Marcelo Carvalho es el director ejecutivo del Observatorio de la Discriminación Racial en el Fútbol. Hace nueve años sigue, analiza y sistematiza información sobre lo que pasa en los estadios de su país, Brasil. La Conmebol consideró valioso su trabajo y acaba de anunciar una alianza con su organización para avanzar en nuevas medidas contra un problema que en los últimos años se salió de cauce. Todo indica que las sanciones irán en aumento en paralelo a iniciativas educativas que puedan arrojar resultados a largo plazo. El 9 de agosto en una larga entrevista con el sitio Ludopédio declaró: “Quien estudia Brasil, si no mira el fútbol para tratar de entender qué es Brasil, lo está haciendo mal. Al igual que cualquiera que estudie Brasil, estudie economía, estudie política, y no piense en el racismo, cuánto racismo construyó esta sociedad, no está entendiendo nada sobre Brasil”.
Para comprender lo que ocurre con el endurecimiento de las sanciones por racismo -y las consecuencias que podría tener para el fútbol sudamericano en general- hay que estudiar la historia y la idiosincrasia de nuestros vecinos. El Código Penal y la Justicia Deportiva son muy severos. Incluso con estándares más rigurosos que en la Vieja Europa, donde campea el racismo.
Los once hechos discriminatorios que sufrió Vinicius Junior en España solo en 2022, le dieron al tema un volumen que no tenía. La ministra de Igualdad Racial del gobierno de Lula, Anielle Franco, cuestionó con crudeza esos actos en mayo pasado. En aquel momento Carvalho fue convocado a exponer en el Consejo Nacional de Deportes ampliado. Declaró que se vivía “un momento de gran exposición sobre el tema por lo que le pasó a Vinicius Júnior, pero el mensaje que me gustaría dejar es que hay que mirar mucho al fútbol brasileño”.
El caso del delantero del Real Madrid, combinado con los casi 90 episodios que el Observatorio registró solo en Brasil, delata que la problemática ha sido tomada como una cuestión de Estado. Todo lo contrario de lo que sucedía cuando gobernaba Jair Bolsonaro, quien incluso antes de ser presidente no disimulaba su racismo visceral. “Mis hijos nunca serán gays ni tendrán novias negras. Los he educado muy bien”, dijo en 2011 antes de llegar al Planalto.
Carvalho es un hombre negro que se define en su cuenta de X, la ex Twitter, como “poeta, loco, escritor, curioso, geminiano y apasionado por el fútbol”. Estudió Administración de Empresas, es de Rio Grande do Sul y dice sobre el acuerdo con la Conmebol: “Somos optimistas en cuanto a los resultados que se obtendrán, con acciones importantes y continuas”.
Como él sostiene, hay que observar su fútbol para entender las raíces del racismo en Brasil, que abolió la esclavitud de manera tardía, hace 135 años, el 13 de mayo de 1888. Fue el último país en Occidente. Por eso en las comunidades negras o quilombolas, se habla de “abolición inconclusa”. A Carvalho le interesó la temática de manera temprana: “Siempre tuve el deseo, incluso había hecho un trabajo antes, de hablar de los negros en Brasil. Porque siempre estuve muy incómodo con la idea de la formación de Brasil, especialmente la formación de Rio Grande do Sul”.
En ese estado también fue tardía la inclusión de futbolistas negros en uno de sus dos clubes más populares, Gremio de Porto Alegre. “Por primera vez en medio siglo de luchas, el club de la Baixada incluirá un elemento negro en su plantilla. Tesourinha tendrá la satisfacción de romper una vieja y arraigada tradición tricolor”, publicó el Correio do Povo el 16 de marzo de 1952.
El presidente de Gremio en aquel momento, Saturnino Venezelotti, había sido criticado por un grupo muy conservador y racista de la oposición en el club. En la página del Observatorio que conduce Carvalho se recuerda que “algunos miembros quemaron la tarjeta de membresía del club en protesta por Tesourinha…” ex delantero del Vasco da Gama y del seleccionado brasileño campeón sudamericano en 1949.
Inter, su clásico rival en Porto Alegre, siempre fue más inclusivo, apeló mucho antes a jugadores negros para formar sus equipos. El racismo de un sector de la torcida de Gremio provocó que en 2014 se excluyera al club de la Copa de Brasil por discriminar al arquero del Santos, Mário Lúcio Duarte Costa, apodado Aranha, durante un partido. Cuando el partido estaba terminando y su equipo ganaba 2 a 0 empezaron a gritarle “mono” y “negro apestoso”.
En 2020, en una entrevista que le realizó el medio Brasil de Fato, el futbolista contó que aquel episodio le costó la carrera: “Por mucho que me concentré en el juego, no se me fue de la cabeza. Así que decidí tomar esa decisión y no me arrepiento. ¿Pagué con mi carrera? He pagado. ¿Me arrepiento? No”. Aquel grupo de gremistas solía cantar “Somos campeones del Mundo, de la Libertadores también, llora mono inmundo, que nunca le ganaste a nadie”, refiriéndose a los seguidores del equipo que eliminó a River en la presente edición de la Copa.
Inter es el único club de los denominados grandes que tiene una mascota negra desde la década del ‘50: se llama Saci- Pererê. Aunque no todo es uniforme en su vida social, según el sociólogo y profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Arley Damo: “Inter desarrolló un racismo típicamente brasileño, que es: vivir con negros, mientras permanezcan en los barrios de esclavos, no hay ‘problema’…”. La cita es del Observatorio.
El acuerdo entre Carvalho y su organización con la Conmebol contempla “la consolidación de una política de diversidad aplicable a las competencias de la Confederación; un plan de alfabetización racial y de diversidad para personal técnico y directivo de la entidad…”. En definitiva se pretende “concientizar y educar sobre el racismo, y en consecuencia, minimizar sus expresiones en el fútbol del continente”.
El Código Penal brasileño en su artículo 140 dice que “ofender a alguien, ofender su dignidad o decoro si la lesión consiste en el uso de elementos referentes a la raza, el color, la etnia, la religión, el origen o la condición de persona mayor o con discapacidad” prevé una pena de prisión de uno a tres años y multa. El artículo 243-G del Código de Justicia Deportiva establece que un club pierda puntos o incluso sea excluido de una competición en casos de racismo. Pero aclara que la discriminación debe ser “practicada simultáneamente por un número considerable de personas vinculadas a la misma entidad deportiva”, como ocurrió con Gremio de Porto Alegre en 2014. Ese año nació el Observatorio que ahora trabajará junto a la Conmebol controlando cualquier delito racista en toda Sudamérica.