Recuerdos individuales y reflexiones colectivas. Así, entre lo biográfico y lo histórico, el actor, psicoanalista, director y dramaturgo rosarino Cacho Palma llega a Buenos Aires con su espectáculo 22 de Agosto, una obra que evoca la masacre de Trelew y la poética de César Vallejo, Franz Kafka y Luis Alberto Spinetta. Las funciones se realizan el 20 y 27 de agosto, y el 3 y 10 de septiembre a las 20, en Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378).

Con dirección de Alejandro Casavalle, Cacho Palma escribió el unipersonal para interpretarlo él mismo, aunque no está completamente solo en escena porque lo acompaña su hijo Lautaro Palma. Entre los dos construyen una historia que transcurre, también dentro de la ficción, en un teatro. 

Un actor intenta hacer un último ensayo antes de que su sala cierre de forma definitiva. Y en ese marco, se enlazan las múltiples historias que se relatan.

“Me dejé llevar por un cúmulo de imágenes fuertemente grabadas en recuerdos, impresiones y sucesos que marcaron parte esencial de mi existencia”, revela Palma acerca de la génesis de la dramaturgia que se construye en torno a la fecha a la que alude el título. 

Un 22 de agosto de 1915, moría el hermano del poeta César Vallejo. El mismo día, pero de 1972, 16 jóvenes militantes morían fusilados, y ocho años más tarde, ya en plena dictadura, un joven Palma hacía su debut teatral con una obra para adolescentes: Cómo te explico.

-Esta obra implica tu vuelta a los escenarios como actor después de 16 años. ¿Qué significa para vos este regreso a la actuación con este desafío de una pieza unipersonal?

-El teatro me habita desde mi adolescencia y es un amor incondicional. Justamente en plena dictadura genocida, cuando el mundo se me cerraba, la escena teatral y los enormes maestros que conocí me abrieron una puerta, que primero fue un refugio y después se fue transformando en un estilo de vida. Entonces en ese mundo poético que puedo habitar en el teatro, me gusta jugar con las mejores variantes que puedo encontrar, y actuar es una de ellas, porque el escenario resulta para mí una tabla mágica y giratoria. En los últimos años, estoy trabajando fundamentalmente sobre textos e ideas propias, sobre todo narrativas, y buscando una permanente intertextualidad con hechos históricos y sociales o con poetas, por ejemplo Federico García Lorca o Vallejo. Lo singular y el hallazgo, en todo caso, están en la manera de contar y en cómo ese material toma forma de relato teatral.

-Se cumplen 51 años de la Masacre de Trelew. ¿Qué recordás de ese momento?

-Eso hechos aparecen ligados a mi experiencia personal, porque en ese momento hice mi primera actividad política pública y con fuertes consecuencias. Yo tenía 14 años, y aquella mañana, en un acuerdo claro y rotundo, desalojamos un colegio entero de Rosario y nos juntamos en las calles con miles de estudiantes secundarios a repudiar la masacre. Ahí empezó a desencadenarse la tragedia de un país que años más tarde sería devastado, más allá de esa breve primavera del gobierno de Cámpora y los pocos meses de Perón. La Armada Argentina ensayó en Trelew un mecanismo de tortura, destrucción y aniquilamiento, que luego iba a arrasar a la toda la nación a partir del golpe de Estado genocida. Los tres sobrevivientes le contaron a Paco Urondo todo lo sucedido en aquella madrugada y él escribió un texto imprescindible como fue La patria fusilada, que se convirtió en una de mis fuentes.

-La pieza tiene un fuerte eje político. No sólo se vuelve a aquel hecho, sino que también recordás tu debut teatral en plena dictadura. A propósito, vivimos tiempos en los cuales el negacionismo está ganando terreno. ¿Qué rol advertís que puede ejercer el teatro para llamar a la reflexión en este aspecto?

-Creo que el teatro tiene el recurso de la nobleza para buscar siempre la verdad, tratando de no descuidar la eficacia simbólica y sensible de habitar un mundo poético. El teatro siempre se vive y se lee en presente. Y hoy quienes dicen proponer la libertad, no hacen más que profanarla y manipularla, y la aparente libertad que promueven no es más que una nueva figura de la extorsión y de la canallada. Entonces, el objetivo es permitirnos interpelar la banalidad de este momento, de una extremada pobreza conceptual, y poder argumentar. En ese sentido, esta obra significa para mí reencontrarme con los años setenta, que marcaron fuertemente mi destino y mi accionar, con la potencia de la participación, el clima comunitario y los sueños de un mundo vivible y disfrutable para todos y no para unos pocos. Mi manera de abordar la escena teatral no se sostiene ni desde lo pedagógico ni desde lo explicativo. Yo no busco ni recetas ni soluciones, pero sí busco sostener las preguntas para promover un modo de pensarnos.

-¿Cuáles son tus expectativas con esta obra, pensando a futuro? ¿Y a qué otros lugares planificás viajar con esta puesta?

-La expectativa aquí y en este momento es llegar al público porteño y poder compartir y celebrar lo que viene siendo hasta ahora una fuerte experiencia teatral sumamente conmovedora. Como toda obra teatral, quiere volar y llegar lejos. Mientras tanto el espectáculo ya tiene programada una primera gira por el interior del país, en octubre, con sede en la provincia del Chaco, donde fui maestro de actores y de profesores durante 10 años. Luego, en noviembre iremos a Montevideo. Y en febrero y en marzo de 2024, haremos una gira muy fuerte por España y cerraremos en París el 5 de marzo, en La Casa Argentina. La gira va a comenzar en Madrid, en el festival internacional de teatro latinoamericano y argentino, donde hemos sido elegidos para la inauguración, los días 22 y 23 de febrero. Mi teatro es esencialmente abierto, siempre en proceso y particularmente itinerante.