“A mí me llama mucho la sensación corpórea al elegir los temas, y si bien hay temas que me encantaban, me decía ¿cómo hago esto? ¿Cómo canto ‘La vi llegar’? Si encima no hay una versión femenina con la cual identificarme, y al final fue el mejor que hice”, cuenta Ximena Giménez. La cantante –ex Orquesta Romántica Milonguera- acaba de lanzar su primer disco solista, Un infierno, que presentará este jueves 24 a las 21 en el mítico Marabú (Maipú 365).
Habitué de las milongas, Giménez reconoce en ellas la inspiración para este disco y el repertorio –de clásicos del circuito, que no siempre coinciden con los clásicos del género- sale de esas pistas. Pero a diferencia de su trabajo en la Romántica o en otras agrupaciones (como la Guardia Nueva) o shows, esta vez llevó los temas a su propio registro vocal, que es el de una soprano. “Cuando empecé a hacer este disco venía de ser una sesionista que recibía las canciones y los tonos y eso me dañó un poco”, explica. “Siempre canté agudito, fui soprano, pero de repente tenía que cantar como una mezzo y se me formó un agujero en la parte media de mi registro, entonces usé este repertorio como una rehabilitación”, continúa.
El camino solista es la otra pata importante de este proyecto. Tras un comienzo en ese rol, pero dentro del folklore, años atrás, su vínculo con el tango la llevó a transitar por distintas formaciones. Pero la necesidad de armarse camino propio se imponía. “Tenía ya un repertorio importante dando vueltas y apareció la posibilidad de tirarse a la pileta y tomar las riendas de mis propias fechas, de armar un equipo de trabajo propio, hacerme cargo”, repasa. “Siempre era todo de acuerdo a los músicos y necesitaba poner en práctica las ideas que tengo”, plantea. De fondo se cuelan los temas de Cadícamo, de Discépolo y otros.
Aunque el
disco es de sonido eminentemente clásico, recientemente la cantante había
coqueteado con búsquedas más vanguardistas del tango, con elementos
electrónicos y hasta traperos. Es el caso de “Milonga de la resurrección”,
donde comparte la autoría con Kin Kin. “Es que a mí me gusta toda la
música, no hay música que no me gusta o de la que no saque algo para mí,
entonces en cuarentena me puse a experimentar mucho con programa de grabación:
en ese tema todo lo que escuchás está hecho por mí”, revela. Bases, sampleos,
voces. “Capaz en algún momento vuelve ese proyecto, que no tenía ningún tipo de
pretensión, pero que me nace, me viene y ahí queda”, suelta. “En algún momento
voy a fusionar las dos cosas, porque a mí me encanta lo tradicional y me encanta
lo disruptivo, los sonidos electrónicos, sintéticos”. Si en las fusiones
encuentra la exploración y lo disruptivo, ¿qué le queda a lo tradicional que
plasmó en Un infierno? Giménez lo
define en una palabra: “disfrute”.