“Sé lo loable de hacer una colecta para darle una mano a Independiente, pero me parece una vergüenza que un club con tanta historia tenga que recurrir a esto para pagar una deuda. Si se me llega a ocurrir esa iniciativa en Barcelona, me prenden fuego”. De esta manera, Carlos Alejandro Alfaro Moreno se refirió a la actualidad del club de Avellaneda y la comparó con el Barcelona de Ecuador, institución que preside desde finales de 2019.
El "Beto" Alfaro Moreno está instalado en Guayaquil desde hace 30 años, pero viaja una vez por año hacia la Argentina para visitar familiares y estar presente en el Libertadores de América, ex Doble Visera, estadio que le dio muchas alegrías cuando fue el delantero goleador del equipo que se consagró campeón de Primera División en la temporada 1988/89.
“Cuando llegué al Rojo en los primeros seis meses sufrí el cambio de adaptación y el estilo de juego. Me costó entender cómo se debía jugar en un equipo grande denominado de 'paladar negro'”, recordó Alfaro Moreno que llegó desde Platense, donde debutó en 1983.
El atacante arribó al Rey de Copas en 1988, y un año después se coronó campeón siendo el goleador con 14 tantos. Luego fue elegido el mejor futbolista del año '89, lo que le permitió ganar el Premio Olimpia, y se convirtió en uno de los máximos socios de Ricardo Bochini en la delantera. Un delantero muy peligroso que anotó 46 goles en 114 encuentros con la camiseta roja, en sus dos etapas entre 1988/91 y 1993/94.
Tras su paso por el Rey de Copas, jugó en Barcelona de Guayaquil, Espanyol y Palamós de España, América y Atlante de México y Ferro Carril Oeste, convirtiéndose en ídolo del equipo ecuatoriano. A los 59 años es hoy el mandamás de la entidad de Guayaquil.
“Ser presidente de esta institución es cruento, porque además soy el representante legal de un club con un enorme pasivo que tiene la obligación de ser protagonista en lo deportivo, en donde sólo sirve ganar en un país que tiene el 70 por ciento de hinchas del Barcelona en todas las regiones”, revela en dialogo con Página/12.
-¿Que es de tu vida, Beto?
-Estuve la semana pasada en Nueva York porque hay una enorme colonia ecuatoriana, y uno de nuestros principales auspiciantes ha creado un proyecto para los migrantes ecuatorianos de inversión. De esta manera, nos invitaron a un par de eventos, y de paso aproveché a visitar escuelas de fútbol en Queen's que son filiales del Barcelona.
-Justamente sobre el club que presidís, ¿se llevarán a cabo las elecciones a presidente finalmente, después de la medida cautelar que sigue sin resolución?
-Estoy convencido que habrá elecciones. Pero lo que podría suceder es que se difieran y no sean el 2 de septiembre como estaba programado por el directorio por estatuto, sino a fines de septiembre o en octubre a lo sumo. Esa medida la presentó José Francisco Cevalllos, un ex presidente que tiene intenciones de postularse nuevamente. El 14 de julio, Cevallos interpuso una acción de protección con medida cautelar contra el club, pero él fue excluido del padrón electoral, ya que la institución lo sancionó por ocho años sin ser socio, y recibió una multa de diez mil dólares.
-¿Vas a presentarte para la reelección?
-Desde hace un año a esta parte estaba convencido de que no iba a presentarme para salir bien librado de este puesto, porque para los últimos presidentes que tuvo la entidad sería un milagro terminar bien parado en esta lucha que tiene dos ángulos: primero, pelear en lo deportivo por ser el equipo más popular del país, y segundo en lo económico. Nosotros tomamos un club con un pasivo de cerca de 55 millones de dólares, y la verdad que fuimos cumpliendo pese a ser una administración que lidió con una pandemia mundial que afectó en todos los sentidos. Porque más allá de eso tuvimos superávit todos los años, hemos bajado el pasivo y estuvimos peleando torneos importantes. La realidad es que estamos en un momento de análisis de nuestro grupo oficialista, habrá un candidato pero no sabemos quién todavía.
-¿Los que están con vos en la gestión qué pretenden?
-Muchos de mis compañeros piensan que debo seguir, pero yo íntimamente tengo la sensación de que me juego el prestigio y el cariño que sembré desde mi época de jugador. Entonces, sé lo que significa para mí esta gran responsabilidad. Además, cuatro años más lo veo muy distante. En definitiva, hay situaciones que me llevan a impulsarme y otras que me frenan, pero en los próximos días tomaremos una decisión.
-¿Qué balances hacés de tu mandato como presidente del club hasta ahora?
-Para muchos es la mejor administración de los últimos 25 años. ¿Por qué en todo ese tiempo? En 1998 nos tocó disputar la final de la Copa Libertadores. Después de eso, Barcelona estuvo 14 años sin lograr un título. Luego, volvió a ser campeón en el 2012, y en esa administración de los hermanos Novoa el club logró un campeonato y perdió la final. En la gestión de Cevallos, donde fui vicepresidente deportivo, logramos un título y llegamos a una final de Libertadores. Este mandato tuvo de los dos, ya que en el 2020 fuimos campeones, en el 2021 semifinalista de Copa, en el 2022 llegamos a la final que perdimos con el Aucas peruano. Adicionalmente, hemos bajado el pasivo, gastamos menos de lo que ingresó, pese a la llegada del coronavirus y todo lo que se generó.
-Hace tiempo estás instalado en Guayaquil, ¿extrañás la Argentina?
-Durante la pandemia hubo imágenes en Guayaquil que fueron cruentas. La gente se moría en las calles, y en una nota periodística dije: “Yo no soy un argentino que vive en Guayaquil y está sufriendo esto, soy un ecuatoriano naturalizado, sino no podría ser presidente del Barcelona". Yo me casé en Ecuador, mi esposa es de acá, tengo hijos ecuatorianos y la realidad es que cuando viajo y voy tres o cuatro días a otro país extraño mucho Guayaquil. En 2024 voy a cumplir 30 años de haber venido a jugar al Barcelona desde Independiente de Avellaneda. Tuve un paso luego por el América de México y Ferro Carril Oeste cuando ya estaba en el retiro de mi carrera. Pero estoy convencido de que este es mi lugar y mi casa, y soy muy feliz acá.
-Fuiste futbolista, comentarista, secretario técnico, dirigente. ¿Cómo es ser presidente de un club, hay más presiones que las otras funciones mencionadas?
-Siempre supe que no iba a ser entrenador. En mi retiro en 2002, fui director deportivo y me pidieron que de una mano y ocupé el cargo director técnico interino en tres partidos, pero nunca quise ser técnico. Después, armé un proyecto de una escuela de fútbol que pertenece a Barcelona, y comencé a ser dirigente deportivo en mi propia iniciativa. Fundé mi propia institución, Torero Fútbol Club, que es filial de Barcelona e hice dirigencia desde las infantiles. Eso fue lo que me apasionó. Aparte, soy hijo de mamá maestra y tuve la obligación de tener buenas calificaciones para tener permiso para ir a entrenar a Platense. Además, estudié Ciencias Económicas en la Universidad de Morón, y le pedí perdón a mi madre cuando suspendí los estudios siendo parte de la Selección Argentina. A todo esto, soy Licenciado en Comunicación. Es más, en septiembre termino una maestría de Comunicación Digital.
-Entonces, te fuiste preparando para llegar a ser el presidente del Barcelona.
-Si, me encanta crecer, estudiar y prepararme para lo que quiero ser. Hemos creado un departamento de comunicación en el club que es extraordinario. Después de 40 años de mi debut como futbolista, me fui preparando para seguir ligado al fútbol desde diferentes ámbitos. La responsabilidad de ser presidente es muy grande pero no hay nada que me hacía más feliz que jugar al fútbol, que es una profesión bendecida por Dios.
-¿Por qué nunca te gustó ser director técnico?
-Yo tuve en casi 20 años a cinco entrenadores mundialistas: Carlos Bilardo, Alfio Basile, el "Indio" (Jorge) Solari, Miguel Mejía Barón en México y a Javier Clemente en el Espanyol de Barcelona. Desde la época de Bilardo concebí esa idea de que el éxito se logra con la obsesión por los detalles. Soy un obsesivo de mi cuidado personal, de la suma de detalles, y de la organización deportiva, la metodología, etc. Entonces, hubiese sido muy difícil manejarme el día a día como técnico. Estoy concebido con la idea de que el futbolista debe vivir las 24 horas para el club, debe tener tatuado el escudo en su frente, jamás debe poner excusas de la altura, el calor o el frío, por ejemplo. De esta manera pensaba cuando jugaba y los tiempos han cambiado. Si bien soy un presidente cercano a los jugadores e integrante de la secretaria técnica y la comisión de fútbol, por mi pasado considero que en el día a día con el jugador hubiese sido muy complicado estar y por eso preferí seguir por otro camino.
-Como presidente del Barcelona, ¿te involucrás en temas tácticos y de definición?
-No. Soy excesivamente respetuoso de la decisión del entrenador; aprendí eso. Pero sí una vez por semana, en las reuniones de la secretaria técnica, conversamos con el director técnico de lo que pasó y lo que vendrá. No me involucro porque estoy convencido de que nosotros somos dueños del proyecto, pero el DT es el dueño del plantel y las decisiones deben ser tomadas por él.
-¿Tu mejor etapa como futbolista fue en Independiente?
-Sí. Tuve algunos momentos lindos como mi última temporada en Platense. Soy de los tres jugadores de la historia del Calamar que fue convocado a la Selección Argentina junto a Julio Cozzi y Marcelo Espina. Por lo que representa el Rojo de Avellaneda como institución y la repercusión que tiene en lo mediático, fueron mis mejores años. Aparte, fui campeón y agarré la última etapa de Ricardo Bochini siendo elegido como uno de sus socios ideales. Así que es un orgullo que todavía no termino de agradecerle a Dios. Además, jugando en el Rojo me dieron el premio Olimpia al Mejor Jugador de 1989 cuando el seleccionado argentino era campeón de América. Fui compañero de Diego Maradona y conviví con los campeones del mundo en una generación nueva donde estaban Claudio Caniggia, Abel Balbo, Roberto Sensini y Pedro Troglio, entre otros. Guardo de esa etapa mis mejores recuerdos y también tuve años muy buenos en Barcelona, club donde me retiré.
-¿Fue difícil jugar con Maradona y con Bochini?
-No, cómo va a ser difícil, lo difícil era ir al ritmo de ellos (risas). Con Diego jugué menos porque fue en la Selección Argentina donde existía mucha competencia. Cuando llegué al Rojo, en los primeros seis meses sufrí el cambio de adaptación y el estilo de juego, entonces me costó entender cómo se debía jugar en un equipo grande denominado de paladar negro. Era un equipo que atacaba siempre, que era protagonista y ahogaba a su rival en su propio campo. Allí aprendí a conocer a Ricardo, porque cuando no encaraba y daba un pase hacia atrás, se enojaba y empezaba a levantar los brazos. Entonces, ese pensamiento de jugador de equipo grande me costó asimilarlo un tiempo, pero me pude a adaptar a un equipo con enormes exigencias y marqué 50 goles en dos períodos en el Rey de Copas. Fui goleador del equipo campeón y son situaciones que te unen para siempre.
-¿Qué recuerdos se te vienen a la cabeza de Maradona?
-Cosas hermosas. Especialmente de lo que representaba para nosotros como referente deportivo. Yo lo conocí en un amistoso contra España (1-1), el 12 de octubre de 1988 en Sevilla, cuando ambos integramos el seleccionado argentino. Luego, nos volvimos a encontrar en la Copa América '89. Diego venía de ganar todo con el Napoli y jugaba igual a pesar de que arrastraba un dolor en el ciático. El día que lo conocí no me lo olvido más.
-¿Cómo fue ese primer encuentro?
-Llegó al almuerzo al hotel donde concentrábamos y había mucha gente esperándolo en la puerta; no se podía caminar ya que le pedían fotos y autógrafos. Ingresó al restaurante del establecimiento y saludó a todos los integrantes del plantel. Y se sentó con los más jóvenes, en nuestra mesa. A todo esto, ya sabía la historia de cada uno de nosotros. Me dijo “Alfarito saliste campeón con Independiente, cuántos goles hiciste”. Como compañero era extraordinario, muy preocupado por todos. Además, para los partidos se hacía infiltrar por el doctor Raúl Madero para no faltar a un encuentro contra quién sea; él inflaba el pecho y cantaba el himno a todo pulmón. Tengo un recuerdo maravilloso de Diego como compañero y persona.
-¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
-Luego de ese primer encuentro, me voy al fútbol español y juego poco, así que ya no fui más convocado a la Selección Argentina. En 1993 regreso a Independiente para mi segunda etapa, que me fue muy bien, y Diego debuta en Newell's en su primer partido oficial justamente frente al Rojo. Al final, le ganamos 3-0 y convertí todos los goles de cabeza. Tras el partido me vino dar un abrazo y recuerdo que El Gráfico tituló “Hasta Diego lo abrazó”. Es más, tengo una foto con él espectacular. Diego pasa por tu vida, te roza y para él podría ser un abrir y cerrar de ojos pero para uno es un momento inolvidable, que te queda para siempre. La última vez que nos vimos fue en un encuentro por eliminatorias para el Mundial 2010, en el Estadio Atahualpa de Quito. Maradona era el entrenador de la Selección y yo estaba como cronista de un canal de televisión al borde del campo de juego, me vio y se acercó a saludarme.
-Jugaste con Maradona y Bochini, pero te dicen "Beto" por otra figura del fútbol argentino. ¿Por quién es?
-Por el Beto (Norberto) Alonso, porque siempre fui hincha de River Plate, como mi papá. Yo tengo tres cuadros en mi casa con Alonso, Maradona y Bochini. De chico iba a ver al Millonario al Monumental junto a mi viejo. Cuando jugaba en el barrio con mis amigos, yo siempre decía “la lleva el Beto, la lleva el Beto”, y me quedó ese apodo aunque me llamo Carlos Alejandro. Encima, uno de los primeros partidos que jugué con Platense en Primera fue ante el conjunto de Núñez (4-4) en Vicente López, donde tengo un póster grande con el Beto.
-¿Cómo ves la actualidad de Independiente?
-Independiente es un club tan rico, con tantos títulos y logros, que cada vez que voy al Libertadores de América, donde los hinchas me hacen sentir su cariño, me duele mucho ver el momento que está atravesando institucional y futbolísticamente. Nosotros nos acostumbrados a una historia de paladar negro donde si no eras campeón o protagonista, o no peleabas el campeonato, no servía de nada. Recuerdo que dábamos un pase hacia atrás y la gente se enojaba. Es más, Bochini impulsaba a jugar hacia adelante porque a él no le gustaba dar un pase para atrás. Entonces, me cuesta verlo en las posiciones en las que se encuentra. Se fue a la segunda categoría y hoy está en zona de descenso. Me duele mucho la situación que está pasando el club.
-¿Qué te pareció la colecta de dinero que llevaron adelante para pagar la deuda con el América de México?
-Sé lo loable de juntar dinero para darle una mano a Independiente, pero me parece una vergüenza que un club con tanta historia tenga que llegar a hacer una colecta popular para salir adelante. Si se me llega a ocurrir esa iniciativa acá en Barcelona me prenden fuego. Son equipos que por tradición y cantidad de socios sí están bien, los patrocinadores se desesperan por invertir, pero hoy eso no pasa y me da mucha pena que así sea. Como ex jugador amo el club y mis hijos son hinchas de Independiente y del Barcelona, y vivimos siempre pendientes de lo que sucede. Ojalá podamos recuperar el protagonismo que merece la institución, que hace tiempo no gana un campeonato local porque nos acostumbrados a otra historia.
-¿Tenes ganas de darle una mano al Rojo y postularte a presidente del club en algún momento?
-No sé si a presidente porque yo vivo en Guayaquil desde hace tres décadas. Pero en algún momento me han llamado para sondearme, con relación a ocupar un cargo en cuanto a fútbol refiere. La verdad que no me senté a pensarlo seriamente. Hoy lo veo lejano, una utopía, pero ya veremos qué pasa a futuro.