La Red Transandina Diaguita de Mujeres y Disidencias “Ancestrías del Futuro” es un espacio diverso conformado por identidades feminizadas que se reconocen con un territorio en común. Esta red se conformó durante el tiempo de pandemia frente a la necesidad de generar espacios de encuentro y de cuidado colectivo contra las violencias patriarcales y las políticas extractivistas hacia los cuerpos de las mujeres y las identidades feminizadas dentro de los territorios.
“Desde la red trabajamos aspectos de salud y de la memoria pero también de defensa de las tierras y aguas, nuestro arte y cultura que forman parte de la integridad intelectual del pueblo de Diaguita”, explica Lourdes Albornoz de la Nación diaguita e integrante de Ancestrías del Futuro al comenzar la charla. “Siempre desde una mirada y un hacer político que forma parte de un tejido ancestral del cual las mujeres somos herederas y guardianas”, agrega.
En la actualidad, la red cuenta con más de 150 personas, mujeres y disidencias que realizan diferentes actividades dentro del amplio territorio que abarca desde Salta hasta San Juan de los dos lados de la cordillera de los Andes. Para conocer un poco más sobre su experiencia situada, dialogamos con Lourdes Alcaraz y Mercedes Fernández, en Tafí del Valle, Tucumán. Desde sus prácticas cotidianas trazan un pacto feminista, transandino y transgeneracional para la defensa de la vida.
¿Por qué es importante trazar esa genealogía entre el futuro y lo ancestral?
Lourdes Albornoz: Lo que nosotras tenemos es un posicionamiento, un enraizamiento que nos permite hablar y sostener haceres y propuestas desde un lugar propio, único, sentido, genuino y colectivo. Es la construcción de una en el mundo, que retoma raíces y memorias ancestrales pero que es profundamente propositiva, que mira hacia el futuro. Todo el tiempo estamos mirando a través de esas generaciones que todavía no han nacido. Mirando, como dice una de nuestras abuelas y guía espiritual, con la mirada del cóndor que mira desde lo alto y que desde allí puede observar el panorama completo de lo que son los territorios, de los tiempos-espacios. Nosotras nos posicionamos desde un lugar antiguo que vivieron y transitaron nuestras abuelas con la mirada puesta hacia lo diverso, hacia lo distinto, hacia un mundo que no tenga fronteras ni límites. Por eso tomamos como modelo de organización a los cauces de agua, retomamos esta frase que dice que “encausamos aguas de la resistencia porque así como el agua nace en los glaciares, nace en las vertientes y corre hasta el mar y no tiene límites”. El agua sabe de transformaciones y trasciende todos los tiempos porque es cíclica. Así también las mujeres diaguitas sostenemos esa sabiduría del agua para traducirla a nuestras prácticas políticas colectivas. Nuestro principal deseo y propósito es guardianar los vínculos entre nosotras y nosotres, con nuestros cuerpos y con la madre tierra, con nuestra historicidad, con nuestras formas de vida para trazar esa continuidad y compartir nuestras formas de saber, de construir los saberes y de transmitirlos.
Retomando esta experiencia, ¿por qué es importante incorporar a las infancias en los procesos colectivos?
Mercedes Fernández: Las infancias son parte de los procesos colectivos y, al contrario que muchos adultos, lo tienen mucho más claro que nosotras. Claramente porque los niños y niñas no están tan contaminados con toda esta información que nos atraviesa a las personas adultas. Es lo que nosotros tuvimos cuando fuimos educados en esta escuela que fue tan colonizadora para estos territorios. Por eso, su simpleza y forma de vivir en el presente es clave para nuestra mirada adulta, tenemos que aprender mucho de ellos y ellas.
¿Cuál es el trabajo que realizan con las infancias?
M. F.: Con nuestra propuesta de educación intercultural proponemos respetar toda esta sabiduría ancestral y tomamos los contenidos de la cultura indígena, pero también de esta cultura folclórica de las tradiciones del Estado argentino donde está atravesado el racismo. Cuando empezamos fuertemente a trabajar la interculturalidad dentro de la escuela de Tafí había muchas resistencias de las familias, porque recién se estaban organizando las comunidades. Ahora podemos decir que ya existe el respeto de la cosmovisión.
¿Qué significa educar desde una perspectiva intercultural?
M.F.: Es poder traducir dentro del aula de una escuela argentina el sentir y las necesidades que la comunidad indígena tiene en su proceso de conformación de resistencia. Esta propuesta, por supuesto, va a tener muchísimas resistencias de esta escuela argentina. Sobre todo en un valle claramente atravesado por esta historia de conquista, en una escuela que ha sido creada por un terrateniente para sus peones. Entonces hay todo un atravesamiento histórico y las comunidades hace muy poco están en proceso de reorganización. Entonces mi tarea como mujer diaguita, porque es mi misión y mi tarea comunitaria, es poder traducir lo que la comunidad va necesitando en este proceso dentro de las aulas. El pueblo Tafí es aguerrido, así que ahí vamos aprendiendo de los mayores que no claudican, que tienen registro de resistencias tremendas en todo el valle por el territorio y eso también forma parte de la educación desde haber izado la Wiphala en la escuela, de haber introducido un calendario intercultural con nuestra ceremonias dentro del calendario escolar. Son conquistas que vamos realizando y que tienen que ver, sobre todo, con las voces del territorio y estas memorias que van marcando lo que nosotros necesitamos como comunidad para los niños y niñas.
Frente a la actual crisis climática están trabajando proyectos concretos que traen la cosmovisión del pueblo diaguita al cotidiano de las infancias ¿En qué consiste esa propuesta?
Hicimos un proyecto de investigación sobre el agua y surgió una idea que va emanando de la memoria del territorio. Empezamos a investigar e indagar que en nuestra comunidad, hasta el año 50 aproximadamente, todos los seres tomaban agua de vertientes de ríos de acequia. Había toda una vida comunitaria alrededor del agua. Con el establecimiento de las redes de agua potable la gente empezó a valorar esto como un bien, como el progreso dentro de los hogares y ya no le empezó a dar el valor que tenían antes estas aguas. A tal punto que la misma gente que antes cuidaba muchísimo esos cursos de agua, ahora les tiraba basura. Entonces los chicos y chicas logran ver, a través de la memoria del tío Marcos Pastrana (anciano de nuestra comunidad), el valor para las comunidades que tenía el agua. Marcos les dice claramente un concepto fundamental: “El agua junto a los otros tres elementos de la tierra, el aire y el fuego son nuestros ancestros, de donde proviene toda la vida”. Todos los pueblos originarios del mundo sabían esto y es algo que se olvidó. Los propios pobladores se olvidan de este concepto espiritual primordial: antes al agua la usaban para curar, para sanar, para realizar todas las actividades y estaba presente en las ceremonias, en cada momento de la vida. Había un agradecimiento a la lluvia por las cosechas, había gente que sabía llamar la lluvia o detener las tormentas, o sea hay toda una sabiduría alrededor del agua. La memoria de los territorios viene de muchos de los pueblos que ahora están defendiendo el agua de estos grandes emprendimientos contaminadores extractivistas y, sobre todo, esta memoria empieza a tener eco en muchas organizaciones ambientales pero también en las comunidades originarias donde está la base de esa lucha.
¿Por qué es importante reavivar la memoria ancestral junto a las infancias en este contexto?
Es la memoria que los chicos y las chicas portan y que hay que despertarla, en realidad todas las personas la portamos. Yo creo que cada uno que es tocado con la palabra justa, con ese vínculo, con esa mirada, todo eso te trae al territorio de nuevo. También sucede en estos niños y niñas que estaban sin ser contaminados con otros paradigmas y para ellos, luego de todo este recorrido de hablar con las abuelas y abuelos que curan con agua, la conclusión es que “el agua es sagrada”. Eso se transforma en un concepto teórico que los chicos incorporan y claramente les sirve para entender por qué no hay que contaminarla.
Hablando del resurgir de la memoria ancestral, el Tercer Malón de la Paz lleva más de dos meses de resistencia. En su paso hacia Buenos Aires, llegó al territorio diaguita ¿Qué significó para ustedes ese encuentro y por qué es necesario acompañar este momento histórico?
L. A.: Lo que hoy se está viviendo en Jujuy con la reforma constitucional es parte de una embestida acelerada que busca ampliar las fronteras extractivas en el continente por vías institucionales. Ello conforma una pequeña parte de la ruta del saqueo. Un programa sistemático de explotación del norte global hacia el sur global en consonancia con proyectos internacionales que responden a las demandas de cadenas de acumulación. El objetivo es generar la infraestructura necesaria para la extracción y la apropiación de las riquezas reorganizando todo el territorio de la vía Abya Yala y garantizar la explotación intensiva de nuestros bienes comunes.
¿Cómo se expresa este modelo en Tucumán?
L. A.: A través del avance de la frontera agrícola, la deforestación, el cultivo de soja, la expansión inmobiliaria, la desertificación de los suelos, los pueblos fumigados, los desalojos, a las familias campesinas indígenas. La explotación minera por parte de las transnacionales. La colonización y el racismo excluyente son proyectos en curso que forman parte estructural de este sistema patriarcal en el que también se sostienen. Nosotras somos herederas de nuestros hermanos y hermanas que han defendido, que han desaparecido por defender el agua y la tierra. Gran parte de las mujeres que integran el Malón son guardianas de la tierra y entendemos la lucha no es por nosotras, sino por los que vienen, los que todavía no han nacido y merecen disfrutar del agua que corre, de los glaciares, los salares, lo que nuestros abuelos nos heredaron a nosotras. Tucumán es parte también de la ruta resistencia que viene desde espacios- tiempos milenarios y que va a continuar mientras sea necesario defender la vida. La madre tierra, los seres sagrados, los seres no humanos tienen existencia por sí mismos. Si algo hemos aprendido y heredado los pueblos que nos reconocemos como indígenas es el vínculo con esa territorialidad, el entendimiento y la comunicación con lo sagrado. Desde nuestro territorio instamos a todos los sectores a construir un proyecto político, intercultural, plurinacional, antipatriarcal, anti extractivista y anticapitalista. Lo que nosotras desde nuestra cosmovisión llamamos proyecto como buen vivir comunitario. Tomamos como ejemplo el camino del malón de la paz que desde la provincia de Jujuy nos señala los pasos para construir una Abya Yala emancipada.