La cultura queer vive y respira en cada uno de los rincones de Nueva York. Se trata, sin lugar a duda, de una de las comunidades más ruidosas y poderosas del planeta, parte insoslayable de la existencia y el atractivo de la ciudad, como su multietnicidad, los rascacielos, el Central Park y los teatros de Broadway. Los estadounidenses LGBT en Nueva York constituyen la población gay, lesbiana, bisexual y transgénero más numerosa del imperio y acaso del mundo. Son el sueño encarnado de los vecinos pioneros de Greenwich Village, de los poetas de la Generación Beat y de las víctimas de Stonewall. Sólo el área metropolitana tiene unos 756 mil residentes LGBTQ+, según datos oficiales de 2018.
Pero esta cultura singular no surgió de un día para otro, tiene un sólido y fascinante recorrido a la largo del tiempo y del espacio de la ciudad sobre la que tantos escribieron o cantaron. Es mucho más prominente de lo que, en general, se conoce o se cree. “Aquí no hay armarios, cariño”, decían antes de los años 60, que muchos suponen los tiempos de florecimiento de la comunidad. Una frase que llama la atención.
Diferente del presente más o menos abierto y del pasado más o menos cercano en que las persecusiones y la discriminación eran moneda corriente, Nueva York Gay cuenta que en sus orígenes el mundo gay masculino (que de eso se trata) surgió, se mostró y se expandió sin la violencia que llegó después. Esa etapa de conformación de los rasgos propios de la comunidad transcurrió entre fines del siglo diecinueve y la Segunda Guerra Mundial, y según diferentes registros no ocurrió en el contexto de aislamiento, ocultamiento y rechazo que se podría suponer. Los protagonistas fueron, sobre todo, gente de la clase trabajadora, centrada en barrios de inmigrantes afroamericanos, irlandeses e italianos, aceptados en convivencia más o menos pacífica por el resto de sus semejantes.
Eso es lo que señala como uno de sus leitmotiv, el historiador y catedrático de Yale y Chicago, George Chauncey, destacado defensor del matrimonio igualitario. Este investigador en Ciencias Sociales contó de manera brillante ese particular período en su libro Nueva York Gay: género, cultura urbana y la creación del mundo gay masculino (Gay New York: Gender, Urban Culture, and the Making of the Gay Male World, 1890-1940). Fue en 1994 y el recibimiento muy bienvenido: ”Monumental”, escribió el Washington Post, “Inexpugnable”, señaló The Nation, “Un libro de historia de primer nivel”, reseñó The New York Times.
Aquel primer volumen en inglés fue una piedra angular, un punto de inflexión que cambió definitivamente la forma de pensar la vida gay masculina y neoyorkina. Puede leerse ahora en nuestras pampas, gracias a la reciente publicación de Editorial Prometeo. Se presenta con prólogo de Pablo Ben, especialista en historia global de la sexualidad y profesor en la Universidad de San Diego.
El libro intenta recuperar aquel universo pretérito, delinear sus cartografías y mapas, relevar la política de una vida que floreció antes de la mitad del siglo veinte. La memoria popular y los historiadores olvidaron ese universo gay, como si no hubiera tenido lugar, pero la vida queer ocurría, con sus hadas y reinas pintadas, que se maquillaban en público durante el día, hasta sus hombres que se acostaban con mujeres cis y con varones homos y no perdían su buena reputación.
Chauncey detalla una diversa gama de identidades de género que coexistieron entre sí durante la etapa estudiada y rastrea el salto a la fama dentro de la sociedad blanca de clase media de los conceptos de homosexual y heterosexual. También describe las identidades diversas que habitan en la ciudad previo a la contienda y explora el nacimiento de la cultura gay masculina. Por otra parte, no falta el análisis de cómo las autoridades las vigilaron.
A través de entrevistas y de una ardua investigación en diferentes archivos, Chauncey (nacido en 1954 y distinguido por sus trabajos con la Beca Guggenheim) muestra que a principios del siglo pasado Nueva York tenía una cultura vibrante y plural. Chauncey trabaja en la actualidad en una historia gay de Nueva York que irá desde mediados del siglo veinte hasta el presente
No fue hasta los años treinta que el comportamiento gay comenzó a ocultarse. Antes bien, el autor da cuenta de un universo gay masculino visible, complejo y cambiante, que incluía enclaves barriales, fiestas de hasta 5 mil personas, casas de baños desde 1920 y actividades que eran promocionadas abiertamente y sin restricciones. Había múltiples comercios queer, para todas las clases, bolsillos y gustos.
Fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando el binarismo homo-heterosexual, según palabras de Cauncey, se volvió hegemónico. El advenimiento del movimiento moderno por los derechos en 1969 posibilitó la liberación y el reingreso queer a la esfera pública.
Enciclopédico, de información accesible y sorprendente, con atención a las normas de género y a las culturas de clase social Nueva York Gay muestra los antecedentes de una comunidad con una larga y rica historia y ayuda a entender las luces y sombras del presente.