Desde Rosario

 

“Me gustan dos tipos de villanos. Por un lado me gusta desarrollar el villano ridículo del que te reís por lo que plantea, con un tono más humorístico, pero para estos libros me interesó hacer dos villanos muy tangibles, muy cercanos, que fueran crueles sin considerarse crueles a sí mismos”, explica Luis Roldán. Lubrio, como se lo conoce en el ambiente comiquero, llegó a esta edición de Crack Bang Boom con tres libros bajo el brazo. Arriba refiere a dos de ellos: Favor con favor se paga (junto a Nicolás Viñolo, por Multiversal Ediciones) y El último recurso vol. 3: el fin de nuestros elaborados planes (con Kundo Krunch, por Libera la bestia), la conclusión –por el momento- de la saga que terminó de instalar su nombre en el circuito y hasta le valió algunos premios

El tercero es Una clase de magia (con dibujos de Aleta Vidal, por Capsula Ediciones) y para su creador la villana de turno sigue una línea semejante a la de los otros. “Igual que en Favor con favor, piensa que su forma de actuar es la que corresponde, que el equivocado es el otro, y tiene un desconocimiento total del entorno, de la realidad. Cree que todo es negociable o justificable para conservar ese poder que tiene. Yo creo que en eso está el ser un vilano, desde el punto de que es un adicto al poder”.

 

El caso de El último recurso, que Roldán construyó junto al dibujante marplantense Kundo Krunch, es más que interesante. Su primera entrega podía leerse como una suerte de Escuadrón suicida argento y muy bien logrado. Personajes bizarros, diálogos filosos, cierta cuota de grotesco bien balanceada. Y dos autores que encontraban su voz y su madurez autoral juntos y en el mismo libro. Ya con el tercero en las bateas, es evidente que El último recurso es más que una vuelta de tuerca sobre el Escuadrón. De un modo u otro, en esa conjunción de descastados, giles y loquitos peligrosos –descripciones que pueden aplicar tanto a sus antihéroes como a los villanos que enfrentan- aparecen temas y figuras que piden a gritos ser leídas como emergentes de la historia reciente argentina. 

La gran villana del último tomo es muy notoriamente una neoliberal que no ve a las personas como ciudadanos sino como mercancías y que, además, transforma la supervivencia de la especie humana en una suerte de competencia perversa. “Hay mucho de ese entender a las personas como bienes, y encima bienes que históricamente le pertenecen, a los que es correcto utilizar, y creo que tiene que ver mucho con nosotros, que hemos tenido este tipo de villanos, que están ahí y existen y que quizás pueden estar aletargados por un tiempo”, comenta.

El último recurso.

¿La saga es un coletazo de la experiencia macrista? Roldán duda y finalmente pone las tintas en su labor docente, en el oeste del conurbano bonaerense. “Lo que yo explico siempre en la escuela es la importancia del otro, el respeto, la diversidad, o sea, son todas cosas que están como eje y que cruzan cualquier tipo de enseñanza o cosa que dé. Entonces, obviamente se van a colar hasta en mis historias más monstruosas, es mi forma de concebir la realidad, y donde hay una crueldad, una maldad, que pasa por el abuso del poderoso, de la falta de respeto hacia el que es diferente, a no soportar lo distinto y a no tolerar perder los privilegios”.

-¿Cómo concebiste los personajes de El último recurso?

-Yo soy lector de ese tipo de historias. Aparte también, me gusta mucho el cine, soy un director de cine frustrado, y me encantan películas como La pandilla salvaje, Los doce del patíbulo, esas películas donde todos los perdedores van a intentar hacer lo mejor que pueden, sabiendo que llevan las de perder, o que son lo último que queda, la resaca, los que todos miran mal. Me gusta eso, quizás por una historia un poco personal, porque de chico era bastante relegado, era muy diferente a mis compañeros. Yo era gordo, gordísimo en un contexto donde el bullying... ¿qué era el bullying? Te cargaban, te decían gordo puto, llorón, cualquier cosa, y te la tenías que bancar, y si ibas a la maestra te cagaba a pedos la misma maestra por estar llorando y por buchón, o sea todo mal. Sobrevivir, esta generación sobrevivió de casualidad. Pero creo que me gusta ese estar en ese lugar de los personajes, de ver cómo desde sus miserias pueden construir algo.

-¿Cómo aparece eso?

-Por ejemplo, en Favor con favor se paga la protagonista está hecha bosta, es un desastre, pobre mina, pero sin embargo de todas esas flaquezas tiene algo que hacer, y es lo que le corresponde, su misión, su aporte es lo que le correspondía hacer. Se triunfa, no sé a costa de qué, lo logra, es un triunfo. Quizás no todos nacimos para ganar. Pero bueno, la historia está en el intento. Es lo que vos también dejás para el otro. Es ese proverbio que dice que el porvenir es aquel que planta un árbol sabiendo que no va a estar nunca a su sombra. Creo que mis personajes pasan por ahí. Los de El último recurso son una manga de hijos de puta y no tienen una buena, pero creo que, como le dice un personaje a otro en Una clase de magia, hasta los monstruos tienen familia. O quizás soy yo que estoy muy dañado.

Favor con favor se paga.

-EUR está muy alineado con la idiosincrasia argentina, con una desconfianza hacia el gobierno y una agencia estatal que aparece atada con alambres. Encaja muy bien con ese imaginario.

-Sí, EUR pega en nuestra idiosincrasia porque somos desconfiados. No confiamos en las instituciones. En una parte de este nuevo volumen se da a entender que están unificados los héroes y ellos, pero a los héroes no se los manda a esta clase de misiones porque son un recurso muy valioso. Entonces va esto, que total tienen licencia para hacer cualquier cosa. Y si sale mal, bueno, y si sale bien, mejor. Por eso creo que, a lo mejor también como sociedad estamos acostumbrados a que las cosas van a salir como se pueda, y si no veremos qué hacemos.

-Un rasgo tuyo como autor es que la mayoría de tus héroes y villanos son mujeres. En estos tres nuevos es muy notorio.

-Sí, inclusive en otros libros también. Zoila Zombie, Lucy Niestra, hasta en el Sheriff Científico la que salva las papas al final es Audrey. Será que me gustan mucho los personajes femeninos desde siempre. Me parecen siempre mucho más ricos, mucho más valiosos. Inclusive, capaz antes de una mirada más feminista como ahora, quizás mi piedra Rosetta fueron series como Buffy. Me parece que la mujer tiene más aristas para mostrar o para hacer frente a situaciones. Incluso también porque históricamente ha estado relegada y el hecho de ser heroica y salir y mantenerse sobrevivir la hace de por sí una luchadora.

Palabras de la calle

Otro rasgo característico de los personajes de Roldán es que son muy terrenales. No sólo tiene un excelente oído para el habla cotidiana (la fluidez de las puteadas de El último recurso lo prueba tanto como la naturalidad del habla de los niños en Una clase de magia), sino que además reviste a sus personajes de una cotidianeidad encomiable. Los antihéroes de EUR podrán ser todo lo desastrosos que se quiera y los monstruos a derrotar engendros lovecraftianos de primera línea, pero las misiones las resuelven sobre unos fideos con salsa y sentados a la mesa, como si fuesen una familia discutiendo los pormenores de la venta de la casa de la abuela, un domingo cualquiera. “Me gusta no olvidar que, aunque son personajes, no son bidimensionales, no son héroes todo el tiempo: cagan, comen, en algún momento se van a dormir y están preocupados por algo, y creo que muchos lectores disfrutan eso porque así los ven más cercanos, no los ven como de mármol o bronce inalcanzable”, reflexiona el guionista.

Esa cercanía de sus lectores y sus personajes también tiene un componente geográfico. Muchas de sus historias transcurren en territorios conocidos. Aunque vive en Morón, no hace conurbaxploitation. En vez de eso, sus historias transcurren en parajes bien federales: Zoila zombie en La Pampa, Lucy Niestra en Santa Fe, y Una clase de magia en Santiago del Estero. Roldán se resta responsabilidad en esto. “Lucy y Zoila eran libros para Blup Ink y la idea de ese editor era que cada personaje tuviera una identidad provincial. Lucy en Rosario, por ejemplo, era porque es la cuña de sueños de artistas. En Una clase de magia, en cambio, es una de las primeras que pensé y surgió cuando fui a la feria del libro de Santiago a dar un taller para chicos de una escuelita rural y hacía tanto calor en el lugar que terminé dando la clase bajo la sombra de un árbol”, recuerda. “Me encantó la imagen, me puse a investigar de las escuelas rurales y todo, aunque al final la historia no tiene mucho de rigor científico, me da más tarantinesco el libro porque tiene tanto rigor como Bastardos sin Gloria”.

Las brujas.

Hace algunos años, cuando la escena actual de la historieta argentina empezaba a tomar su forma actual, cuando crecía el movimiento de la novela gráfica, algunos advertían que en las publicaciones ganaba peso la historia, el relato (con su tema, su propuesta ética y estética), antes que los personajes, que habían caracterizado a buena parte de la edad de oro del género. Los años fueron estabilizando esa situación y hoy hay más personajes con los que los lectores se encariñan. Uno de los responsables de ello es Lubrio, que los fue construyendo lentamente y en todas sus facetas, desde sus cómics para las infancias hasta los relatos más oscuros (Favor con favor se paga no es para dejar a mano de una criatura, por caso). 

“Volviendo a mis fuentes un poco más cinéfilas o televisivas, yo disfruto un montón cuando hay personajes, a lo mejor te veo una serie y aunque la historia vaya a los tropezones, si el personaje es interesante, me gusta seguirlo. Quiero ver qué le pasa. A lo mejor The last man on Earth no era una gran serie, era cualquiera pero yo quería saber qué le pasaba al gordito, qué le pasaba a la rubia que estaba enamorada de él, a la borracha, a la que se queda en un ascensor encerrada, o sea: me gustan los personajes, me gusta que tengan una vida y saber para dónde van, por eso a lo mejor en mis historias busco desarrollarlos”.

-Es un abordaje muy clásico.

-Capaz es un gusto personal, porque a mí me gustan esas historias, y aunque suene un poco trillado, a mí me gusta escribir cosas que me encantaría leer. Creo que la forma de narrar más o menos es la misma: los personajes, el conflicto, luchar contra un poder superior. Creo que igual venimos contando las mismas historias hace siglos. Me parece que se han perdido estructuras muy básicas como que, mirá lo que te digo, que tenga introducción, nudo, desenlace, o que cada cosa sea una serie de causas y consecuencias, o que en cada escena pase algo. Vos en una escena no podés sacar al personaje y que esté igual que cómo la empezó, ¿sino para qué narraste ese bloque?

-También hay una construcción del mundo, del entorno.

 

-Es que los personajes no están aislados. Vos mirás a los principales, pero están en relación con otros, y esos otros contaminan la historia, son parte de ella. No podemos contar la historia de Una clase de magia solamente como la lucha entre Aura y Nuria. Alrededor de ellas están los chicos. Y cada chico tiene su historia, que no se desarrolla, pero se cuenta, porque sabemos que una de las nenas seguramente fue víctima de abuso, el otro de maltrato y trabajo infantil, o sea, hay una realidad que sin ser la moraleja de He-Man, como digo siempre, es parte del contexto, y aporta a que esa historia sea, entre comillas, creíble, rica y entretenida. No puede ser unidireccional: las dos brujas se van a pelear a ver quién gana y quién se muere. Tiene que llegar el personaje a ese lugar y no llega solo, nunca nadie llega solo a ningún lado.