En su segundo disco solista, La Santa Patrona de los corazones negros (2023), la cantante y compositora Mel Muñiz se propuso un desafío artístico muy claro, pero lejos de la simpleza: conectar con los miedos y la oscuridad a través del baile. En otras palabras, su nuevo álbum invoca a una santa ficcional y simbólica para canalizar los dolores usando como medio un abanico de ritmos folklóricos latinoamericanos.
"Sentí que la propuesta de la Santa Patrona era una forma de ingresar a los lados B o a las oscuridades que las personas tenemos, y ritualizarlas a través del baile, que también es algo muy de antaño", explica Mel. "Eso nos llevó a elegir y producir las canciones desde un lado más bailable. Nos metimos un poco más en ritmos como la salsa y el son, y creo que una cosa secundó a la otra", dice quien trabajó aquí con el productor Juan Pablo de Mendonca, un especialista en música de raíz folklórica.
- ¿Por qué necesitabas que fuera un disco atravesado por el baile?
- Porque sentía que no era tan amable acceder a ciertos lugares de oscuridad, de dolor, vergüenza, desesperanza o frustración; entonces tenía ganas de que fuera a través de una forma que me pareciera digna para canalizar o ritualizar esas emociones. Y el baile siempre fue eso, desde épocas muy antiguas. Parece algo medio disruptivo hablar de algo súper oscuro y estar bailando, pero no lo es tanto.
Acompañada por una orquesta de 18 músicos y músicas, Muñiz entrega un disco repleto de sutilezas, colores y capas sonoras. "Es demencial, muy barroco. Siempre hay melodías y cosas sucediendo", apunta la cantante, que lo presentará con su orquesta el sábado 26/8 en el Centro Cultural Munro (Vélez Sárfield 4650, Munro), gratis desde las 20.
La Santa Patrona de los corazones negros es entonces una invitación a ingresar a los rincones más profundos de la emoción, a través de ritmos folklóricos como la salsa (Adiós o Ya no manda), la bachata (Mantarraya reina), el bolero (Entrar a la luna), la cumbia (Húyanle a las culebras) o el son cubano (Corazón negro). Pero no desde un abordaje tradicionalista, sino desde uno libre y personal.
Es un viaje musical que atraviesa con mucha soltura y personalidad, apoyada por una interpretación vocal que adquiere por momentos un carácter atemporal, sin perder frescura. "Mi voz es potente, pero también aparece toda mi intensidad y mi verborragia", dice la artista. "La llevo conmigo y la llevo con mi voz. Entonces también la traqueteo un montón. Suelo tener a veces algunos temitas con la voz, estar medio mal o ser un poco ruda al entrenar."
- El disco está inspirado en la carta del tarot La Luna, Arcano 18, ¿qué significa?
- Es la carta que me estuvo obsesionando los últimos años; de hecho hay una canción que se llama Entrar a la luna. Es una forma de ingresar en el lado B, de conectarse con los miedos. Siempre tiene una parte de intuición y de madre cósmica; siempre es de noche y siempre se pierde un poco la razón y esta sensación de tiempo lineal, porque la luna se rige por los ciclos.
- ¿Por qué te interesa tanto el universo simbólico del tarot y la astrología?
- Porque me conecta con un lugar muy grande de autoconocimiento y también de empatía. Y eso me parece que es algo que atraviesa el arte. Creo que dialogan, en un punto. Por un lado, es como la música, que está llena de reglas, de formas, de orquestaciones y de instrumentos. Y en la astrología y el tarot cada carta significa una cosa. Pero después está la parte mágica. Y una no puede existir sin la otra.
- ¿Y la Santa Patrona es una entidad espiritual que creaste para el disco?
- Exactamente, es una patrona ficcional. Estuve pensando mucho en cómo presentarla, y Hernán Corera, que hizo las fotos de tapa, me decía: "Vos no sos la patrona, vos sos la artista a la cual la entidad elige canalizar a través tuyo". Él imaginó como si fuese un pueblo, donde todos me están festejando porque la entidad me eligió. Entonces en las fotos aparezco como la reina del pueblo y la oscuridad me acompaña todo el tiempo. No importa en realidad si soy o no la Patrona, lo importante es que eso le pegue al otro y le resuene en su propia oscuridad, que puede ser parecida a la mía o no.
En su disco anterior, Aguerrida (2020), Mel ya venía trabajando sobre la música de raíz folklórica latinoamericana y géneros antiguos o tradicionales del mundo; incluso en proyectos colectivos como Las Taradas y Bourbon Sweethearts. "La verdad es que no tengo ni idea de dónde viene ése interés. Mis viejos no escuchaban esta música, yo no me crié con esto ni crecí en casa de músicos", confiesa esta amante del swing, el jazz y el bolero.
"Pero siempre hubo como una especie de fascinación en esto de aprender una fórmula, por ejemplo, para trabajar con los géneros, en los que se utilizan determinados ritmos, orquestaciones, progresiones de acordes y melodías que hablan de ciertas cosas", dice. "Se puede prescindir de cualquiera de esas temáticas, o no, y seguir siendo un bolero con otro tipo de letra. Siempre me gustó laburar sobre soportes que me dieran cierto gusto y confort. Me gusta sentirme contenida por los géneros. Y tal vez mi búsqueda sea ir fusionándolos cada vez más."
- No es tan común que artistas contemporáneos o actuales de la ciudad trabajen tanto sobre la música de raíz folklórica.
- Es loco porque en realidad nos tomamos un montón de licencias musicales. Las más grandes a veces están en las letras, en el lenguaje y en lo conceptual. En el fondo hay un montón de ritmos que están cruzados, no son tan puristas como pareciese. Con Juan decimos que es el folklore de un país que no existe y que lo inventamos nosotros. Por eso puede haber un son o algo súper salsero con una voz de alguien que te puede dar reminiscencias a Tita Merello.
"No es un acto de rebeldía", sostiene cuando se le pregunta si lo suyo va a contramano de la industria musical o de lo que predomina en la escena actual. "No es en contra de. Es simplemente a favor de lo que yo siento. De hecho, en pandemia Tomi Lago me invitó a formar parte de una especie de tango llevado a un lugar mucho más actual y yo me encontré cantando eso medio en clave rap y me re gustó", dice quien en estos años se nutrió con Agustín Lara, La Lupe y Toña La Negra.
"Ya no digo más 'Esto no lo haría'. Inclusive cuando estaba con Las Taradas, que tocábamos un montón de ritmos latinoamericanos, siempre era la que quería tirar más para el lado del jazz y hacer los temas más bluseros, porque estaba re prendida fuego con eso. Son momentos y soportes para decir algo", explica. "Me parece que no hay que perder de vista lo que se quiere decir y la manera en que se quiere decir, intentando disfrutarlo y ser fiel a su búsqueda y a su propia identidad, y no adaptar el proyecto a algo que creés que va a tener más llegada."