Se cumplen 30 años desde los primeros registros de las muertes violentas de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, crímenes que continúan impunes pese a los reclamos de justicia y garantías de no repetición que sostienen madres y defensoras. “El Estado mexicano sigue en deuda con las víctimas”, declaran familiares, organizaciones feministas y de derechos humanos, mientras denuncian que la impunidad persiste junto con prácticas institucionales que revictimizan a niñas y mujeres de la región.
Según el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, con sede en Chihuahua, de 2018 a 2022 hubo 37 homicidios dolosos por razones de género, pero solo se dictaron 10 sentencias. “Es decir, hay un 70% de impunidad en Chihuahua”, reveló la coordinadora de esa organización, Ruth Fierro Pineda, a la agencia Cimac, durante el Foro “Muertes Intolerables: 30 años de feminicidios en Ciudad Juárez y Chihuahua”.
Imelda Marrufo Nava, referenta de la Red Mesa de Mujeres, explicó que Ciudad Juárez enfrenta un panorama similar, con cifras que siguen ubicándolo como el municipio más violento para niñas, adolescentes y mujeres. Solo entre enero y junio de 2023, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) registró 124 casos de muertes violentas de mujeres, “de las cuales únicamente 24 se investigan como feminicidio, y de estos casos, 15 se perpetraron en Juárez”, detalla Cimac.
Los primeros feminicidios ocurridos en 1993 desnudaron una violencia mafiosa, patriarcal y machista sobre las mujeres, a la que hasta entonces nunca se la había nombrado. Karla Micheel Salas Ramírez, una de las abogadas que representó a las familias de las ocho jóvenes asesinadas en 2001 en Campo Algodonero, dijo que a las autoridades nacionales no les importa el drama que atraviesan las madres y hermanas de las mujeres asesinadas. “Seguimos teniendo una cultura que normaliza la violencia -advirtió la abogada-, no contamos con un marco normativo adecuado o las personas que deben llevarlo a cabo no lo hacen.” Fierro Pineda concluyó que “hay una diferencia en la narrativa, la violencia contra las mujeres es algo incorporado al discurso, pero en los hechos no. Ese es parte del gran problema, que los derechos de las mujeres no terminan siendo prioridad en la vida real, por más que los incorporen en su discurso”.