Las señales que emite el voto a Javier Milei son como el grito de auxilio de los ahogados que terminan por empujar abajo del agua al que los puede sacar. “Ya probé con todos, me la juego con éste”, dice el empleado de la carnicería. Estuvo en el puente Pueyrredón en el 2001 y ahora votó al ultraderechista. Si le dicen que irá contra la educación y la salud pública, mira de reojo, lo piensa y se reafirma “no sé, igual yo me la juego”.

Ahogado quiere decir descreído, empobrecido, desilusionado con lo conocido y Milei surge como ilusión. Y el voto tiene que tener una dosis de ilusión o de esperanza en el futuro. No se vota sin ilusión. Se trata de que esa ilusión tenga argumentos. Pero cuando todos los argumentos se disolvieron en la sopa de una realidad que aprieta cada vez más, no importa la justificación o la explicación. Y es difícil hablar de justicia social con más del 40 por ciento de la población en la pobreza. Cuando los argumentos no tuercen la realidad o van a contramano de ella, sólo queda la ilusión. Y el único argumento que la sostiene, es: “éste nunca gobernó, los demás ya lo hicieron y así estoy”.

Es muy difícil discutir en ese punto donde los argumentos están raídos y como ropa vieja. Es una apuesta: “Igual me la juego”. Pero puede ser que en esa frase haya un residual de duda. La mayoría que lo votó no lo escuchó. Si lo escuchara entendería que tendrá que pagar o sacar un carnet de pobre para mandar a sus hijos a la escuela o atenderse en un hospital. La educación y la salud públicas tienen defectos, pero se asumen como derecho adquirido.

Lo peor que puede pasar si la apuesta no sale, es seguir como ahora. Como está mal, resulta inconcebible que se podría estar peor. Pero está la duda. El hombre está feliz con su voto en las PASO, porque le hizo pasar un mal momento a los políticos que hace responsables por su situación. Y se ríe porque ganó Milei, lo siente como su revancha, la fuerza de su voto. Además se identifica con esa mayoría.

Hay voto más enojado, y está el voto ideológico, el voto Recoleta, que vota a Milei por odio al pobre, ya sea que vote a Milei, o a cualquiera. Ese voto no tiene salvación. En cambio el otro tiene sus razones que se le mezclan con aspectos del discurso de derecha, contra los extranjeros que usan los hospitales, los planeros y los políticos. Ese, a pesar del placer por la revancha, tiene la duda. Pero no se lo convencerá con amagues y palabras.

Lo real y palpable es el único argumento a esta altura. Lo demás complementa y puede ayudar. Pero las únicas que pueden convencer son las medidas concretas y más las que tienen efecto inmediato en la vida concreta, en los precios o en los salarios, en la posibilidad de frenar la caída de nivel de vida. Plantar hitos, al menos, que apunten en un sentido. En la misma semana una devaluación que, rápidamente, saltó a los precios y los anuncios de aumentos de suma fija, más paritarias. Eso es empate, y lo que se necesita es ganar. Néstor Kirchner recibió una sociedad aún más desilusionada pero pudo construir credibilidad al interpretar y concretar los reclamos que surgían de ella.

Mientras Sergio Massa desenreda el ovillo de los dilemas, Milei se fotografía con una motosierra cuando va a entrevistar a los técnicos del FMI. La imagen es esa: Milei fue al Fondo con la motosierra. Pero no la va a usar contra los prestamistas, sino que la pondrá a disposición de ellos para destruir las bases que pueden habilitar una mínima igualdad de oportunidades. Si el Fondo pedía carcomer esa base, Milei, en su fase cosplay Cara de cuero (Masacre de Texas) le ofrece destrucción masiva.

Una herramienta clásica en las películas de terror es la motosierra que puso de moda Cara de cuero o Leatherface. Los expertos aseguran que es uno de los instrumentos que causan más miedo. Milei, que es amante de cosplay, cambió su traje de Aquaman por el del superasesino y prometió un ajuste más drástico del que exige el Fondo.

En este escenario de terror, apareció Mauricio Macri con su nimbo perverso y aprovechó el sobreseimiento de los cuatro gendarmes juzgados por el crimen de Santiago Maldonado para promocionar la mano dura de su pupila, Patricia Bullrich. Y al mismo tiempo se burló de la víctima de esa historia. En una entrevista de televisión Macri calificó a Maldonado de “salame distraído”.

El juez Gustavo Lleral tiene una sincronía con las fechas electorales porque suele dictaminar o declarar cuestiones que favorecen al macrismo en competencias electorales. Esta vez fue unos días antes de las PASO y un día después de que la policía porteña matara a Facundo Molares, un manifestante pacífico, en el Obelisco.

En esa danza sincronizada interviene también Gendarmería. El comandante Gerardo Otero fue nombrado Director Nacional de Gendarmería por Bullrich. Cuando Bullrich dejó su cargo tras la derrota de Macri, Otero la despidió con un homenaje. Así agradeció la defensa de la ministra saliente a los gendarmes involucrados en la muerte de Santiago Maldonado.

En agosto de 2017 fue la represión en el Sur durante la que resultó muerto Maldonado, cuando Bullrich defendió a capa y espada a los gendarmes. Había pedido a Gendarmería un nuevo peritaje forense por el Caso Nisman. En agosto fue la defensa cerrada de los gendarmes y en septiembre de ese año se conoció el resultado del peritaje.

Favor con favor se paga. El peritaje realizado dos años después del suicidio de Nisman, sólo con las fotos, en un escenario prefabricado, arrojó un resultado opuesto a los dos que habían realizado los equipos forenses de las Corte y de la Federal, con mucha experiencia en estos estudios, a diferencia de Gendarmería. Los dos peritajes forenses realizados con el cuerpo del fiscal, en el lugar de su muerte y con personal con mucha experiencia determinó que no había sido asesinado.

El relato macrista se caía y arrastraba al circo que habían instrumentado mezclando la causa AMIA y el memorándum de acuerdo con Irán. El peritaje tardío de Gendarmería los sacó del brete. Sin demostrarlo, decía que habían intervenido otras dos personas. (sin explicar cómo habían entrado al departamento sin dejar huellas, ni cómo habían entrado a un baño donde apenas cabía una persona). Que una de ellas había reducido a golpes al fiscal (sin que hubiera señales de lucha en el cuerpo) y que la otra lo había adormecido con ketamina (sin que el análisis toxicológico encontrara la sustancia).

De los tres peritajes, el juez Julián Ercolini dio entidad al de Gendarmería, el menos científico, pero era el que necesitaba el macrismo. El juez se hizo famoso cuando perdió a los alumnos de su cátedra en la UBA al quedar involucrado en el escándalo de los magistrados invitados por Clarín a Lago Escondido. Final de la historia: peritaje de Gendarmería que cambió la carátula de suicidio por la de asesinato y cuatro gendarmes sobreseídos. Más la víctima calificada de “salame” por Macri, que aprovechó ese fallo para hacer campaña a favor de la mano dura de su candidata.

El escrutinio definitivo de las PASO dejó a tres candidatos (Sergio Massa, Patricia Bullrich y Javier Milei) a dos puntos de diferencia. Una pequeña modificación del voto, alteraría el orden para consagrar a los dos que pasarán a segunda vuelta. Es un escenario con suspenso atravesado por expectativas y propuestas cruzadas.