Impossible is nothing (Nada es imposible) fue el slogan con el que Adidas relanzó su marca en los años 80. Estaba basado en una frase de Muhammad Alí, cuando todavía era conocido como Cassius Clay. En síntesis, decía que “Imposible es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho, es una opinión. Imposible no es una declaración, es un desafío. Nada es imposible”. Si quiere mantener esperanzada a su tropa de cara a las elecciones del 22 de octubre, Sergio Massa haría muy bien en copiar la frase y ponerla bien visible en su bunker de campaña.
Toda la bibliografía dice que no es posible siquiera soñar con entrar a una segunda vuelta con una inflación del 120 por ciento anual y en aumento, con una caída violenta en los ingresos de los trabajadores que se arrastra desde los tiempos de Macri, con el FMI obligando a devaluar aunque todos sepan que no sirve para nada y casi sin dólares en el Banco Central como para hacerse el vivo. Puestos a apostar, nadie en su sano juicio lo haría por Massa.
Sin embargo, sin caer en delirios o consumos ilegales, aún quedan en pie cinco motivos por los que no conviene enterrarlo prematuramente.
1. Las PASO no hicieron de primera vuelta
Los votos de Unión por la Patria en las PASO estuvieron dentro de lo esperado, quizás en la parte baja de la franja que fijaban las encuestas. Pero hubo dos grandes sorpresas en agosto. La más visible fue la votación de Milei, que superó en 10 puntos la prevista, pero quizás la más importante fue la caída de Juntos por el Cambio, que quedó 8 puntos por debajo de lo que hacían imaginar los sondeos.
Así se conformó un escenario de tercios que, aun en la peor elección del peronismo desde el retorno de la democracia, desactiva el papel de “primera vuelta” virtual que hasta ahora jugaron las PASO. Una característica que permitía el reagrupamiento del antiperonismo para frenar cualquier avance “populista”.
La expresión más alta de ese papel se vio en las elecciones bonaerenses de 2015, cuando María Eugenia Vidal, que no llegó al 30% en las primarias, terminó sobrepasando al peronismo que había superado el 40%.
Relativamente parejos, ni los “libertarios” ni los macristas tienen esta vez motivos razonables para resignar un posible triunfo propio en aras de evitar el del peronismo. El voto útil perdió sentido y le permite a Massa soñar con un lugar en el ballotage aunque una clara mayoría elija las fórmulas opositoras.
2. La polarización con Milei
Las PASO dejaron a tres candidatos con vida, pero solo dos modelos en pie, algo que no hubiese pasado si en Juntos por el Cambio se hubiera impuesto Horacio Rodríguez Larreta. Milei y Bullrich comparten un arco de ideas y propuestas que los hace asimilables. “Unos aseguran que van a dinamitar el Banco Central, los otros semidinamitarlo; unos prometen la dolarización, los otros la semidolarización”, describen desde Unión por la Patria. Otra manera de decir lo mismo, pero desde La Libertad Avanza, es la definición de “primera marca contra quinta marca”.
Ese carácter minoritario, que a primera vista debería perjudicarlo, le otorga a Massa la posibilidad de polarizar con Milei, a priori su mejor contrincante a la hora de un ballotage, una percepción que es claramente compartida por los libertarios, que también sueñan una segunda vuelta frente al peronismo.
Esto no es una especulación, los dos candidatos retomaron sus campañas apuntándose entre ellos y relegando cualquier debate con la ex ministra de Macri.
3. El teorema de Bullrich
Milei no compitió contra nadie en las PASO y es dueño absoluto del 30% que sacó. Todos los estudios muestran que Massa conseguirá retener sin grandes dificultades el voto de Juan Grabois, por lo que partirá del 27,3% que sumó Unión por la Patria. Pero el caso de Bullrich es distinto.
Ella alcanzó el 17% y nadie sabe a ciencia cierta cuánto del 11,3% de Larreta se mantendrá detrás suyo. Pero ése no es su principal problema. Lo que no deja dormir a sus estrategas de campaña es la definición del lugar que debería ocupar en este tramo de la carrera electoral.
Si se hubiese cumplido el escenario imaginado en las encuestas, la respuesta era obvia. Una vez derrotado el Jefe de Gobierno porteño, y con amplia ventaja sobre Massa y sobre todo Milei, Bullrich giraría lo más posible hacia el centro.
Pero ahora el que picó en punta es el economista y si Bullrich decide disputarle su dureza, que tanto parece haberle rendido entre los votantes, corre el riesgo de perder a los moderados del PRO y el radicalismo. Y si se suaviza para contener a éstos, ¿cómo se asegura de que sus seguidores más exaltados no terminen migrando hacia Milei?
4. El voto en las provincias
De nuevo contra todo pronóstico, los mejores resultados de Milei no fueron donde se suponía que era su fuerte, el AMBA, sino en el interior. Lo más interesante es que terminó adelante tanto en provincias peronistas (Tucumán, La Rioja o La Pampa) como radicales (Jujuy o Mendoza).
Una explicación posible de semejante sorpresa es que en las recientes elecciones provinciales en casi todo el país, ninguno de los candidatos apadrinados directa o indirectamente por Milei movieron el amperímetro. Eso quitó tensión a las campañas locales y, sobre todo, sacó al ultraderechista del centro de la escena. Pero las PASO dieron la voz de alarma.
¿Serán capaces los peronismos locales de revertir aunque sea en parte esos resultados? Todos los mandatarios saben que Milei no será un negociador amable, que ya prometió terminar con los ATN y cualquier ayuda para las finanzas provinciales. Más aún, pretende acabar con la coparticipación de impuestos aunque la constitución no se lo permite.
Sea cual sea su relación con Sergio Massa, en general es aceptablemente buena, están seguros de que será un mejor interlocutor que el libertario. Además, cualquiera sea al final el presidente, en octubre también se define la composición del congreso nacional, tanto diputados como senadores, que será vital a la hora de bajar a tierra todas esas pulseadas. Razón de más para preocuparse e impulsar el voto.
5. El peso de los ausentes
Si se afina el lápiz, el escenario “de tercios” que arrojaron las primarias también puede describirse como “de cuartos”, cuando se pone el foco en el 35% de los ciudadanos habilitados a votar que se abstuvieron (poco más del 30%) o lo hicieron en blanco (casi un 5%). Los tres candidatos con posibilidades deberían buscar allí nuevos apoyos, sobre todo teniendo en cuenta que la concurrencia aumenta de 5 a 8 puntos entre las PASO y la primera vuelta.
Si se comparan los resultados de las elecciones desde 2019, el peronismo habría perdido unos 6,5 millones de votantes y Juntos por el Cambio unos 4,1 millones. El dato impresiona por sí mismo, pero mucho más si se da crédito a un estudio que analizan estos días en Unión por la Patria, que asegura que un 25% de esos peronistas votó a Milei pero que el 75% prefirió abstenerse. En el caso de los macristas, los números se invierten: un 80% de ellos habría votado por Milei y solo el 20% restante faltó a la cita. De acuerdo a este razonamiento, la pecera donde podría pescar Massa en octubre sería bastante más grande que la que tiene disponible Bullrich y quizás también Milei.
Lamentablemente para el Ministro, nada está asegurado. También puede pasar que el ausentismo sea una forma de castigo al gobierno que se emparente con el que significó para muchos votar por La Libertad Avanza. Si este enfoque fuese el más ajustado a la realidad, aunque esos disconformes terminaran votando podrían aumentar las chances de un triunfo de Milei en primera vuelta.
Las anclas de Massa
Como ya se repitió hasta el cansancio, el principal activo de Massa, y su mayor contra, es su responsabilidad sobre la economía nacional. Por lo menos hasta ahora, parece que prima su impacto negativo. Resulta difícil pronosticar lo que pasará de aquí a octubre, pero no tanto asegurar que lo más concentrado del establishment, que hace tiempo decidió su apoyo a Juntos por el Cambio, hará todo lo posible por alborotar la economía, corridas e inflación mediante, para limpiarle el camino a Bullrich y sacar de la competencia al peronismo. ¿Lo conseguirán?
El otro pronóstico seguro es que a medida que se acentúa el desorden económico crece la figura de Milei como alternativa a las coaliciones que encabezaron los dos últimos gobiernos. ¿Alcanzará ese empujón para llevarlo a superar los 40 puntos, con 10 de ventaja sobre sus seguidores, y así ganar en primera vuelta?
Cualquiera de esas dos alternativas significaría un game over para Massa en octubre. Ambas son muy posibles pero ninguna es ineluctable.
Finalmente, hay que aclarar que las 5 razones expuestas son las que pueden favorecer el ingreso del candidato/ministro a un ballotage. Si lo consigue, a partir de allí se configurarían nuevos escenarios que recién se podrán analizar con los resultados de la elección del 22 de octubre sobre la mesa.
Está claro que ninguno será sencillo pero, ya lo dijo Muhammad Alí, nada es imposible.