La derecha no sólo se quedó con la rebeldía y una palabra hermosa, libertad. En esto años supo ser paciente y soportar el ridículo para fortalecerse en áreas claves de la construcción política de cualquier proyecto de largo aliento: la batalla ideológica, la construcción de un programa y la formación de sus defensores. Insistieron hasta que la moneda en el aire que es la Historia les dio una oportunidad.
Milei agradeció “a quienes se sumaron en 2021 a este proyecto” y a quienes lo hicieron desde 2002. “Somos el único espacio que hizo una presentación concreta de un programa de gobierno”. Habló del rol de los afectos, de los amigos, de sus mascotas. A su alrededor se veía entusiasmo, gente que encontró eso: frenesí, nuevos amigos, nuevo lazo social. La militancia organiza la vida. Sería un error enorme quedarse en la discusión sobre si se trató de un voto bronca o un voto ideológico. Su discurso tiene un margen gigante para amplificarse. Llenó estadios y plazas en todo el país. Hay militantes libertarios en todas las escuelas secundarias y en todas las universidades. Unx militante es alguien con la capacidad de convencer a otrx de que su proyecto de transformación va a mejorarle la vida. Y aunque su proyecto no llegue a ejecutarse, y aunque fracasara en el temible caso de hacerse realidad, las huellas sobre quien agitaron sus banderas ahí estarán. Sus ideas no van a dejar de ser el faro, por mucho tiempo, de una generación formada con citas de Alberdi, Hayek y Von Mises.
Como el más convencido entre los suyos, Milei no perdió oportunidad en su momento de gloria para pregonar. El modelo de la casta tiene un sustento filosófico y económico: los derechos “alguien los paga” y la justicia social es injusta porque implica “un trato desigual ante la ley” pero además “está precedida por un robo”. Este edificio tan sencillo deriva en un mantra: el Estado inútil y el déficit fiscal.
El alto costo de enrollar las banderas
Con pocas palabras Milei explica las crisis (“22 crisis que tuvimos, 20 fueron de origen fiscal”), señala responsables (“la casta, los amigos del poder, los ladrones, los prebendarios”) y hasta ensaya una lectura global (“la desigualdad es un problema de “los países reprimidos”, del que están a salvo los “países libres”).
De este lado, en cambio, ¿seguiremos sin decir nada sobre la relación entre la riqueza de algunos y la pobreza de otros? En economía todas las tradiciones que discuten con la escuela austríaca lo han hecho ¿En qué momento los proyectos populares dejaron de hablar de centro y periferia? ¿De países ricos y países pobres como caras de una misma moneda? ¿De desarrollo y subdesarrollo? Patria sí, colonia no dice un cántico que bien habría venido que se cante en el alicaído bunker de Unión por la Patria.
En un país lleno de pobres, quizás no sea tan mala idea señalar a los que ganan con cada crisis. A los que evaden, a los que insultan, a los que desprecian a quienes trabajan para ellos, a los que humillan. Evita se hizo grande hablando de oligarcas y de imperialistas, sin ahorrar adjetivos cuando hicieron falta. Con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes, decía.
Libre mercado, mercado libre y el Congreso de la Nación
Ahora sabemos que el voto a Milei fue transversal, intergeneracional y policlasista. En un análisis de Betta Lab, se ve como el voto de UxP predomina entre los jóvenes y en sectores de ingresos más bajos, el de JxC entre los mayores y de ingresos altos. En cambio, el de Milei fue transversal en edad y proxy de ingresos. Pero no hacen falta encuestas ni análisis estadísticos para identificar que entre sus militantes se repiten dos características: varones jóvenes y un interés particular por el mundo de las finanzas.
“En qué invierto este mes mi sueldo de diputado”, explica Ramiro Marra, el candidato a jefe de gobierno porteño por La Libertad Avanza. “Mi sueldo se lo devuelvo al mercado, al sector privado, para que haya nuevos puestos de trabajo, para que se pueda desarrollar mejor la economía. Este mes, con el aguinaldo, hubo un recibo de sueldo de $1,4 millones de pesos”, cuenta Marra en un video del mes pasado.
Al mismo tiempo, la aplicación de MercadoPago, presente en la mayoría de los celulares, ofrece invertir en fondos de inversión con un solo click. “Ahora tenemo una solución, Mercado Pago es la aplicación. L-gante te explica. Andamo bien en las finanzas, andamo´ bien para el ahorro con un par de socios, tu platita trabajando mientras descansas. Mercado Pago pa, es rápido y fácil pa´ todo el mundo”. Mercado Pago y L-Gante, educación financiera en tu parlante se llama el video. Las publicidades aparecen en la voz de traperos pero también de influencers progres que hablan de derechos laborales en un video y de las bondades de MercadoPago en el siguiente.
Seré pobre pero estoy actualizado, tengo MercadoPago me dijo hace poco un pibe que vendía medias en un parque, dejándole el 8 por ciento a Galperín por el cobro de esa venta.
El deseo de pegarla, de vivir de las finanzas, de ser millonario, de que la “platita trabaje mientras vos descansás” se cuela en todos lados y pareciera llevarse puesto cualquier otro proyecto de vida. Es un deseo con una base material: anclado en la realidad, actual, digno de nuestros tiempos ¿Es posible en este contexto soñar con proyectos que se corran de ese imaginario?
Unx residente en un hospital público gana menos de $300.000. Unx economista con más de diez años de experiencia y estudios de posgrado gana en el Ministerio de Economía $500.000; unx docente, entre $120 y $200.000.
El fenómeno Milei es posible en un capitalismo dominado por las finanzas, posado sobre el trabajo precario y un estado de malestar generalizado. Por eso es similar a otros procesos y más allá de sus especificidades locales, no es posible pensarlo sin el panorama mundial, sin relacionar hasta qué punto su discurso encaja en la fantasía máxima del dueño de la empresa más grande del país, Marcos Galperín, y otros tantos súper millonarios como él.
Recuperar palabras prohibidas: reformas, bienes comunes y planificación
Si del otro lado quieren que todo, absolutamente todo, se venda y se compre (incluidos los órganos), ¿cómo explicamos que el techo, la comida, los cuidados, la salud, servicios como el agua, la energía, el acceso a internet no deberían ser un negocio y podrían ser derechos garantizados? Hoy no lo son, es cierto. Quizás sean ideas a las que les falte madurar, y su tiempo tarde algunos cuántos años más en llegar, pero para que sean una opción en el mediano plazo el momento para insistir es ahora.
Por supuesto que la prioridad es evitar que Milei gane en octubre, pero no hay más tiempo para oponer a la distopía del libre mercado otro proyecto económico y social. No alcanza con la defensa de los derechos conquistados ni con defender lo público existente ¿Qué experiencia del Estado tiene la mitad de la población que no teme por su destrucción? Tampoco la idea de Estado de Bienestar, modelo que asoció trabajo a protección social, puede ser la promesa ante un mercado de trabajo que muta a una velocidad a la que ninguna legislación puede adaptarse. La salud, la educación, el acceso a los servicios, el modo en que se accede a la vivienda son ámbitos que exigen reformas profundas no sólo para frenar el deterioro de años, sino para plantear horizontes nuevos, contra el desastre que hacen los mercados.
Hace dos años, en plena pandemia, CFK habló de la necesidad de reformar el sistema de salud. La idea se esfumó, como se esfumó la estatización de Vicentín y el ordenamiento que había propuesto en 2019 del conflicto con el FMI como un asunto de derechos humanos.
Hay banderas para recoger, y también, mucha necesidad de que aparezcan nuevas, de entender mejor los tiempos que corren para planificar el futuro.
Esas reformas exigen tiempo, formación, dedicación. Podrían ser el sueño de una generación por venir. En estos días se cita mucho una frase de Gramsci: el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos. Quizás hay otra que sea más adecuada para evitar la parálisis: Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza.