En los años '80, fue popular una película titulada The day after. En ella se describía una rápida secuencia de acontecimientos que desembocaban en una guerra nuclear que terminaba con la vida humana. Lo sucedido en las elecciones del domingo 13 de agosto son, sin duda, un cataclismo de proporciones similares para la política argentina, aunque, afortunadamente, a diferencia de aquel film, está en las manos del pueblo y de los dirigentes evitar la concreción de un desastre en octubre próximo.
La inesperada victoria de un delirante autoritario, partidario de la dictadura del mercado hasta sus últimas consecuencias, es una advertencia demoledora de la transformación que está sufriendo el país luego de ocho años de crecimiento sostenido de la desigualdad. Hay un cambio de la configuración social que, lógicamente, tiene consecuencias políticas. La sorpresa no debe obliterar el análisis realista de lo ocurrido en las PASO del domingo pasado.
Razones
Son muchas las variables que se conjugaron para que Javier Milei alcance una votación superior al 30 por ciento. Algunas de alcance estructural, como la constitución de grandes bolsones de pobreza que subsisten con la ayuda estatal y con trabajos informales, con poco acceso a la educación y al ascenso social.
Otro factor es el microeconómico y, particularmente, la fluctuación del dólar y traslado a precios que, amplificado por el coro sostenido de los medios de comunicación masiva, generó una situación de hartazgo en amplios sectores de la sociedad, más allá de que el Gobierno pueda mostrar éxito en otras variables macro, como la creación constante de empleo o el incremento de los salarios reales en varios sectores. Sin duda, el alto porcentaje de trabajo no registrado --aquel que menos se beneficia de la recuperación de la macro-- y la incapacidad mostrada por el gobierno para combatirlo, suma a esa sensación de desencanto.
Si la inflación y la desigualdad son en la actualidad los grandes ordenadores de la política argentina, el FMI es la trampa que impide su gestión, dada la multitud de condicionamientos que limitan la soberanía económica, presionando por devaluación y reducción del déficit fiscal; dos medidas que, aunadas, implican inflación y reducción de la intervención del Estado.
Así, la Argentina quedó atrapada en la trampa que puso Macri al entregar el país a los buitres del FMI. Estafa que Alberto Fernández tomó por buena, aceptando la constitución de una clase precaria, que carece de vivienda y hasta con dificultad de alquilar, con un empleo por debajo de la línea de pobreza y una clase media baja en caída libre y con miedo a desbarrancarse.
Esta precarización de la vida cotidiana afecta particularmente a los jóvenes que, crecidos durante la “década ganada”, sólo ven la decadencia del momento sin una perspectiva histórica que permita vincular lo que significó el retiro del Estado y la cuasi dolarización en el estallido de 2001.
Precariado
La derrota del oficialismo en las PASO del 2021 debería haber dado un aviso al Gobierno del descontento en un sector que recibió poco de la democracia y de la clase política: el precariado. Alberto no lo quiso escuchar.
Todo esto, aderezado sobre un marco de violencia social que, sin bien es exageradamente amplificado por los medios de comunicación masiva, no por eso es inexistente. Los días previos a las PASO, esta preocupación se multiplicó en una semana sangrienta donde fue asesinada una niñita para robarle una mochila, un médico, un docente jubilado y un militante popular que tomaba fotos en una manifestación en CABA.
La inseguridad es un problema que el gobierno no debe menospreciar ni abandonar a la derecha. Pero tampoco debe olvidar que en ese campo es donde se mueven con más soltura personajes como Milei y Patricia Bullrich que, con una crueldad asombrosa.
Ganadores y perdedores
Como había predicho la vicepresidenta CFK, las PASO constituyeron una elección de tres tercios. Pero cada uno de esos tercios no tiene el mismo peso. No hay duda de que el gran ganador es Javier Milei que, sin estructura política y en muchos distritos sin candidatos de peso, prometiendo medidas que van en contra de la tradición ya no política, sino cultural del país --como la privatización de la educación pública, terminar con la salud pública o la desaparición de casi todos los ministerios-- logró imponerse en la mayoría de las provincias argentinas.
Unión por la Patria (UxP) --no se puede hablar de oficialismo porque el Presidente ya está ausente de la política nacional-- fue derrotado. Su expectativa electoral era que, sumando ambas listas, se acercara al 33 por ciento de los votos. No se cumplió.
Sin embargo, no todo es derrota: mantuvo la primacía en la provincia de Buenos Aires y en la mayoría de los municipios “propios” del Conurbano bonaerense. Aparece así Axel Kicillof como el gran triunfador de la jornada en el espacio de la UxP y, si logra ratificar su resultado en octubre, será el eje de la renovación hacia el 2027.
A pesar del triunfo por un punto sobre UxP, JxC no tiene mucho para festejar. Si bien Patricia Bullrich le ganó cómodamente a Larreta, la sumatoria de sus votos sólo llega al 28 por ciento, cuando sus expectativas eran cercanas al 35 por ciento, para quedar como el partido más votado. En CABA, donde el triunfo de JxC fue abrumador como es usual, el PRO --con Jorge Macri-- sólo le ganó por un punto a su rival de la UCR. Una victoria que debe dejar algún gusto amargo.
Así las cosas, la victoria de Bullrich sobre Larreta les plantea una disyuntiva, pues tienen que pescar en la misma pecera que su rival/amigo Javier Milei. Una fuga de votos de Larreta hacia Massa, por más pequeña que sea, dejaría a JxC fuera de la segunda vuelta. Una hipótesis que, dado el tenor de la interna, no es despreciable.
El otro ganador de la interna de JxC fue Mauricio Macri, quien impuso su candidato a presidente, a gobernador de Buenos Aires y a Jefe de Gobierno de CABA. En todo caso, la masiva fuga de votos de JxC hacia Milei demuestra que el reciente --y nefasto-- gobierno de Macri no fue totalmente olvidado.
Como corolario, estas PASO dejan traslucir la consolidación de un fenómeno que ya viene ocurriendo desde hace varios años: la relativa pérdida de poder de las maquinarias políticas. Hay que ver ahora, después de que el voto protesta contra el gobierno ya fue emitido, si el pueblo argentino --incluyendo buena parte del poder económico-- continúa en su camino hacia el abismo.
Frente al abismo
Más allá de encontrar responsables, de mapear los errores de la campaña o de denunciar la monstruosidad que se avecina como escenario principal, es indispensable que UxP se plantee algún mecanismo para construir una épica que permita dar vuelta la elección.
La preocupación racional de Massa por la economía no alcanza para construir su imagen de estadista. La inexistencia de un techo para el precio del dólar y la falta de sanciones a los especuladores deja, una vez más, la sensación de un Estado impotente, favoreciendo a los discursos que castigan a la “clase política” y ocultan el papel desestabilizador del poder económico, construyendo un mundo ficcional en el que “lloverán nuevamente los dólares”.
La moderación discursiva de Massa --oportuna o no para la campaña-- debe ser acompañada de medidas que trasciendan el objetivo de ordenar la macro. En última instancia es necesaria la acción, la audacia del Ejecutivo, la militancia de la sociedad, políticas en favor de vivienda para los jóvenes y créditos baratos para comprar vivienda, constituyéndose en un salario complementario tantas veces prometido.
Massa debe encontrar alguna forma de salir del chantaje del FMI, que presiona para unificar el tipo de cambio. En esa lógica, sería positivo que amplíe su gabinete económico e involucre a Grabois en su campaña.
También es necesario salir a buscar ese 30 por ciento de las personas que por diversos motivos no fueron a votar. En ese esfuerzo de ampliar la base electoral, Massa tiene que hablarle, no a las cúpulas empresariales, al sector financiero y la dirigencia rural que ya emitieron su voto, sino a la gente para, de ese modo, movilizarla sobre un proyecto de futuro. Y finalmente, también están los votos obtenidos por el candidato presidencial Schiaretti, de los cuales una parte podrían inclinarse hacia Masa en la elección general.
Llevar a Massa al ballotage contra Milei implica priorizar el instinto de supervivencia como Nación contra el delirio autodestructivo de Milei. Es también privilegiar el sentido común contra la violencia, la injusticia y la impunidad. Una apuesta a una sociedad justa, pero en serio, en políticas públicas y no en retóricas. Está en juego el conocimiento, la racionalidad, la ciencia de las tecnologías aplicadas a la producción para generar recursos naturales e incorporar valor agregado, el empleo de calidad e industrialización gracias a políticas públicas de inserción en el mundo multipolar.
* Director del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina
** Profesor e investigador del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina