Hay que ingresar literalmente a contrapelo a la exposición “Desatando la línea de tiempo”, de Marcela Astorga (Mendoza, 1965), con curaduría de Silvia Rottenberg, porque la artista construyó una estructura para angostar el pasillo de acceso y sobre las paredes adosó una serie de grandes cepillos de cerdas que rozan el cuerpo de los visitantes. Esa entrada marca el resto de la muestra, porque el cuerpo, la piel, son un tema clave en la obra de la artista, dado que se vuelven núcleos de sentido y asocian su trabajo con la historia, la política, la sociedad y la subjetividad.
Hace más de dos décadas que Astorga toma la cuestión de la piel como material de referencia de la historia argentina. Aquí hay también piezas que incluyen tiras de cuero de uso militar, montadas sobre alambre tejido. Siempre le interesó la teoría de las cinco pieles del vienés Hundertwasser: la piel, la ropa, la casa, el contexto y la ciudad.
“Cuando me invitó Florencia Battiti a exponer acá -cuenta Astorga a Página12-, mi decisión fue hacer algo instalativo. Este Parque y el Monumento son para mí una de las mejores construcciones arquitectónicas de Buenos Aires. Entrar y recorrer esos muros con las plaquetas y los nombres de las víctimas es absolutamente conmovedor. Entonces no podía obviarlo. La primera obra, el pasillo, es un homenaje a mi abuelo materno, cuyo apellido judío, Landesman, significa “hombre de campo”. Cuando él llegó a la Argentina su primer trabajo fue hacer cepillos de cerdas. Entonces al atravesar ese pasillo con cepillos, uno toma conciencia de que está vivo y de que está acá”.
Mientras se atraviesa el pasillo, al fondo se yergue una instalación que cumple la función de un enorme muro realizado con textiles bellamente deshilachados; montados en estructuras que ofician de marco. “En la los tejidos de la ropa -dice Astorga- se impregna y queda registrado el cuerpo. En obras anteriores, con tejidos rojo sangre, como si fuera una acto de locura, destejía los hilos rojos como si quitara las heridas. Ahora son hilos negros, que si uno quiere, pueden pensarse como sangre vieja”.
Ritmando el recorrido, se oyen de fondo golpes secos que provienen del video poético e inquietante que se proyecta en la última sala: hace años la artista llevó a cabo una serie de acciones sobre casas viejas, a punto de ser demolidas, que registró en fotos y video. Perforó los techos para producir una suerte de constelación, de modo que los haces de luz de sol se filtran iluminando los ambientes oscurecidos, a punto de transformarse en escombros. Allí se derrumba un historia, vidas, sucesos, con los materiales como testigos.
José Luis Landet (Buenos Aires, 1977), utiliza como materia prima de sus obras un enorme conjunto de ‘ruinas’ y ‘sobras’ socioculturales, expulsadas hacia los márgenes por el neoliberalismo y el capitalismo financiero. Y con ellos transforma y rearma un mundo propio, paralelo, a partir de aquellos restos. Una muestra de ese mundo es su exposición “La visión detrás”, con curaduría de Florencia Battiti, Fernando Muñoz y Cecilia Nisembaum.
“Este lugar es muy especial, muy importante -explica Landet- , no solo por lo que significa, sino también en términos personales, porque participé del concurso de obras que hizo el Parque de la Memoria en 1999. Mandé un proyecto con mi tío, un escultor amateur (ya fallecido). En ese momento yo tenía 22 años. Y aquel envío está incluido en el libro que da cuenta de todos los proyectos que participaron del concurso. El proyecto era un relevamiento del lugar, con fotos, bocetos, planos. A los pocos meses, me fui a vivir a México”.
El artista va a buscar sus materiales como si arrojara una inmensa red sobre el mundo, o en el río. “Las grandes piezas que abren la exposición -cuenta JLL- las pensé directamente en relación con el río, con lo que el río va dejando con el paso de los años. Imaginé sacar estas estructuras que vienen con imágenes, con sombras, veladas, oscuras, chorreadas; vemos fragmentos del sujeto social o cultural. Es algo distópico, arqueológico. Quería mostrar estructuras en la que hay imágenes que no están negadas, sino visibilizadas por su opacidad. Con esta idea me metí en el depósito que hay acá y vi mamparas con huellas de humedad, que decidí usar en la obra, como una especie de acción escultórica”.
Enciclopedias, literatura revolucionaria, cuadritos de pintores amateurs, dramaturgias, saberes propios y ajenos… el mundo que emerge en la obra de Landet muestra los ecos de un arte hecho por un sujeto desplazado de su autoría, incluso de su objeto, porque lo artístico aquí se nutre de lo ‘menor’, de lo anónimo, de todo aquello que no pasa por la circulación habitual del arte. El arte es un método que consiste en una larga cadena de (des)apropiaciones, reinterpretaciones, recortes (y fragmentaciones), desplazamientos y transformaciones.
Una parte importante de esta muestra, fiel a su procedimiento constructivo y a su poética, es una reconfiguración de la exposición “El atajo”, que presentó hace dos años en el Museo Marco: versiones, reversiones, conversiones, variaciones. Nuevos modos de disponer las piezas, que como consecuencia generan un nuevo relato.
* En el Parque de la Memoria, Costanera Norte -adyacente a Ciudad Universitaria-, de martes a domingos, de 11 a 17; hasta el 12 de noviembre.