– Yo te lo dije –recordó ella–, vos no la viste venir.
– Sí –concedió él, y apuró–, pero la tensión entre nosotros tuvo costos para los dos.
– Estoy de acuerdo.
Horacio Rodríguez Larreta todavía estaba en el bunker de la calle Olazábal, el domingo de las PASO. Era el primer contacto con la consagrada candidata. Después, lo contó Patricia Bullrich: “Larreta me llamó y me felicitó”, dijo entrando a Parque Norte. Más tarde también reconoció el impacto de la interna, y al larretismo no le pasó por alto. “Vamos”, dijo Larreta aún en Belgrano. Hubo quien se resistió, pero partió el equipo completo. Atrás quedaron la Coca Zero, varias tacitas de café, bocas de urnas que subieron y bajaron durante el día, pero el shock continuó. Y continúa. “Esto era la final del mundo –mastican–. El que salía primero era el nuevo presidente. Fue muy mal resultado. Patricia ahora tiene que remarla, en una elección absolutamente incierta”.
El mapa de las PASO mostró la apatía de 2021, dicen en torno a Larreta. “Es la misma mancha de entonces, sólo que ahora se extendió”. La mayoría silenciosa no existía, repiten sobre la pecera en la que buscó votos el espacio durante la campaña: “Fue una mayoría muy ruidosa, esto no lo pronosticaba nadie”.
– Cierro yo –dicen que les dijo Mauricio Macri en modo calabrés en Parque Norte–. Estaba contento. Le pegó un apretón a uno de los armadores de Larreta con el que hacía tiempo no se hablaba. Lo vieron cerrar, le vieron los guiños teledirigidos al emergente del ruido, y por eso ahora sólo saben parte de lo que viene. “Horacio juega a retener la Ciudad. Eso es así –dicen–. Ahora, a hablar con Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti porque Jorge Macri no tiene asegurado el resultado”. La duda más importante y sincera es Mauricio Macri. Y esa duda es extraña: “¿Seguirá jugando para los dos como hasta ahora?”, dicen. Y cuando dicen “los dos” no hablan de Larreta: hablan de Patricia Bullrich y de Javier Milei, el líder de la derecha radical que ya le ofreció al expresidente un cargo de "súper embajador".
A una semana del cataclismo de todo el sistema político, el larretismo sostiene que Macri fue el gran operador de la campaña de Milei y del fracaso de las PASO. “El gran responsable de todo lo que pasa se llama Mauricio Macri. Tiene la culpa de habernos llevado hasta acá. Serruchó a Horacio, hizo subir a Patricia, fue su jefe de campaña, ahora cree que es el dueño de los votos. A los amigos les dice que él tendría que haber jugado la interna, que le ganaba a Horacio y después a Milei. Es malo, pero malo de verdad”, acusan.
Horacito
Mamá Larreta, su hermana y su hermano Augusto departían en el búnker de Olazábal. Coca Zero. Algún café. Mediodía del domingo de las PASO. El precandidato iba y venía. Estaba Federico Di Benedetto, jefe de campaña. Y entre otros, pasó Federico Salvai. Los bocas de urnas comenzaban a circular. “Mucho Juntos por el Cambio, mucho Milei”, adelantaba un consultor. El búnker tenía sus datos: 0,5 HRL abajo de PB. Alguien recibió algo mejor desde La Cámpora: HRL 2 arriba, les dijeron. Se alegraron. Paciencia. El precandidato volvió a caminar.
– Che –intervino más tarde–, por qué no les preguntás a ellos de nuevo.
– Pará –respondieron–. Ya se les armó quilombo.
Larreta había dejado de ser “Horacito” dos veces. Primero, después de la muerte de su padre del mismo nombre. “Hola, Horacito”, lo saludaban entonces. “Soy Horacio”, empezó a contestar. La segunda vez ocurrió la última Semana Santa, cuando dejó activada una bomba en Buenos Aires con el anuncio grabado de elecciones concurrentes en la Ciudad, y el desenganche del candidato porteño de Mauricio Macri de la elección presidencial. Desde entonces, “Horacio” estaba jugado. Larreta crecía, pero Macri empezó a jugar. “Jugó a fondo para Patricia a partir del voto concurrente –dicen en el larretismo, todavía heridos–. Desde ahí, ella empezó a subir. Jugó a fondo con los medios, con la guita de los empresarios, le permitió acumular poder”.
El llamado
Domingo, 16.30. Bocas de urna. Sergio Massa, arriba con 27; Milei clavado en 22; Bullrich 19; Larreta 17. Las concurrentes eran un fiasco electrónico en toda la Ciudad. Dos horas más tarde, Milei no subía; Bullrich 16, Larreta 14. Un armador cazó el teléfono y llamó a un intendente peronista de la primera sección, conurbano caliente. Eran las 19.30.
– Contame –dijo.
– ¡Milei primero! –se le atolondraron–. Una locura. Nunca vimos que la cosa venía por ahí.
Desde hacía meses, el espacio trackeaba datos. El peor momento de campaña había sido a fin de junio, "con la novela de Schiaretti”, dicen sobre el ida y vuelta del posible acuerdo con el gobernador cordobés. “En dos semanas pasamos de 3 puntos arriba a 6 abajo, pero a partir de ahí hicimos la campaña perfecta: no nos equivocamos en nada y todos los errores eran de ella”. En esa cuenta está la derrota de Carolina Losada en Santa Fe, el "todo o nada", acaso la televisión en el Tesoro. “Las últimas semanas terminamos empatados”, aseguran. Después, pasó lo que pasó: Morena Domínguez y Facundo Molares. “La tormenta perfecta en contra nuestro y a favor de Patricia y de Milei”, dicen en Ciudad.
A las nueve de la noche del domingo, Larreta recibió una llamada con los datos definitivos. Sonó el teléfono, lo agarró, se alejó, estuvo solo. Habló, cortó y no volvió. El resto sabía con quién había hablado. Llamaron.
– ¿Qué le dijiste? –preguntaron.
– Que perdimos.
Tenía los datos de las mesas testigo. El elemento más confiable del armado, dicen, con 99 por ciento de certeza: “Estábamos 6 puntos abajo, después subimos un poco”.
Jugar con fuego
Macri cerró en Parque Norte. Volvió a hablar al otro día, y al otro. Si hasta ahí había jugado con Bullrich, los continuos guiños a Milei empezaron a inquietar al espacio. Aunque no eran nuevos, los resultados de las PASO cambiaron las cosas. “Jugó a fondo con Milei”, dice el entorno de Larreta. Y no hablan de llamadas ocasionales. “Tenía trato diario: 'hablá con este, llamá a aquel', le decía. Le organizó reuniones con empresarios y al economista dolarizador se lo puso Macri”. Hablan de Emilio Ocampo.
Ahora llueve. En un café, el mismo armador deja caer sobre la mesa una serie de viejas imágenes. 2001, puerta de la casa de Domingo Cavallo. “Yo estaba ahí, pedíamos la renuncia. Y éramos vecinos de Recoleta, no de la Villa 31”. Otra imagen, diciembre de 1993, Santiago del Estero. “La gente no salió a prender fuego sólo la casa de gobierno o la de Juárez: prendió fuego casas de los dirigentes”. Eso es el miedo del que habla. ¿Déficit cero?, se pregunta pensando en Milei. “Tiene que ajustar tarifas, jubilaciones, salarios, planes sociales, eso es una bomba de tiempo”. Y vuelve a apuntarle a Macri, convencido de que finalmente es el que acicatea al diablo. “Macri se equivoca en decidir crear caos, porque el caos se lo lleva puesto. Hay que ser más cuidadoso”.
Bonus track
Conurbanos. Antes del domingo de las PASO, hubo un almuerzo. Casa de un armador de Larreta. Miguel Angel Pichetto, Diego Bossio, Augusto Larreta, Federico Di Benedetto y Florencio Randazzo. Se trenzaron en una discusión por las boletas de la Provincia: quién arrastra más, el gobernador o el presidente. Larreta aún apostaba a la brecha que podía conseguirle Diego Santilli. Ante el tumulto, Randazzo metió primera. “Eso no va a suceder nunca, imposible”.
Dos votos. Aún hay pases de factura. Y a varias bandas. “Los radicales no aportaron nada”, dicen. “Sólo sirven para las elecciones locales”. Teléfono para Gerardo Morales. Otra dañada es María Eugenia Vidal: “Lo que tenía se lo había dado ya a Patricia”. ¿Será Ritondo?