Santiago Beretta, un hacedor incansable del movimiento cultural de Rosario, logró plasmar en el libro ¿Qué nos arrastra hacia el mismo lugar? Escritos de la familia salaíta, los cuentos y anécdotas más interesantes de la historia de Argentino... de Rosario. Como en una especie de antología, varios autores narran las mejores historias del Salaíto junto a sus personajes míticos, héroes e hinchas de fútbol. Algunos años atrás, podía vérselo a Santiago con varios números de la revista Apología debajo de sus brazos, ofreciéndola incansablemente entre ferias de libros o en cuanto evento cultural hubiera.

Apología salió entre los años 2010 y 2019, sacamos 22 números en papel y al final dejamos todo en la web (www.apología.com.ar). Soñábamos con la vida en las calles y a partir de eso escribíamos. Con Marco Mizzi hacíamos muchas crónicas, hablábamos con personas de la ciudad. Chorros, policías, vendedores ambulantes, prostitutas. Había también cierta mirada sobre escritores-músicos-dibujantes. Joaquina Parma trabajó muchísimo con el diseño”, cuenta Santiago. Pero continuó en la calle en busca de la anécdota, de la buena historia que llegaría al compilar ¿Qué nos arrastra hacia el mismo lugar? Cada testigo fiel de la vida del Club Atlético Argentino contará un detalle anecdotario que podrá encasillarse dentro de un cuento, un relato o una simple anécdota triunfal.

Con Gustavo Conti veremos un dato determinante: el salaíto es bajado a categorías inferiores por un decreto inexplicable. Bajado es la palabra clave, no quieren que ascienda. ¿Quiénes no quieren? El cuadro es bajado por culpa del talento del equipo. De todas formas como el mal de muchos, lo acompañaron Central Córdoba y Tiro Federal conformando una especie de trilogía de zonas como la mala suerte decretada, entre los míticos barrios Sarmiento, Tablada y Zona Sur. Puede observarse en este relato, la épica del perdedor que busca sobreponerse y lo cuenta como algo natural de lo que tenía que ser pese a todo. El record histórico que se revela en el relato de Conti, es haberle ganado a Racing, en la única etapa en que estuvo en la B Nacional, dos veces seguidas.

En el relato de Juan José Zalba, tenemos al viejo puestero de la esquina del barrio del salaíto, que vende uniformes y remeras de Argentino durante los feriados o en la previa de un partido. Un señor le encarga una remera para un bebé, su nieto, que no se concretará porque don vendedor de remeras se muere. En su reemplazo, la hija le dice que la tiene en la casa y que, si la lleva, se la entregará para que el nuevo recién nacido ya hincha del salaíto por decreto de su abuelo, deberá lucirla. El ojo de la tribuna desde la columna de Zalba se introduce desde el lugar de la hinchada. El ojo que todo lo ve, que no deja escapar detalle tanto en la cancha y en el juego de los jugadores como entre los gritones de la hinchada: quejosos alentadores del aumento de las entradas, las reuniones y las fiestas de la gloria a la vuelta de la esquina.

Leandro Di Paolo, un narrador incansable de la ciudad que no deja pasar desapercibido ni bar mítico, ni situación que pueda ser contada, pasea las calles importantes de alrededor de la cancha. Sorrento, Artigas o Víctor Mercante se verán a través de un pibe que va a la cancha desde que lo lleva el abuelo. Luego él solo en su adolescencia y juventud, mirará los partidos parapetado desde un tapial que limita con el taller mecánico de su abuelo, hasta que la tradición se cierra con su hijo. La historia de la herencia que pasa de mano en mano entre ese hijo y nieto y las generaciones que vendrán, apelan al verdadero sentimiento de pertenencia de un barrio: el Olaeta, un espacio físico de añoranzas, nostalgias y futuro.

En cambio, Marco Mizzi concreta en un cuento la mirada de la juventud ilusa que ve perder a su cuadro en el momento justo en que estaba muy cerca de ascender. En ese momento de la nada, en que la desidia queda rondando alrededor de la cancha tras el fin del partido, un grupo de muchachos planea un asalto, un robo, un shopping, un secuestro virtual, hasta que deciden ir a sus casas a continuar la vida. Es interesante ver el planteo de Mizzi desde el ojo del desaliento y de las ilusiones de hacer algo, lo que sea para escapar del oprobio de siempre estarse repetido en el mismo lugar y como si eso fuera poco, seguir siendo pobre.

Diego Bochico y Javier Alvarado llevan un cuento al estilo de Jerome Salinger cuyo resultado se irá revelando poco a poco. Minado de sorpresas que afloran para desembarcar en nombres célebres del acervo cultural y futbolero, la ironía de un equipo y sus viejos héroes, aflora en el Maracaná de Río de Janeiro. Unos hinchas del Salaíto se van de vacaciones a descansar, pero también a visitar al estadio el mismo día en que se disputaba el Campeonato del Mundial de Clubes. A la salida una bandada de hooligans se encuentra con nuestros muchachos. Parecía que todo terminaba a las trompadas, pero un hincha inglés le pregunta a uno de los chicos por la camiseta de Argentino. El resto sucede en el intercambio de camisetas y un soliloquio impecable lleno del anecdotario salaíto, del alambrado frío en invierno, las tristezas e ilusiones.

La casaca Albo y el personaje más importante de estos últimos 60 años del club es Fito. El gran hacedor, el crítico más importante que haya tenido el club. Aquel que se llevó a la tumba el proyecto inconcluso de la tribuna de cemento. Fito, siempre Fito que antes de morir vio a su lado de la cama al estadio que le hablaba. Así lo narra Santiago Beretta: “Famosa fue la Campaña de socios 3 x 1, que hizo en el 2000, cuando Argentino había logrado el ansiado ascenso al Nacional B. Fito, que por aquel entonces tenía 70 años, se caminó toda la zona norte para asociar a las barriadas. En los noventa había hecho algo parecido: hipotecó su casa y con la plata abrió una sede social en la Avenida Alberdi, a fin de juntar gente y dinero para construir una tribuna de cemento atrás del arco de calle Sorrento”. Pero las historias de este héroe y caudillo se quedan cortas en este libro porque son interminables. Escribe Santiago: “Se cuenta que una vez se metió solo en la tribuna de Central Córdoba a recuperar un bombo que la hinchada salaíta había perdido en un clásico. Y sin necesidad de pelearse con nadie se salió con la suya”.

Otro personaje que se lleva puesta la historia del club es el Viejo Pricco, “con sus 80 y Pricco” reza la frase popular. Las puteadas más conocidas en el Estadio José Martín Olaeta son las del viejo. Un hincha popular, un salaíto de alma que Javier Parentti lo narra sin temor a las enormes malas palabras rezadas como un largo padrenuestro que el viejo profería hacia el referí de turno. Un testigo fiel de la creación de Argentino que pasó por todas las funciones que el club exigiera desde aguatero, masajista, utilero, hasta dirigente.

 

Las Primeras páginas de una nueva historia, contada por Antonella Cavigioli, finalizan casi el libro para continuar con muestras fotográficas de héroes e hinchas futboleros propios del acervo barrial totalmente identificado con su entorno. La calidad discursiva de Antonella da fe de la voluntad inquebrantable de una nueva era que se impone con la fuerza del lugar que siempre existió y que poco a poco se refuerza con las nuevas energías. La importancia de lo que se hizo, del día a día, del ascenso, de la visibilización y la entrega, son testimonio de una muchachada femenina que viene para quedarse con una fuerza inusitada, genuina y dispuesta a todo por amor al fútbol.