la exigencia de condenas perpetuas como si fueran lo mismo. Autoconvocadxs, indignadxs y con dolor. A 20 años de la Ley Blumberg se reafirma el deseo punitivo de bajar la edad de imputabilidad como garantía contra la inseguridad sin ofrecer ninguna otra alternativa. El mercado de la justicia le pone un precio a nuestras cabezas y capitalizan los dolores de unos a costa del dolor de lxs otrxs.
La crisis para muchxs como nosotrxs, no se interrumpió durante estos años de democracia ¿Realmente nos asombramos de estos resultados? No nos cabe esa de acusar y señalar a otrxs de fascistas o de liberales. Que nada nos exima a nosotres mismxs de indagar cuánto fascismo tenemos en sangre, porque creemos que las responsabilidades de haber llegado hasta acá, son colectivas. La salsa donde se cuecen los modos de vida neoliberales y punitivos la cocinamos entre todes.
Estamos en alerta y creemos que es momento de hacer una autocrítica desde los transfeminismos para que, gobierne quien gobierne, Milei, Bullrich o Massa no permitamos ser gobernados a través del miedo paralizante, de la precarización afectiva, ni del castigo aleccionador. Es hora de multiplicar las conversaciones y recuperar nuevamente las calles, las escuelas y los barrios porque nos sentimos re zarpadxs.
Somos plaga.
*YoNoFui es un colectivo anticarcelario, transfeminista y popular.