El recorrido que ofrece la serie de fotografías de Héctor "Pichi" de Benedictis provoca un sentimiento latente, de algo que se conoce pero se escapa; sea por el encuadre al que de algún modo remiten: el supuesto por las ventanillas de trenes o autos –cuyos marcos cambiaron la manera de mirar y con ella la experiencia del mundo–, como también porque los recuerdos de viajes se tiñen de imprecisiones, como un barrido fotográfico, de huella fantasmal. Algo está ahí y asoma, entre las fisuras del tiempo y el paisaje. La música de las esferas es el título de la muestra que De Benedictis ofrece –hasta el sábado próximo– en Gabelich Contemporáneo (San Juan 911).
“Mi primera muestra se llamó ‘Sobre la fugacidad’, y era sobre paisajes cercanos. Agarré todas las rutas que salían de Rosario, en forma radial, y me iba hasta 50 km sacando fotos durante la ‘hora crucial’, como decía Cartier-Bresson, cuando cae el sol. Y tenía ganas de volver a hacer paisajes. Así que en distintos viajes fui acumulando, por así decir, ‘movimientos’, porque son fotografías en movimiento. En un punto, no me interesa tanto el paisaje sino cómo éste se revela tras la fotografía. Yo soy más de tirar la red y ver qué aparece, no de ir a buscar determinados peces. Me gusta probar y probar, sacar fotos, ver y corregir. El resultado final tiene que ser parte del proceso. Por eso me interesa lo lúdico de la fotografía, la sorpresa de la estela. Mis paisajes están tan en movimiento que solo dejan esa aura de color, de textura, de incertidumbre”, comenta De Benedictis a Rosario/12.
“Mientras hacía otras cosas, durante 3 o 4 años se fueron acumulando estas microseries de paisajes de distintos lugares, donde la paleta de colores varía según el lugar. La idea era volver al paisaje, siempre con unos ejes que me perturban, como la fugacidad del tiempo, la velocidad en la que vivimos, la incapacidad de asir las cosas”, continúa.
-En las imágenes aparece un diálogo entre lo fotográfico y lo pictórico, entre la figuración y la abstracción.
-Para mí, la fotografía más realista que puedas conseguir es abstracta, porque en realidad vos quitás una parte al todo, para llevártelo. Y yo voy a lo abstracto. Una vez que utilizo el barrido, desaparecen las formas. De alguna manera, siempre llegué tarde a mis influencias. En otra muestra, una amiga me dijo que aquellas fotos parecían obras de David Hockney, otro amigo me dice que éstas parecen de (Hiroshi) Sugimoto, y hay quienes me hablaron de las divisiones del plano que puede tener (Mark) Rothko. Pero no los había tenido en cuenta. De todas maneras, pienso que sí, que es cierto que hay influencias pictóricas, porque soy un pintor frustrado, una persona que se sirve de la fotografía y no un fotógrafo, eso está clarísimo. En la música también he sido así, siempre me he resistido a la técnica, a pesar de haber estudiado. Las fotos son muy pictóricas, de acuerdo, pero sin ser una búsqueda consciente de eso. Me alucinan la pintura, el grabado y la xilografía, pero la búsqueda pictórica no me la acredito. Hay quienes me han dicho que parecen acuarelas; y en ese sentido creo que esta cosa del barrido produce un esfumado o un difuminado en los márgenes y los bordes de las cosas. Sin embargo, si tengo que pensar en mis influencias fotográficas, son más realistas y no tienen nada que ver con lo que hago, como es el caso de Cartier-Bresson o de Capa.
-Es para destacar que entre quienes miraban las fotos, la pregunta sobre cómo estaban hechas se reiteraba.
-Una de las principales alegrías que me da el espectador es cuando se acerca a la foto, porque no sabe bien cómo se hizo y tiene que buscar la certeza; muchos, lamentablemente, se lo acreditan al Photoshop, un recurso que solamente usé en una incipiente muestra. Pero mi objetivo era abandonar eso, porque mis fotos son barridos y el foco es incierto; mi objetivo es el foco.
-En algunos casos hay superposición, ¿puede ser?
-Primero, son tomas directas. Pero hay una serie específica –“EC177 Berlín/Praga”– donde hice algo inédito. El teléfono me permite, en un solo disparo y en la toma directa, alrededor de 14, 15 fotogramas. Como una micropelícula. Y yo utilicé dos fotogramas de un mismo disparo. Como era un tren muy rápido, en el mismo disparo me aparecían, de golpe, los árboles que estaban al lado de la ventanilla y los claros con el fondo. Yo extraía los árboles que me interesaban, lo guardaba como foto nueva, volvía atrás del mismo disparo, buscaba una de fondo y lo superponía. En realidad, es como un proceso que se da dentro del mismo disparo, eso es lo diferente. Siempre me interesaron las cosas que se pueden hacer con lo tecnológico –como en el caso de los sintetizadores–, que no tuvieran que ver con la representación digital de algo que ya existía; digo, ¿qué tiene de puro este universo tecnológico digital? Bueno, en este caso, con cámaras analógicas no lo podés hacer; en la Polaroid, por ejemplo, podés superponer dos fotos pero de disparos diferentes. Entonces, lo que hice fue superponer dos fotos del mismo disparo y no trabajarlas más que en lo mínimo, brillo y contraste. No tienen ningún laburo de Photoshop.
En el catálogo que acompaña la muestra –donde también figuran textos de Pablo Romano, Humberto Lobbosco, Pedro Alberto Sinopoli, Sergio Gioacchini y Miguel Roig–, dice Beatriz Vignoli (periodista de Rosario/12): “En estas obras, la impronta del tiempo en la imagen es la luz. Al apilar fotogramas, el artista los ilumina, los aclara, los suaviza como si fueran pasteles o acuarelas: los convierte en puro espacio abstracto, en pura luz. Apuntes para una teoría del cielo. Del paisaje quedan apenas vestigios que sugieren, no representan”.
-Además del teléfono, ¿trabajaste con otras cámaras?
-La del iPhone es la que más me permite sacar en el acto, y también con una Canon 6D y otra G12. Pero acá no es tanto la cámara lo que juega, sino la velocidad de obturación y la distancia focal. A mí me gusta mucho ver qué quedó, saco muchas fotos todo el tiempo. Una de las cosas que me interesan y comparto con amigos fotógrafos es estar siempre mirando dónde está la foto. Ir por la calle tratando de encontrar algo que llame la atención, y sea diferente.