Los últimos dos años marcan un contexto de luchas y de gran movilización contra las violencias sexistas. Las demandas de #niunamenos, el masivo encuentro Nacional de mujeres y el paro de mujeres del 19 de octubre nos ponen como sociedad frente a la urgencia de construir políticas que aborden este fenómeno que no cesa de crecer y recrudecer. En ese marco, entendemos que la Universidad Nacional de Rosario tiene la obligación de estar a la altura de las circunstancias y comprometerse con acciones que permitan desnaturalizar los mecanismos que las producen, prevenirlas, sancionarlas, así como reparar los daños que tales violencias provocan en las personas que sufren.
Para ponerse a tono con los procesos de otras universidades nacionales, la UNR necesita profundizar las políticas encaminadas en este sentido, luego de la aprobación del Procedimiento para la Atención de la Violencia de Género, el Acoso Sexual y la Discriminación basada en el Género, Orientación Sexual, Identidad de Género o Expresión de Género? que, a finales de 2014, se produjo en las Facultades de Ciencia Política y RRII, Derecho y Humanidades y Artes. Es hora de contar con un Protocolo específico que rija en el conjunto de la UNR, incluyendo los colegios secundarios dependientes de ésta, que recojan la experiencia acumulada por los Procedimientos que ya se están implementando.
En el último año, docentes, estudiantes y graduadas feministas en distintas Universidades Nacionales del país han abierto instancias de debate que han conducido, en muchas ocasiones, a la creación de marcos regulatorios para atender esta problemática al interior de las dichas instituciones. Estas acciones suscitaron resistencias y cuestionamientos por parte de los sectores más conservadores y misóginos que habitan en las universidades nacionales. De parte de quienes cuestionaron la injerencia de las universidades en estos asuntos se escucharon argumentos peligrosamente reaccionarios. En esta clave, vale la pena recordar el rol social que desde la Reforma del 18 a esta parte es basamento de la vida universitaria. Por ello, es fundamental que en su ámbito específico se promuevan políticas de prevención y sanción de prácticas misóginas y machistas. Asimismo, si bien las Universidades no ejercen funciones supletorias de la justicia civil y/o penal, poseen facultades disciplinarias que le permiten sancionar aquellas conductas que acontezcan o impacten en su ámbito y sean contrarias a la normativa interna vigente (reglamentos, estatutos, normas de convivencia y convenio colectivo de trabajo).
La Universidad debe ser garante del "derecho a una vida libre de violencias sexistas" dentro y fuera de sus paredes, consolidando relaciones más igualitarias y formando profesionales que contribuyan a desnaturalizar la violencia y la discriminación existente en todos los ámbitos de la vida humana.
Hasta ahora, la visibilidad de las formas específicas de violencia sexistas que se dan en los ámbitos educativos había sido escasa y sistemáticamente minimizada por la mayor parte de las instituciones. Esto se evidencia en la falta de datos o investigaciones empíricas al respecto, en la ausencia de instrumentos normativos específicos, así como en los numerosos obstáculos de carácter cultural y jurídico‑administrativo que obturaron la posibilidad de enfrentar estas situaciones con la sensibilidad, pericia y celeridad que requieren.
El sexismo es el mecanismo ideológico privilegiado para sostener y reproducir las desigualdades sociales de género basadas en la superioridad masculina y la subordinación de las mujeres y otrxs sujetos subalternazadxs. Por su arraigada naturalización, su presencia está invisibilizada y sus manifestaciones cotidianas adoptan múltiples caras y máscaras como formas encubiertas y progresivas de discriminación contra las mujeres que legitiman y perpetúan los actos de violencia más cruentos (maltrato físico, violaciones, femicidios).
Gracias a los Procedimientos específicos en tres Facultades, en dos años hemos recibido numerosas denuncias y consultas
Al socializarnos en el patriarcado también hemos aprendido a ser mujeres y varones y que la elección sexual "correcta" y "normal" debe orientarse al género opuesto. Y cuando aprendimos eso también incorporamos comportamientos homo, bi, lesbo y trans fóbicos. Estos comportamientos los hemos aprendido en las escuelas, en los espacios familiares, a través de los medios de comunicación, y los reforzamos en la universidad, en los espacios de trabajo, en los campos profesionales. Hay un conglomerado de pedagogías cotidianas basadas en las violencias heteropatriarcales que nos forman y que necesitamos desaprender si queremos construir una sociedad plural, igualitaria y verdaderamente democrática.
Entre las múltiples máscaras que adopta el patriarcado en el ámbito universitario podemos situar la ausencia o exclusión de las mujeres en los espacios de gobierno del sistema universitario, en la infravaloración de sus conocimientos y opiniones, en las formas sexistas del lenguaje que utilizamos diariamente, en el encubrimiento que las instituciones hacen de estas violencias cuando son denunciadas, en la falta de decisiones para sancionarlas y erradicarlas, en la incapacidad de prevenirlas, en la ausencia de presupuesto y recursos destinados a atender esta problemática.
A pesar de ello, y gracias a la aprobación de los Procedimientos específicos en tres Facultades de la Universidad Nacional de Rosario, en los últimos dos años hemos recibido numerosas denuncias y consultas, pudiendo construir abordajes feministas y situados, partiendo de las experiencias y las necesidades de las mujeres, observando las causas que hacen posible la pervivencia de las violencias sexistas, iniciando diagnósticos preventivos, sensibilizando a la comunidad educativa para visibilizar las expresiones (macro/micro)machistas y actuando para transformar los discursos y mecanismos que las perpetúan.
Como docentes, investigadorxs, graduadxs y estudiantes auguramos profundizar el debate iniciado con la creación de un Protocolo específico que incluya las perspectivas de derechos humanos y de género respetuosa de las normativas nacionales e internacionales vigentes en materia de violencia sexistas. Y que la Universidad en su conjunto asuma un rol activo en esta tarea que, por su carácter de referencia social, debe constituirse en uno de los ámbitos más progresistas, promotor auténtico de nuevos abordajes y soluciones que permita superar las inequidades actuales basadas en las desigualdades de género. Que #NiUnaMenos deje de ser una consigna en el ámbito de la UNR depende, en gran medida, de las políticas concretas que la Institución asuma para erradicar el machismo y la violencia sexista.
* Integrantes del área de Mujeres, Género y Diversidad Sexual de COAD.