Javier Milei prometió que de ser electo en octubre privatizaría el Conicet y eliminaría el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. En medio de su raid mediático post triunfo, el legislador libertario planteó sobre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas: “Que quede en manos del sector privado. Que (los investigadores) se ganen la plata sirviendo al prójimo, a una mejor calidad y un mejor precio, como hace la gente de bien”. Ante la repregunta del periodista, completó: “¿Qué productividad tienen? ¿Qué han generado? No se notan (los desarrollos)”. Los dichos tienen eco en la desafortunada frase de Domingo Cavallo, cuando en 1994, en calidad de ministro de Economía mandó a la investigadora Susana Torrado “a lavar los platos”. Nada nuevo bajo el sol: aunque se presenten como novedosas, las recetas neoliberales son viejas conocidas.
“Milei demuestra una doble ignorancia. En primer lugar, con respecto al papel que juega la ciencia y la tecnología en los países desarrollados. De hecho, los que él define como países ‘libres’ son los que más invierten en este sector. Corea, Israel, Estados Unidos, Austria, Alemania, Suiza, todos se basan en el conocimiento para generar desarrollo”, señala a Página/12 Daniel Filmus, titular de la cartera científica. Y luego continúa: “La segunda ignorancia es decir que en Argentina la ciencia y la tecnología no son productivas. Nuestros investigadores han generado una ventaja comparativa con otros países de la región, justamente por la competitividad que tiene su producción y por la capacidad de transferir al sector productivo”.
Ni el macrismo se animó a tanto. El propio Mauricio Macri, en el debate presidencial con Daniel Scioli, no solo aseguró que no degradaría la cartera de ciencia y tecnología, sino también adelantó que de ser presidente llevaría la inversión en el área al 1.5 por ciento del PBI. Claro que sus dichos no se confirmaron en la práctica: en el primer bienio desfinanció al sector y en el segundo completó su tarea al bajarle el rango a secretaría (igual que a Salud y Trabajo). “Pretende un país que sólo exporte productos primarios, sin agregar valor a partir de la calidad del trabajo de nuestros científicos. Una mirada colonial, que vuelve a plantear nuestra relación con el mundo en esos términos”, destaca Filmus.
La presidenta del Conicet, Ana Franchi, apunta: “No apoyar a la CyT es ridículo en pleno siglo 21. La continuidad del Conicet y del sistema científico y tecnológico es fundamental para que haya un desarrollo soberano e inclusivo en nuestro país. No existe país desarrollado sin inversión en este sector”, resalta la titular del Consejo, un organismo con una trayectoria de 65 años, que cuenta con el trabajo de 30 mil empleados y empleadas híper-calificados en las más diversas áreas de investigación.
Además del ataque al Estado en general y a la producción del conocimiento en particular, Milei propuso en su plataforma otro tipo de medidas como el arancelamiento de la educación pública. Desde la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA también expresaron su repudio a los dichos del candidato de La Libertad Avanza. En un comunicado firmado por el decano Guillermo Durán y la vicedecana Valeria Levi, la institución expresó: “Ayer el candidato presidencial más votado en las PASO manifestó públicamente su intención de cerrar el Conicet y eliminar el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Estas medidas, entre otras similares de reducción drástica de las funciones del Estado, significarían un golpe mortal al proyecto de desarrollo para Argentina y un ataque frontal a las universidades, ya que las y los investigadores somos un pilar clave para llevar el conocimiento a las aulas”.
Ninguna política, ningún Estado
El modelo de país que propone el candidato libertario no necesita de la producción de conocimiento autóctono. Desde su óptica, el mercado es mejor gestor que el Estado en todos los rubros. Así lo explica en detalle Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas del MinCyT: “Milei no entiende el rol de los Estados en la generación de conocimiento estratégico para un proyecto de país con una economía dinámica, que genere equidad y puestos de trabajo dignos y calificados”, observa. “Quiere poner en manos de mercado a la ciencia y la tecnología. Cristal líquido, microchips, telecomunicaciones, satélites, todo depende del apoyo estatal y esto no constituye ninguna novedad. Si comprás un satélite, estás comprando trabajo extranjero para beneficiar a la nación en donde se fabricó esa tecnología”.
En un informe de 1993, el Banco Mundial propuso privatizar el Conicet porque de esa manera se “abolirían” más de 5 mil puestos de trabajo y posiciones del presupuesto público. “Nunca se privatizó porque no tiene sentido, representa un modelo de institución que en el mundo es estatal. Semilleros de científicos y científicas, naves nodrizas que vuelven posible el desarrollo. Milei atrasa 100 años”, apunta Hurtado.
A diferencia de lo propuesto por Milei, el modelo que plantea el oficialismo busca promover que la ciencia y la tecnología sean una política de Estado. Ejemplos de ello lo constituyen la Ley de Financiamiento (que supone un incremento en la inversión plurianual para llegar al 1 por ciento del PBI en 2032) y las leyes de promoción de la Bio y Nanotecnología para potenciar el sector. Asimismo, debe considerarse un proyecto legislativo discutido ampliamente por los diferentes actores de la sociedad (CGT, CTA, UIA) orientados a convertir en norma al plan 2030, que promete una mirada prospectiva para la gestión de la CyT.
Un rol estratégico
Si a partir de 2016 los científicos y las científicas organizaron movilizaciones, sentadas, cabildos abiertos y muestras, con el objetivo de resistir frente al recorte presupuestario y los ingresos al Consejo (en aquel año solo ingresaron 385 nuevos investigadores al sistema); desde 2019 se sumaron más de 800 nuevos investigadores e investigadoras cada año. A la fecha, según el sitio oficial, más de 11 mil científicos y científicas forman parte de la CIC y constituye un récord.
Sus aportes son estratégicos en campos como la transición energética (con las baterías de litio a la cabeza, el hidrógeno y el plan nuclear), en el ámbito espacial (desarrollo de satélites como Saocom, Sabia-Mar y del Lanzador Tronador II), así como también aporta desarrollos cruciales a partir del Programa Pampa Azul y la revalorización del Mar Argentino. También las semillas resistentes a la sequía, el desarrollo de fármacos y terapias oncológicas, así como los abordajes en ciencias sociales con estrategias de política pública orientadas a revertir las desigualdades.
Aunque el Conicet sea de los más reconocidos, el sistema científico y tecnológico del país está compuesto por las 57 universidades nacionales y los 18 organismos, entre los que se destacan el INTI, INTA, la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Instituto Nacional del Agua y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Una mención especial para la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, responsable de articular con el sector privado. Desde 2019 invirtió 120 mil millones de pesos, 125 líneas de financiamiento, 9 mil proyectos financiados, mil apoyos a pymes y cooperativas, y 111 nuevos laboratorios y áreas de Investigación y Desarrollo en pymes.
Ciencia para no morir
“Hubo un momento en donde la CyT era muy apreciada, me refiero a la pandemia, cuando queríamos una vacuna para no morir. Hemos desarrollado desde barbijos, hasta kits diagnósticos, telas antivirales en el peor momento”, refiere Franchi. A la inversión de 1600 millones de pesos en proyectos científicos e insumos de confección nacional para luchar contra la covid, también vale mencionar el financiamiento de cuatro proyectos de vacunas de bandera. Una de ellas, la “Arvac Cecilia Grierson”, desarrollada por un equipo de la Universidad Nacional de San Martín, ya comenzó las pruebas en humanos y hacia fin de año podría estar disponible como refuerzo para la inoculación de toda la población.
En la misma línea, lo plantea Filmus: “La pandemia ha contribuido a incrementar la legitimidad de la ciencia; pienso que tenemos una sociedad convencida de que sin ciencia no se resuelven los problemas. Sin el conocimiento autóctono, son los países centrales los que deciden sobre la vida y la muerte de toda la humanidad; los desarrollos en CyT sirven para resolver los problemas vinculados a nuestras necesidades”.
Cabe la pregunta: ¿cómo sería una hipotética futura pandemia sin ministerio de Ciencia y sin el Conicet? La respuesta queda pendiente para quienes creen en la viabilidad de un país sin producción de conocimientos.