Julio, felices por siempre - 6 puntos
(Argentina/Uruguay, 2022)
Juan Manuel Solé
Duración: 86 minutos
Intérpretes: Chepe Irisity, Daryna Butryk, Moncho Licio, Cristina Morán y Roberto Suárez
Estreno en salas.
“Somos una generación criada por Disney e hija de padres divorciados”, repite como una suerte de mantra Julio, el un tanto atolondrado y transparente protagonista de esta comedia romántica uruguaya que encabezó la lista de producciones locales más vistas en la otra costa del Río de la Plata durante 2022. El muchacho anda por los treinta años y es un romántico empedernido, de esos que buscan el amor para toda la vida en cada relación. Pero hasta ahora sus antecedentes relacionales solo incluyen fracasos por motivos opuestos: si una novia, madura y decidida, lo deja porque el asunto no va ni para atrás ni para adelante, la siguiente lo absorbe al punto de diagramar la agenda conjunta sin siquiera preguntarle a él qué quiere. Hasta que el género mete la cola, y el bueno de Julio termina enganchadísimo con una turista norteamericana que anda de paseo por Colonia y sus alrededores con un pasaje fechado para volver a casa dentro de unas horas.
Dirigida y guionada por Juan Manuel Solé, Julio, felices por siempre se aleja de la melancolía y el humor asordinado de una buena parte del cine uruguayo con proyección internacional, aunque su protagonista parezca cortado por la misma tijera que los de 25 Watts, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. Julio (Chepe Irisity) es un tipo desganado y poco atento a sus obligaciones laborales, como demuestran los desajustados intercambios verbales con un grupo de turistas chinos a los que debía guiar, pero que terminan boyando a su suerte por Colonia cuando él quede prendido a la recién llegada. ¿Un viaje como motivo amoroso? ¿Alguien dijo Antes del amanecer? Solé inscribe su trabajo en la larga nónima de películas que toman elementos del clásico contemporáneo de Richard Linklater, que desde hace más de 25 años se convirtió en una referencia ineludible de las películas románticas y de la idea de hacer turismo como un terreno fértil para el amor.
Al igual que allí, una buena porción del metraje se concentra en el día del encuentro entre Julio y Claire (Daryna Butryk, Cecilia Roth en la serie El amor después del amor), un período pródigo en charlas, chivito para dos de por medio, que van de lo banal a lo confesional, de lo íntimo a lo anecdótico. Charlas que, más allá de su falta de originalidad, están construidas con naturalidad, fluidez y una corporalidad genuina y atolondrada similar a la de Julio, el mismo que, tras la partida de ella, queda imbuido en la tristeza. Más aun luego de que Estados Unidos le niegue la visa por algunos antecedentes político-policiales, una secuencia que eleva el octanaje módicamente cómico de una película que entrega sus mejores momentos cuando se libera del corset impuesto por el género. Allí están los cruces con distintas criaturas de la noche montevideana que, como el taxista, aconsejan con la sabiduría punzante que otorga la distancia emotiva. O ese indigente que pone la oreja para luego generar un número musical que se baila al ritmo de la libertad.