En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Libertad avanzó a paso firme en Villa 31, Bajo Flores, Barracas, La Boca, Parque Avellaneda y Villa Lugano, donde la precandidatura a presidente de Javier Milei rondó 30 por ciento de los votos positivos, contra una cosecha de cerca de la mitad de esa proporción en los barrios más agraciados de Nuñez, Belgrano, Palermo, Recoleta y Puerto Madero, con mayorías abrumadoramente fieles a la fuerza política que gobierna el distrito hace más de tres lustros.
En los 24 partidos que conforman el Gran Buenos Aires, el mejor desempeño del economista libertario fue en la localidad castrense de Campo de Mayo, con 40% de los votos emitidos a agrupaciones políticas, y en no pocas barriadas de Ezeiza, Esteban Echeverría, Florencio Varela, La Matanza, Malvinas Argentinas, Almirante Brown y Berazategui, entre otros. También casi duplicó los porcentajes que lo favorecieron en zonas más acomodadas de San Isidro y Vicente López, donde una vez más Juntos por el Cambio obtuvo guarismos hegemónicos. En Córdoba Capital, Milei también tuvo mayores porcentajes en la periferia que en los barrios céntricos y de las zonas residenciales, un patrón que se repitió en la ciudad de Rosario, principal centro urbano de la provincia de Santa Fe.
De manera que la empiria indica que Javier Milei no solamente ha dejado de ser un fenómeno porteño o sin eco significativo en las provincias, como sugerían los escasos desempeños de sus partidarios en elecciones locales, o una mera interna de la alianza opositora entre sectores más y menos apegados a doctrinas de libre mercado, sino que ha penetrado fuertemente en los sectores populares de los centros urbanos, aquellos que el peronismo más de una vez fue acusado de tener políticamente cautivos, y en los que también el macrismo en sus mejores momentos había logrado hacer pie.
Sectores que en nuestra lectura han encontrado en el apoyo a su figura la manera de expresar su definitivo descontento con una economía inflacionaria que los condena al empleo precario y a ingresos estancados mientras el gobierno dedica esfuerzos a una agenda social inspirada en aquella de las elites progresistas de los países centrales, o en batallas judiciales que se libran en la ininteligible densidad de los procesos legales, las que les resultan indiferentes o como mínimo no les generan el mismo entusiasmo que abunda en los corrillos dirigenciales.
Por otro lado, en un plano más general, las primarias obligatorias han sido, al igual que en 2019 y en 2021, la oportunidad de expresar ese descontento acumulado con la conducción del país.
En agosto de 2019 la manera de manifestar el rechazo a una economía en declive fue el voto a la fórmula Fernández-Fernández, que alcanzó 49% de los votos positivos (no de los votos válidos; éstos incluyen los votos en blanco y cuentan para muy poco en nuestro régimen político) contra poco más de 33% del proyecto reeleccionista de Macri-Pichetto, éste que en las elecciones generales (las de en serio, las que definen legalmente quién gobernará) repechó a 40% mientras los ganadores se consagraban en primera vuelta con 48 por ciento. En 2021, tomando los resultados en provincia de Buenos Aires, en las primarias Juntos por el Cambio se alzó con 40%, porcentaje que mantuvo inalterado en las generales mientras el Frente de Todos creció de 35% a 39%.
¿Milei habrá encontrado su techo en el tercio que cosechó en las primarias, y ahora le toca a los otros poner toda la carne en el asador, o estas instancias de gran encuesta de alta precisión son solamente el comienzo de su ascenso electoral irrefrenable, ahora que se ganó definitivamente el respeto de los cultores de la realpolitik?
La variación en la concurrencia en las elecciones generales respecto a las primarias puede llegar a ser decisiva para las chances de los aspirantes a la presidencia, sin embargo si tomamos los procesos electorales de 2015 y 2019 ha sido un factor que ha tendido a favorecer más al macrismo que al oficialismo.
Como fuera, lo que no varió hasta ahora respecto al último proceso de renovación del Presidente fue el efecto desestabilizador de las primarias obligatorias en la economía, siendo la fuerte devaluación cambiaria con sus consecuencias inflacionarias la patentización de la pérdida de autoridad del gobierno como resultado de su decepcionante desempeño electoral, a dos meses y medio de la elección que realmente importa y a cuatro de la finalización de su mandato. Un efecto que probablemente no hará sino potenciar las chances de Milei, al confirmar ante propios y ajenos su discurso de que es necesario un cambio radical en materia económica, que los que están a cargo son esencialmente incapaces y que la clase política actual, enfrascada en disputas internas que sólo reflejan la competencia por recursos presupuestarios, no está a la altura de las circunstancias. Por cierto, si algo caracterizó al espacio liderado por Milei en las primarias en todos los niveles, desde Presidente a concejales, fue la total ausencia de competencia interna, contrastando con la alta competitividad en todos los niveles dentro de Juntos por el Cambio y en categorías legislativas y locales en Unión por la Patria (sin contar los propios que fueron “por afuera”, hicieron internas y no pasaron el mínimo legal). Al parecer el libertario tiene claro que cualquier proyecto de gobierno en un país en crisis debe partir de una indiscutible unidad en la conducción política.
* Politólogo