Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central y titular de la consultora Synthesis; Martín Burgos, del departamento de Economía Política del CCC; y Julián Zícari doctor en Ciencias Sociales y especialista en historia económica, analizaron ante PáginaI12 las consecuencias que podría provocar la dolarización de la economía que propone el candidato presidencial Javier Milei.
“La propuesta de dolarización no es nueva en Argentina: se había intentado durante la gestión de José Martínez de Hoz en 1979, luego en 1989-1990 tras la crisis hiperinflacionaria y también la propuso Menem a la salida de la Convertibilidad pero fue descartada en 2002”, aclara Julián Zícari. "Se pregona que ese modelo impulsará el crecimiento, reducirá la inflación y la vulnerabilidad financiera, pero en ninguno de los casos de aplicación reciente en la región tuvo esos resultados, vease los casos de Ecuador y El Salvador”, agrega Vanoli.
Es difícil que la inflación doméstica converja a la de Estados Unidos inmediatamente dado que muchos precios tardarán en adaptarse. Es probable que la Coca Cola pase a valer lo mismo que en Estados Unidos pero no así las cuotas de un colegio privado, un gimnasio o la atención de los profesionales. Eso mismo ocurrió al inicio de la Convertibilidad: se distorsionaron los precios internos y algunos bienes y servicios se volvieron inaccesibles para la mayor parte de la sociedad.
Vanoli aclara además que "sería necesario aplicar una mega-devaluación para dolarizar todos los agregados monetarios de Argentina (el M3 y pasivos del Banco Central) que licuaría sustancialmente los ingresos populares generando una crisis social sin precedentes”. La pobreza podría llevar a superar los niveles de la salida de la Convertibilidad.
Por otro lado, “dolarizar implica atarse al nivel de productividad de Estados Unidos que es la potencia hegemónica militar, económica y productiva, lo cual destruiría la industria local y por lo tanto la creación de empleo", continúa Alejandro Vanoli. “Lo mismo ocurrió con las industrias en la Convertibilidad, no van a poder competir salvo con una reducción de salarios muy importante, que restringiría aún más los ingresos ya deprimidos de población en dólares”, sostiene Martín Burgos. “Se destruiría el 50 por ciento de la producción nacional”, estima Zícari.
Un trabajo reciente del centro de investigaciones Fundar relató que “según datos del FMI, para 2022 solo 14 de sus 190 miembros adoptaron de manera oficial la dolarización, tratándose todos ellos de Estados de baja extensión territorial y poca población, algunos no del todo soberanos”. En esa lista no aparece ninguna economía avanzada o de gravitación en la economía global.
"La dolarización no resuelve por sí sola los desequilibrios fiscales (que dependen del funcionamiento de la economía: del consumo, inversión y exportaciones) ni los externos, solo ataca el síntoma de los problemas económicos, que es el tipo de cambio, pero no resuelve el problema estructural o productivo”, arguye Vanoli. "No solo no los resuelve sino que los vuelve más graves”, sostiene Burgos. Ante un déficit externo se pierden los dólares y la actividad se contrae sin herramientas de política económica que puedan sopesar el impacto.
“La depresión estructural de Grecia, atada al euro y sin poder devaluar, es un claro ejemplo de aquello: una trampa que perpetúa el estancamiento y el endeudamiento”, sostiene Vanoli. La última crisis global por la Covid-19 mostró la importancia para los países de poder llevar a cabo políticas anti-cíclicas. La dolarización tampoco elimina los problemas del endeudamiento ni el riesgo de default.
Para Martín Burgos resulta paradójico que esta propuesta integre un programa liberal pues “es una medida super estatista: es el Estado metiéndose en todos los contratos, entre privados inclusive, diciéndole a la gente que hay que cambiar los contratos para adoptar una nueva unidad de cuenta”. Puede tenerse en mente además que esta semana hasta un ex secretario del Tesoro de Estados Unidos cuestionó la propuesta.
Es importante discutir también el desplazamiento del Banco Central. “Una de sus funciones es cuidar los depósitos de los ahorristas porque sino viviríamos en el mundo de Cositorto donde cualquiera toma plata prestada y hace lo que quiera con ese dinero sin que nadie lo controle, sería el reino de las estafas”, concluye Burgos.