La -hoy reconocida fotógrafa- Tria Giovan tenía 23 años cuando llegó a Nueva York en 1984. Recién salida de la universidad, había dejado atrás la casa natal en la isla caribeña Santo Tomás para probar suerte en la Gran Manzana, donde se instaló en un apartamentito de la calle Clinton, casi esquina Stanton, en el vecindario Lower East Side o, como le llamaba la comunidad local en espanglish, “Loisaida”. Desde la indiscreta ventana de su depto en el tercer piso, Giovan miraba fascinada cómo se desarrollaban bulliciosas, vibrantes escenas frente a sus ojos: familias tarareando y bailando merengue y salsa en las calles; purretes jugando entre edificios abandonados; amigos echándose unas risas en las escaleras de emergencia; rings montados para peleas de lucha libre amateur; vendedores ambulantes a los gritos… “Loisaida tenía esta energía pura que inevitablemente te atraía y envolvía, estaba llena de momentos fugaces, gestos, color y luz”, recuerda Tria sobre este barrio marcado por las diversas culturas de “oleadas de inmigrantes que, entre los siglos XVII y principios del XX, fueron arribando; primero, procedentes de Holanda, Inglaterra, Irlanda, Italia, Europa del Este; y desde mediados del XX, de China y Puerto Rico”.
Lo cierto es que, entre el ’84 y 1990, mientras vivió en esta vecindad, se hizo costumbre en Tria colgarse la vieja Leica y deambular por las calles, capturando todo cuanto llamaba su atención. Las imágenes, empero, quedaron en los negativos: solo las reveló hace un par de años, tras toparse en cajas embaladas, casi de casualidad con lo que ha resultado ser una suerte de cápsula del tiempo que muestra una Nueva York de antaño, ya desaparecida.
Esas fotos hoy se exhiben en la galería Crane Kalman, de Brighton, además de haber sido recientemente editadas en formato libro bajo el título Loisaida. New York Street Work 1984-1990, volumen sumamente elogiado por personalidades como la actriz Sarah Jessica Parker y el reputado escritor y periodista Bill Shapiro, que define la serie como “un recuerdo de los días en los que Lower East Side todavía no se había aburguesado, no se había convertido en un enclave hipster producto de la gentrificación”, añadiendo –con un dejo nostálgico- que las analógicas, entrañables piezas de Giovan “nos permiten reencontrarnos con carteles de tiendas pintados a mano, niños y niñas en bicicleta, gente pasando el rato en la vereda, carritos destartalados ofreciendo hielo a 50 centavos, paredes repletas de graffitis…”. Otra NY, en resumidas cuentas.