La expresión “Urkupiña” es una palabra quechua que significa “ya está en el cerro”, y deviene de la aparición de la Virgen en el cerro del pueblo de Quillacollo, en Cochabamba, Bolivia, ante una niña pastora de ovejas que un día al querer señalarla, se expresó de esa manera bautizando para siempre esta veneración mariana nacida en las entrañas del territorio boliviano.
Los primeros registros del culto hacia esta advocación de la Virgen datan del siglo XVII, y la popularidad en su ciudad de origen es multitudinaria, así como también en gran parte del Estado Plurinacional de Bolivia.
Su celebración, o cumpleaños, es el 15 de agosto, comenzando con el rezo de “la novena” (nueve días antes que la fecha celebratoria), y continuando durante varios días más, o inclusive meses después, en los que aún se celebra a la virgencita milagrosa.
Si bien Salta posee una gran cantidad de migrantes, o generaciones de padres, madres o abuelos y abuelas de origen boliviano, en los últimos 20 años la fe en la Virgen de Urkupiña superó ampliamente la condición de tener un lazo sanguíneo con el vecino país.
La expansión de la celebración de “la Urkupiña” hacia países limítrofes, comenzó sobre la década de 1980 y tomó mayor dimensión a partir del 2000, cuando se arraigó en Salta de una manera muy potente, siendo testigo no solo de grandes misas y procesiones, sino de miles de celebraciones familiares o comunitarias, en todo el territorio de la provincia.
La “Mamita” llega a la casa
Sus fieles seguidores llaman a la Virgen de Urkupiña simplemente “Mamita”, un modismo de raíz boliviana que al mismo tiempo genera una cercanía, una empatía aún mayor entre creyentes y la imagen. La Urkupiña pasa a ser una más en la vida y en la casa de cada seguidor o seguidora.
Mónica Villavicencio vive en el barrio Siglo XXI, en el sudeste de la ciudad de Salta. Abrazó a la Virgen de Urkupiña hace ocho años y continúa meticulosamente las celebraciones. “Tengo mi niño de 10 años que nació con asma, y me habían hablado mucho de la virgencita. Al mismo tiempo bailé durante muchos años caporales (danza que se practica en Bolivia y el norte argentino), y cuando iba a bailar siempre bailábamos para la Virgen. Yo veía las creencias, los milagros y algo fue creciendo en mi. Así fue que un día mi marido se la regala a mi hijo, a los dos años, y de ahí la promesé a él”.
Tal como cuenta Mónica, la imagen de la Virgen de Urkupiña tiene que ser obsequiada por algún allegado, siendo esta la manera de entrar en la fe y continuar el camino al lado de la “Mamita”. “Yo le digo Mamita, y mis dos hijos también le dicen así”, cuenta Mónica.
Poco más de 50 kilómetros al este de la ciudad de Salta se encuentra la localidad de General Güemes, donde vive María López, trabajadora rural y devota de la Urkupiña. “Mi ex pareja era padrino en una fiesta familiar de la Virgen y como lo venía haciendo durante años, nos regalaron una imagen grande. Él llega de la fiesta con la imagen a la casa, y en cuanto la vi, lo primero que dije era que al año siguiente le hacíamos la fiesta nosotros”.
De regreso a la ciuad de Salta, en el popular barrio Libertad, vive Rosana, quien tiene en su propia casa un comedor comunitario. Ella también es devota de la Virgen de Urkupiña. “Una vez nos invitaron con mi marido a una fiesta de la Virgen y nos encantaron los caporales, la música de ella y todo lo que se vivía. Ahí empezamos y ya van más de 10 años”.
Rosana agrega: “fuimos invitados a la fiesta, después nos hicimos padrinos y un día mi compadre, con el que estamos haciendo ahora la fiesta, me regaló una virgencita. De ahí empezamos a hacerle la novena, la fiesta y todo lo de ella”.
Dentro de las formas de celebración, existe entre otras la figura del “pasante”, algo que Mónica, vecina del barrio Siglo XXI, describe con claridad. “A mi vecina se la pasaron a la Virgen, ella es pasante. Por ejemplo, yo soy dueña de la Virgen y la paso porque ese año no puedo hacerle nada, y esa persona se hace cargo durante ese año; pero después vuelve de nuevo a la casa. O también se la puede pedir, se le pide permiso a la Virgen y se la lleva a otra casa durante un año por una situación particular, y esa persona se encarga de todo”.
El cambio de vestimenta
Un rasgo singular referido a los rituales alrededor de la Urkupiña, son los cambios de ropa. “Año tras año se le cambia la vestimenta a ella. Por ejemplo, yo le compro la tela y ella tiene su modista, que es mi cuñada. Ella viene acá, le mide y le hace el vestidito. Los vestidos de otros años se los guardo porque le voy cambiando todos los meses. El día de la fiesta le pongo vestido de fiesta, y después le voy cambiando durante el año”, comenta Mónica.
Por su parte, María López subraya: “Ella tiene dos madrinas de vestido, una madrina de vestido de novena, y otra de vestido de fiesta. Así que tiene un montón de vestiditos de todos colores. Para vestirla, es algo que hacemos solo las mujeres, le pedimos permiso y nunca la desvestimos en público. Inclusive este año le pedí permiso para restaurarla, digamos, para volverla a pintar”.
"En el momento en el que cambiás a la Virgen se genera algo especial, porque a ella para alzarla en todo momento, para hacerle cualquier cosa, se le pide permiso: 'Te voy a cambiar, permiso', así le digo. Y normalmente estoy sola o quizás mi hermana o mi cuñada, no más. La tapamos bien y lo hacemos", comenta Mónica.
En este sentido Rosana cuenta: “yo le hacía los vestiditos hasta que un día me salió en la fiesta (una) madrina de vestido. Ella me dice, ‘mirá, yo voy a hacer el vestidito para tu Virgen todos los años. Así que su madrina está presente con el vestido año a año”.
Celebrar
Dentro de la devoción por esa advocación de la Virgen María, en las fiestas se destacan los padrinazgos y madrinazgos, manera en la que aportando un poco en diferentes rubros, se puede llegar a un fondo común que logre cubrir los gastos necesarios: “tiene madrina de centro de mesa, de souvenir, de orquesta, de comida, de ornamentación, tiene padrino de todo y nosotros nos encargamos de la comida nada más”, comenta María, de General Güemes.
“Padrinos, madrinas, podés llegar a tener de torta, de vestido, de calvario, de bebida, de sombrero, de tipaco, de arco, de caporales, de morenada, de tinku, de sonido de calle, sonido de salón, de torta grande, de torta chica, de bebida, y tantos otros, según como sea la fiesta. Nadie obliga a ser padrino, la gente se acerca sola a ofrecer su ayuda”, describe Rosana.
“La celeberación empezó con cuatro o cinco familias amigas, y ahora somos muchos. Ya hace cinco años que la venimos haciendo y en nuestra celebración hasta tenemos orquesta”, remarca María. En su caso la fiesta será la primera semana de septiembre.
"La fiesta se puede hacer hasta diciembre, porque si bien el cumpleaños es el 15 de agosoto, hay veces que no pueden porque no hay plata, no alcanza, o lo que fuera, entonces se van estirando las fechas hasta coordinar con los padrinos y las madrinas", relata Rosana y comenta que para este años espera unas 120 personas en su celebración familiar.
Todas ellas planean ir a Cochabamba, uno de los grandes anhelos de aquellos y aquellas que siguen la huella de la Virgen de Urkupiña, una devoción de origen boliviano, que inclusive contra estigmas racistas, tiene gran arraigo en tierras salteñas.
“Mi Mamita estuvo en los momentos más dolorosos de mi vida, entonces cómo no celebrarla”; “el comedor comunitario está protegido por la Virgen, hemos peleado para que esté el comedor acá, yo le pedí mucho a ella”; “el otro día tuve la oportunidad de hablar en una radio y le pedí que le toque el corazón a los argentinos y sobre todo a los políticos, para que podamos salir de esta situación complicada para todos”, son algunos de los comentarios de estas tres mujeres devotas.
Súplicas personales, familiares, vecinales y sociales en general, surgen de los pedidos. Y sobre todo, agradecimiento a esta veneración mariana que llegó desde el territorio boliviano para instalarse con fuerza en la sociedad salteña. Cultura popular, arraigo en los barrios y en el pueblo trabajador: esta es la Virgen de Urkupiña, que en agosto se viste de fiesta.