Javier Milei salta, agita los brazos, mira hacia arriba y los levanta, pero también mira hacia abajo y casi emulando el militar salto en rana, va de un lado a otro del escenario avivando a sus seguidores que lo acompañan a protagonizar su propia epopeya. De fondo suena una canción. Llevando su libertad al extremo, no pidió permiso para usarla. Es un tema de Bersuit Vergarabat, una banda que carta documento mediante, le hizo saber que no quiere saber nada con el proyecto de La Libertad Avanza que el diputado y candidato a Presidente corporiza. Fue en abril de este año, cuando el entonces diputado empezaba a proyectarse con mayor firmeza hacia la elección del pasado 13 de agosto. 

La carta de Alberto Verenzuela, uno de los autores de la canción, es bastante clara respecto a su posición. “Es irónico que un espacio político cuyas caras más visibles se llenan las bocas de la palabra "Libertad" y la utilizan como un latiguillo vacío, desvirtuando su profundo significado, pisoteen la libertad de otros, en este caso la mía, de no permitir ni autorizar el uso político de mi obra artística, y pasen por encima de la propiedad privada que tanto declaman defender”, dice sobre el final de la misiva, y remata: “Lo que queda claro es que muestran una incongruencia absoluta entre su discurso público y sus actos, incongruencia preocupante para quien quiere dirigir los destinos de este país y sus habitantes”.

Obviamente que no resulta casual la elección de la canción que, a pesar de todo, se sigue utilizando para hacer campaña a favor del libertario presidenciable. En su momento, el tema que también lleva la firma de Gustavo Cordera, representó el estado de ánimo de una sociedad que se preparaba para hacer tronar el escarmiento a una clase política que protagonizó una época en que la Argentina estalló en mil pedazos. Fueron los noventa neoliberales de Carlos Menem, el Presidente que Milei considera uno de los mejores de la historia argentina.

“Se viene” nació fortuitamente, con un destinatario puntual, Carlos Ruckauf, uno de los hombres que por estas horas es frecuente entrevistado en medios varios en el intento de trazar un parangón de la situación actual con el estallido del 2001, cuando él estaba a cargo del gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

A pesar de lo que se recuerda, Ruckauf no fue un sobreviviente del peronismo menemista que logró sostener los apoyos peronistas que se habían fugado tras la debacle del gobierno. Había secundado a Menem en la elección de 1995 y se había convertido en el primer vice en completar el mandato en más de setenta años. Para cuando el riojano empezó a perder poder y centralidad, debido centralmente a su imposibilidad de ser reelecto, se jugó por la gobernación bonaerense de la mano del por entonces gobernador Eduardo Duhalde, ya enfrentado con Menem. Fue a una interna con Antonio Cafiero y le ganó. Pero en la implosión del equipo que supo gobernar el país del uno a uno, Ruckauf se quedó con un apoyo clave: el de Domingo Felipe Cavallo, que era candidato a Presidente desde la boleta de su partido Acción por la República. Ruckauf le ganó la gobernación a Graciela Fernández Meijide por poco más de 505 mil votos. Lo votaron casi 486 mil bonaerenses más que a la fórmula del PJ nacional que integraron Duhalde y Palito Ortega. En la Provincia, Cavallo, cosechó 670.609 votos. Detalles.

Ruckauf era vicepresidente en el verano de 1997. Como se acostumbraba por ese entonces, se encontraba girando por Mal del Plata, donde una pequeña multitud lo seguía, y le pedía autógrafos. Todavía no existían los celulares con cámaras de fotos, las redes sociales, ni las selfies, pero el hombre nacido en Ramos Mejía posó junto a algunos de los seguidores que lo acompañaron durante ese breve pero intenso trayecto por la rambla marplatense.

Protagonistas involuntarios de la situación, Verenzuela y Cordera se encontraban tocando la guitarra en el lugar. La historia es bien conocida por los seguidores de la banda y ha sido contada en reiteradas oportunidades, pero lo cierto es que los músicos, que todavía no integraban una banda con los alcances de masividad que llegó a tener Bersuti años más tarde, se sumaron a la caravana y empezaron a improvisar una letra. “Se viene el estallido, se viene el estallido, de mi guitarra, de tu gobierno también”, fue lo primero que salió y se loopeaba en vivo delante del entonces vicepresidente de la Nación.

“Logramos que borrara la sonrisa falsa que traía y actuara con sinceridad, porque se dio vuelta y nos miró con una cara como diciendo: salgan porque los masacro a los dos”, recordó Cordera, años más tarde. Según cuenta la historia, esa canción que había comenzado a nacer al mediodía se tocó por primera vez horas más tarde en un boliche de Pinamar llamado “Piluso”. También relata la historia oral alrededor de la banda, que el público estalló al instante.

La versión definitiva agrega, entre otras cosas, una estrofa que suma a la síntesis de la bronca que empezaba a crecer: “Volvió la mala, fue corta la primavera / Cerdos miserables comiendo lo que nos queda / Se llevaron la noche, nuestra última alegría / Gente poniendo huevo' para salir de esta ruina”. Habían pasado menos de 15 años desde el regreso democrático y la primavera alfonsinista de la post dictadura, el país nunca se había terminado de acomodar, pero ya empezaba a caer al vacío una vez más. En abril de 1996, Duhalde había decidido “acabar con la cultura de la nocturnidad” en la Provincia de Buenos Aires y había restringido el funcionamiento de bares, boliches y restaurantes hasta las 3 de la mañana. Después lo extendió a las 4, pero lo cierto que es todos los candidatos bonaerenses llegaron a las elecciones de 1999 prometiendo derogar esa norma, que en tiempos en que la canción de Bersuit se popularizó representaba una de las mayores quejas por parte de los jóvenes.

“Libertinaje”, así se llamó el disco que apareció en 1998 en donde se publicó originalmente “Se viene” merece una historia aparte, pero en un trabajo de producción al que nunca se había abocado la banda, Bersuit logró reunir un puñado de canciones que representaron muchas más cosas que ese anticipo de estallido que en realidad iba a suceder tres años más tarde, con otro gobierno.

Ese disco fue una foto de época en la que banda sintonizó, quizás por primera vez en su historia, con una generación de argentinos que había crecido desandando las mismas luchas. El primer corte de difusión de aquel material, era una canción de Las Manos de Filippi que se llama “Sr. Cobranza”, que acusa con nombre y apellido a la primera plana de la política menemista de “traficantes”, “transeros” y “narcos”. Después de su primera emisión en la FM Rock & Pop, el hoy caduco Comité Nacional de Radiodifusión, CONFER, advirtió amenazó con sancionar a las emisoras que propalaran la canción por considerarla violatoria de “varios artículos de la Ley de Radiodifusión”. Además, aseguraban que el tema era “injurioso”. 

El CD original salió publicado con una advertencia: "Este disco contiene expresiones que pueden afectar la sensibilidad de ciertas personas”. Y una promesa: “Incluye Sr. Cobranza, versión original, sin censura”. Algunas medios empezaban a hablar del corte de difusión pero intentando cubrir (con sonidos que cubrieran o muteados específicos) los momentos en que la canción nombraba a funcionarios.

Si los artistas son producto de su tiempo y las canciones nacen de determinados contextos, el uso de “Se viene” por parte del equipo de Milei parece estar cargado de cinismo, porque es difícil creer que semejante paradoja artística se produzca a partir del desconocimiento. Más allá de la mirada que se tenga sobre el candidato libertario, Milei sigue celebrando sus triunfos personales al ritmo de uno de los himnos que marcaron el fin de la generación política que el reivindica y dice querer volver a representar. Corporizada específicamente en Menem y Cavallo, pero que también se puede extender a uno de los economistas que más respeta, Federico Sturzenegger, uno de los responsables del Megacanje que comenzó a marcar el ritmo de la crisis final del gobierno de Fernando De la Rúa. Ese que terminó en el estallido.