Adorable Puente. Lisandro Aristimuño en más de una oportunidad confesó su admiración por Gustavo Cerati y lo reconoció como una de sus principales influencias. Por eso, de alguna manera el cantautor patagónico cumplió un sueño el domingo a la noche en el Centro Cultural Kirchner. Frente a casi 2000 personas, Aristimuño tuvo la responsabilidad de recrear el disco completo Bocanada (1999), una pieza clave en la obra de Cerati. "No saben la emoción que es estar acá. Es muy fuerte", dijo el músico, que se encargó junto a su banda de interpretar con contundencia y fidelidad desde la primera hasta la última canción del disco.

El concierto empezó puntual, a la hora pautada, como suele ocurrir en este espacio. Pero unos minutos antes, cuando la presentadora resaltó la importancia del acceso a la “cultura de manera gratuita y de calidad” la sala estalló en aplausos y cánticos a favor de los derechos democráticos. Una energía que se respira por estos días. Luego, sin más, Lisandro Aristimuño y una impecable banda armada para la ocasión se dedicaron a tocar las canciones del disco en el orden original. Lo hicieron con cierta fidelidad y respeto por los arreglos originales y los sonidos sampleados que aparecen en el disco, sí, pero también con un margen para darle vía libre a la impronta personal y al vuelo musical del momento.

La primera en sonar, claro, fue “Tabú”, que arrancó con la clásica introducción de batería en este caso recreada por Juan Pablo Alfieri. Después de la calma de “Engaña”, y con la banda más suelta y confiada, Aristimuño soltó el micrófono y le dio lugar a la corista An Espil, que se hizo cargo de la voz principal de “Bocanada”. Espil, una artista en ascenso, le imprimió una cuota justa de sensualidad a la canción. El clima siguió creciendo con la versión de “Puente”, una especie de isla adentro del disco –su sonido es acústico y despojado- que se convirtió en uno los hits.

“Adorable puente se ha creado entre los dos”, cantó una y otra vez el patagónico y la frase cobró nuevos sentidos. La influencia de Cerati en su música se refleja, sobre todo, en el cruce entre los sonidos orgánicos y los electrónicos. Pero la canción también interpeló fuerte al público. “Cruza el amor, cruza el amor por el puente/ Usa el amor, usa el amor como un puente”, se replicó en las miles de voces que se dieron cita en La Ballena Azul. Después de “Río babel”, que apeló al groove bailable, llegó el turno del primer invitado de la noche: Tweety González se sumó a los teclados para interpretar “Beautiful”.

La psicodelia y el misterio se adueñaron de “Perdonar es divino” y en la orquestal “Verbo carne” la banda entregó su versión más densa y profunda. En “Raíz”, Aristimuño demostró que es un experto en combinar la música folklórica con las programaciones electrónicas, algo que está muy presente en su música. En esa misma línea, el músico se quedó solo en el escenario con su máquina de samples y regaló un segmento techno y ambiental. El momento más pop-rock y bailable de la noche, tal vez, ocurrió con “Paseo inmortal”. “Sigo detrás del corazón moviéndolo lentamente”, cantaron Espil y Aristimuño, con la colaboración del bajista Fernando Nalé –músico de Cerati-, Ariel Polenta en teclados, Fernando Kabusacki en guitarra y Rocío Aristimuño en percusión.

Luego, el pulso volvió a bajar y a conectar con el presente con “Aquí y ahora”. Apareció entonces la última invitada de la noche, la fotógrafa Nora Lezano, que recitó unos versos en sintonía con la canción. Ya casi en el final, Kabusacki y Aristimuño desplegaron la psicodelia electrónica de “Alma” y el concierto culminó con la última canción del disco, “Balsa”, una pieza instrumental que envolvió toda la sala.

"Esto significa cumplir un sueño muy hermoso para mí y para todos. Bocanada es un discazo del maestro total que es Gustavo Cerati", resaltó Aristimuño, que al interpretar puso en evidencia la vigencia y actualidad que tienen las canciones del disco. Una obra importante dentro de la discografía de Cerati y que capturó un momento de crisis personal –había regresado al país tras varios años de vivir en Chile- pero de gran inspiración creativa. Por eso, el disco condensa momentos de misterio, nocturnidad y melancolía pero también de euforia y luminosidad. Esos mismos contrastes son lo que también intentaron recrear el domingo en el CCK: el show tuvo pasajes de intimidad y fervor, bajo un juego de luces de tonos azulados y anaranjados. Pero sobre todo, predominó el compromiso y el respeto por una obra que todavía suena moderna y contemporánea.