Las miserias de los Innu en el Nunavut o Nitassinan, territorio que fue reconocido por la Confederación Canadiense, comenzaron cuando se instaló la empresa minera Iron Ore. Entonces llegó la expulsión de su tierra, el traslado y la contaminación de los lagos. Una mujer decide denunciar el daño ocasionado por el Blanco, palabra en mayúscula que representa una categoría política con una lógica destructiva, extractivista y especulativa. 

“El Blanco ha destruido nuestra cultura Innu, sin que nos diéramos cuenta. Vivo la vida del Blanco y, realmente, no hay un día en que sea feliz porque yo, una Innu, no me gobierno a mí misma, es el Blanco el que me gobierna”, escribió An Antane Kapesh en Soy una maldita salvaje, publicado por primera vez en 1976, en innu-aimun y francés. La editorial Espacio Hudson acaba de lanzar en Argentina una edición bilingüe (castellano/innu-aimun), con traducción y prólogo de Violeta Percia. El libro se presentará este martes a las 18.30 en la Biblioteca Nacional con Ana Cacopardo, Chana Mamani, Mariano Sverdloff y la coordinación de Percia.

Kapesh (1926-2004), formada en la educación innu tradicional que en los años 50 fue interrumpida por las políticas de asimilación del Estado de Canadá y Quebec, fue la primera escritora que publicó en innu-aimun. La autora de ¿Qué has hecho con mi país? abrió el camino para las literaturas de las Naciones Primeras en la literatura canadiense y ejerció influencia en escritoras como Josephine Bacon, Natasha Kanape Fontaine, Maya Couisineau Mollen o Naomi Fontaine. 

En Soy una maldita salvaje, un testimonio del colonialismo en la tundra, Kapesh mete el dedo en una contradicción medular; para los Innu no era necesario escribir para narrar las historias del pasado. “Ahora que el Blanco nos enseñó su manera de vivir y destruyó la nuestra, añoramos nuestra cultura. Por eso pensamos, también nosotros, los Innu, en escribir como el Blanco”, reconoce al comienzo del texto, que podría considerarse un ensayo autoetnográfico, en la medida en que, tal como lo entendió Catherine Russel, “la autobiografía o a literatura autorreferencial se convierten en etnográficas cuando el escritor o escritora entienden su historia personal como implicada en formaciones sociales y procesos históricos mayores”, recuerda Percia en el prólogo. Apropiarse de la escritura, una práctica que no pertenece a la cultura innu, le permite decir otra verdad: “el Blanco es menos civilizado que nosotros”.

Soy una maldita salvaje está organizado en nueve partes, con un posfacio y un preámbulo donde afirma que en su libro “no hay palabra de Blancos”. Kapesh reflexiona sobre la relación entre lo "civilizado" y lo "no-civilizado", y pone el foco en una suerte de travesía vital inexorable. Cuando al Blanco se le ocurrió volverse “mi hermano a mis espaldas” -describe el inicio de una cadena de sometimientos- lo primero que le dio fue la Escuela. Después, para enseñarles la cultura, se valió de cuatro clases de Escuela: la Comisión Escolar, el Bar, la Prisión y el Hospital. “Cuando mis hijos son heridos por la policía, tienen aún una enseñanza que recibir del Blanco: ir a beber al bar. Es ahí donde a mis hijos se les ocurre ir luego de eso. Cuando salen del bar es para recibir, en la puerta lindera, otra enseñanza del Blanco: la de la prisión. Al salir de la cárcel, en ocasiones son heridos por la policía, entonces los llevan al hospital: mis hijos salen del hospital en último lugar. Creo que es en ese momento cuando reciben su diploma de joven Innu para que, por el resto de sus días, ya no conozcan más su cultura y que en toda su vida no puedan intervenir en el mercado de trabajo”.

Percia explica que Kaspeh asume el término salvaje “como un campo de batalla que abre un espacio de liberación”. La traductora plantea que se reapropia de este calificativo “para sacarlo del contexto racista y convertirlo en un emblema de la identidad subalternizada”. La escritora innu detalla cómo el Blanco llegó al territorio a abrir una cantera, excavar una mina, bloquear los ríos con represas “con el sólo fin de garantizarse los medios de vida únicamente para él”. No hay cohabitación posible, agrega Percia, mientras el modo de vida Blanco siga siendo destructor por naturaleza. Las políticas coloniales que denuncia en el libro están siendo revisadas en Canadá. “El descubrimiento reciente de fosas comunes con restos de más de doscientos quince niños en un internado de Kamloops, en la provincia canadiense de la Columbia Británica, reaviva la magnitud brutal de las consecuencias que las políticas de asimilación y borramiento identitario han tenido sobre las sociedades originarias”, afirma Percia, escritora y doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires.

“Soy una maldita Salvaje. Me siento orgullosa cuando, hoy, escucho que me llaman Salvaje. Cuando oigo al Blanco pronunciar esa palabra, comprendo que me dice incesantemente que soy una verdadera Innu”, confiesa Kapesh en el posfacio de un libro donde la palabra innu emerge como otra manera de habitar el mundo.