Ocultos detrás de un grueso cristal, protegidos con alarmas y encerrados en un primer piso, tres libros juntan polvo e historia. Por lo que puede ver, le hacen conjunto algunos ejemplares exhibidos de Jung y otros dedicados por la Rochelle, Caillois y Camus.

A comienzos de 1930 Victoria Ocampo transita Paris vaya a saberse por qué número de vez. Desde pequeña cruza el Atlántico hasta ese imán de la cultura, donde se habla la lengua en la que se ha criado aunque haya nacido porteña. En la juventud, durante una larga estadía, asiste como oyente a la Sorbona y, en otras visitas, cautiva amistades entre escritores, surrealistas y gente de la cultura parisina.

Ese 1930 Victoria es convocada por hombres y ciudades, mezclándose en destinos posibles. Paris la aferra en relaciones con el escritor Pierre Drieu la Rochelle, quien ya se ha divorciado de su segunda esposa. Esta mujer, Olesia Sienkiewicz, por su lado, ha iniciado amoríos con Jacques Lacan.

Desde oriente, el Nobel Tagore, quien tendría la edad del padre de Victoria, se oferta como guía para que conozca Shatiniketan, en la India. No hay carnalidad en el ofrecimiento, según se nos deja entender. El viaje la tienta, tanto como la compañía de ese viejo a quien, en 1924, ofreció dos meses de cuidado en la enfermedad. Otro requerimiento llega desde Nueva York, donde Waldo Frank la convoca para actualizarla con la ciudad y para hablar de una futura y dilatada revista.

Durante ese tironeo viril solicita conocer al amante de Olesia, la ex de su propio amante, el doctor Lacan. En cartas a su hermana Angélica anota impresiones del ardoroso y napoleónico médico, alguna trasnochada, atenciones médicas y un desencuentro. Victoria, nacida un 7 de abril le lleva casi once años exactos a Jacques, nacido el día 13. Ella describe la rareza y la fascinación que le provoca el joven, a quien señala como irremplazable, pero que la pone en estado de alerta.

No es extraño que en sus menciones a Lacan aparezcan comparaciones con Drieu. La vacilación entre estos dos se replica en la vacilación entre Nueva York y la India.

Ella quiere irse de esa Paris a la que retorna desde niña, ya sea en presencia, en lecturas o en su francés. Es la ciudad que le han indicado sus padres.

Mientras que por días se repite “hay que partir”, una mañana, como en un despertar, se decide por Nueva York y por la invitación de Waldo.

Los tres libros detrás del alarmado cristal son publicaciones dedicadas por Lacan. Quien se acerque a Beccar las encontrará en Villa Ocampo, una visitada e íntima casona. El primer libro firmado por Lacan es su tesis doctoral y el homenaje se traduce como un galante: "A Victoria, esta obra que no es más que una primera piedra, pero me gustaría que la recibiera con indulgencia en su jardín".

La siguiente dedicatoria es de 1966, se planta en los Escritos y usa directamente el español: “A Victoria, mujer de este siglo única”.

Otra firma, en el año 1975, sobre la portadilla del seminario de Los escritos técnicos de Freud, indica: “Victoria, mon amour, te dedico esto”

Luego, algunos han verificado una cuarta dedicatoria, que no he visto, en el seminario Aun, la cual diría: "Qué raro que nos reencontremos hoy, Victoria".

Las firmas de Lacan se rescatan de otros mil trescientos libros autografiados, en una juntadera, distribuida por la Villa, que alcanza los once mil ejemplares.

A la vuelta de Nueva York, Victoria comienza el armado de la revista postergada. Ortega y Gasset otorga un nombre, quien apoyándose en la austral localización de la criatura, propone “Sur”.

El primer número se publica justo al año de las vacilaciones en Paris. Luego la vida de Victoria quedará ligada a “Sur”. Y según los catálogos de la revista, nunca se publicarán textos de Lacan, en ninguno de los 371 números.

Un 20 de enero de 1930 Victoria escribe a su hermana: “En cuanto a Jacques Lacan es un individuo no menos singular en otro género. Inteligente y ambicioso. Lleno de no sé qué energía desaforada que lo devora física y moralmente. Con sueños napoleónicos de poderío. Trabaja en el hospital. Escribe (“je chante pour moi méme”: es decir no publica)”. Y luego agrega: “Lo que puedo decirte que es que la ambición de Jacques es del estilo de la de Napoleón… cuando todavía era Bounaparte”.

Los libros recibidos por Victoria indican que Jacques dejaría de escribir para sí mismo (o de “cantar para sí mismo” como la afamada Carmen de Bizet). También que este brioso Bounaparte no lograría sembrar su “imperio” sobre Victoria. Tampoco sobre su criatura.

 

*Psicoanalista. Miembro de la EOL y de la AMP.