En los últimos días hemos asistido a afirmaciones de un candidato a presidente sobre la posibilidad de cerrar el Conicet. Esta subestimación de la ciencia no es nueva, los que tenemos algunos años vimos a la policía entrar a los bastonazos en la Universidad, vimos mandar a los científicos a lavar los platos, vimos convertir el Ministerio de Ciencia y Tecnología en secretaría, y más tristemente hemos visto a investigadores tener que emigrar para poder seguir sus investigaciones o simplemente para mantener a sus familias, por los bajos recursos dedicados a la ciencia o por ser perseguidos políticos.
Es muy difícil explicarle al trabajador que tiene que tomar tres colectivos para ir a trabajar, a quien le sube la luz, el gas, la electricidad, para qué sirve invertir en ciencia. Más fácil es decirle que ese dinero se podría invertir en crear jardines de infantes (que nunca se abrieron) o en pagar la deuda externa.
Entonces, cerremos el Conicet.
Claro que tenemos tres Premios Nobeles en Ciencias, Bernardo Houssay (fundador del Conicet), Federico Leloir y César Milstein (quien efectivamente tuvo que emigrar para seguir su carrera). Ningún otro país en Latinoamérica tiene Premios Nobeles en Ciencia. Pero de qué sirve tener Premios Nobeles si hay gente que padece hambre y miseria.
Cerremos el Conicet.
Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Australia, todos los países escandinavos, por sólo citar algunos, invierten una importante parte de su PBI en investigación ¿Lo derrochan? De estos países salieron las más importantes empresas tecnológicas, de informática , de biofármacos, de robótica. Habrá sido por casualidad, o tendrá relación la creación de empresas tecnológicas con la generación de ciencia y de una masa crítica de científicos?
Pero cerremos el Conicet.
La revolución biotecnológica y del ADN, de la que tanto se habla empezó en los años 70 del siglo pasado. Los primeros fármacos de origen recombinante (origen biotecnológico, o Biofármacos) se desarrollaron y produjeron en los años 80 en Europa y los Estados Unidos. En Argentina también. Tuve la suerte de participar de esta ola ¿De quë empresas proveníamos los profesionales que participaban de estos proyectos? De ninguna. No había empresas de biotecnología. Veníamos de la ciencia pura, del Conicet, de las universidades ¿De dónde salieron los creadores de las empresas de nanotecnología? ¿De dónde salieron los profesionales que desarrollan la vacuna contra el covid? ¿De dónde los que desarrollan semillas transgénicas?
En la actualidad hay numerosas empresas de biotecnología en Argentina, hay una cámara que las nuclea. La Cámara Argentina de Biotecnología. También tuve la suerte de estar entre sus fundadores. En esta cámara participan desde empresas muy grandes hasta una incubadora de empresas que utilizan la ciencia, que aprendieron en universidades o en institutos del Conicet, para generar nuevos tipos de alimentos, de fármacos, de diagnóstico, para mejorar semillas, o crear carne sintética.
Pero, cerremos el Conicet.
Hace 35 años que trabajo en la industria privada. En particular en el área de biofármacos. Hay otras empresas argentinas en la misma área. Al principio, todos estos fármacos se importaban. Los precios eran altísimos (2000 dólares una dosis). Hoy en día hemos logrado sustituir muchos de estos fármacos importados por productos de excelente calidad de Industria Nacional. Los precios se han reducido notablemente, los dólares que eran enviados al exterior para pagar estos medicamentos, ahora quedan en el país y tanto nosotros como otras industrias del sector, exportamos y generamos divisas. Constantemente nos nutrimos de científicos, formados en nuestros institutos. Algunos entran a trabajar en las empresas del sector. Con otros hacemos acuerdos de colaboración para desarrollar nuevos proyectos o tecnologías.
Pero esta bien que cerremos el Conicet.
Durante la pandemia, la empresa Inmunova desarrolló un suero en caballos contra el virus del covid que ayudó a salvar muchas vidas. Esta empresa está constituida por científicos formados en el Conicet y funciona en una universidad estatal. La empresa en la que trabajo, gracias a la tecnología que desarrolló y a las inversiones que se hicieron, pudo producir en Argentina 250 millones de dosis de vacuna contra covid que ayudaron a detener la pandemia en Argentina y Latinoamérica. Hoy hay una empresa, que en colaboración con la Universidad de San Martin, está dearrollando una vacuna contra el covid.
La Empresa Bioceres, que hoy cotiza en la Bolsa de EEUU (valuada en más de 1000 millones de dólares) , y que se dedica entre otras cosas a mejorar semillas genéticamente, para hacerlas más resistentes a las inclemencias del tiempo, tiene importantes acuerdos con el Conicet.
Pero igual podemos cerrar el Conicet.
La empesa Arsat desarrolló y lanzó numerosos satélites que nos permiten comprender mejor el espacio exterior, pero también comunicarnos y tener WiFi y estar conectados con el mundo, sin depender de otros. Pero también la podemos cerrar.
No me especializo en el área de Ciencias Sociales, pero se me hace difícil pensar que pudiera haber escritores, filósofos, poetas, sociólogos, incluso economistas, si no hubiera investigación en estas áreas.
Cerremos el Conicet. Pero cerremos también el Teatro Colon, los museos, el Planetario, los cines ¿Por qué un país en crisis debería gastar en arte, cultura?
La ciencia la tenemos que ver como un tiro de escopeta. Se disparan numerosos perdigones para que uno de en el blanco y pueda transformarse en algo productivo. Los otros siguen su camino, algunos generarán sólo conocimiento, pero otros tal vez den en el blanco dentro de cinco o diez años.
¿Cómo justificar, ante el ciudadano de a pie que se está estudiando el genoma de una bacteria, o las propiedades de una planta del Chacoa? ¿Y los medicamentos que se obtienen de las plantas?¿Y a las bacterias patógenas cömo las combatimos?, y ¿las bacterias necesarias para nuestro intestino, como las entendemos si no las estudiamos?
Hoy se habla esencialmente de empresas y de generar dinero ¿Pero quién invertiría en un país que no tiene científicos ni técnicos para llevar adelante nuevos proyectos o estructurar y dirigir dichas empresas?
Entonces cuando nos hablan de que Argentina tiene que ser un país liberal, un país capitalista, nos muestran como ejemplo Suecia o Alemania, pero se tomarán medidas que nos van a hacer parecer más a Haití o El Salvador (dolarizado este último) sin desmerecer a ningún país.
Últimamente también se habla de que Argentina es inviable, un país sin posibilidades, sin futuro. El litio, el petróleo, incluso la soja y la ganadería, necesitan tecnología para ser apropiadamente explotadas. Cerremos el Conicet. Dependamos de otros, que sí invierten en ciencia. Condenemos nuestro país a realizar lo básico como en la Edad Media. Produzcamos sólo granos y ganado.
Cerremos el Conicet y Cerremos Argentina
* Doctor en Ciencias Biológicas de la UBA, Mauricio Seigelchifer.
Nota: las ideas vertidas son propias y no comprometen ni a la empresa en que trabajo ni a las instituciones o empresas mencionadas en esta nota.