Boca y Racing terminaron sin goles este miércoles por la noche en La Bombonera en el cruce de ida de cuartos de final de la Copa Libertadores y todo se definirá el miércoles que viene en Avellaneda. A diferencia de lo ocurrido en la ida de octavos con ambos, el Xeneize mostró una mejor imagen que en Montevideo, aunque súper dependiente de Barco, mientras que la Academia no arriesgó ni un ápice, a diferencia de la goleada que se trajo de Medellín. Del otro lado de la llave, Palmeiras goleó 4-0 a Pereira en Colombia y tiene todo cocinado.

Ambos venían con el antecedente de nueve rojas en los últimos tres clásicos y, en sintonía, la primera polémica no tardó en llegar. Iban tres minutos cuando Barco sacó rápido un córner y Cavani puso la cabeza para el gol. Se ve que el Colo, atento a todo, hasta al color fuego de sus botines para combinar con su cabellera, algo sabía. Pero el brasileño Sampaio anuló la cosa sin dudar, ya sea porque la pelota parecía fuera de la zona legal del tiro de esquina o porque -finalmente y como dice el amigo "Gerrard" en los comentarios- el alcanzapelotas se metió en la cancha para ubicarle la pelota a Barco. Cuestión que así pasó el primer tole tole con jugadores rodeando al árbitro. El segundo vendría 20 minutos más tarde, cuando Rojo le metió un puñetazo "no look" en la cara a Maxi Romero, que fue amarilla para el juez.

Boca dominó largamente en el arranque, con el tándem Barco-Fabra generando mucho peligro por la banda izquierda del ataque xeneize. El sistema de cinco defensores (o tres para los que prefieran así denominarlo) le rindió con creces a Almirón mientras Racing no le encontró solución en el primer tiempo.

La fórmula local era desbordar por izquierda y que de ahí pase lo que tenga que pasar. Ya sea otro cabezazo de Cavani, esta vez salvado de gran manera por Arias, o una llegada de Fabra con centro al medio que Oroz terminó sacando milagrosamente cuando el uruguayo se relamía los labios. El goleador, acaso el último bastión en pie del fútbol de pelo largo, coqueteó bastante con el festejo y en La Bombonera había rumor de cántico homenaje hacia su nacionalidad.

Lo de que Racing no le encontraba la vuelta a los laterales subidores de Boca quedaba reflejado, por ejemplo, en el extremo derecho Ojeda siguiendo la marca de... Valentini. En consecuencia, Fabra o Barco quedaban liberados para hacerle el 2-1 al pibe Rubio, favorecidos por el extraño mediocampo académico, compuesto de un jugador de marca (Moreno) y dos de vocación más ofensiva (Oroz y Gómez). Y en ataque, lo dicho: Ojeda abocado a la defensa mientras sus colegas Romero y Hauche no daban pie con bola. Así, lo más destacado de Racing en ataque fue un amague del arquero Arias que dejó en el piso a Barco.

En el segundo tiempo casi que todo cambió, pero porque apenas arrancado Barco se agarró la cabeza y pidió el cambio. Un patadón de Rubio antes del entretiempo (se ganó la amarilla) se ve que le dejó secuelas y el pibe no pudo más. Boca sintió el impacto y Racing pasó sus mejores momentos sin el colorado enfrente, encontrándose con la pelota como tanto les gusta a los equipos de Gago. Incluso le vino muy bien el cambio de punta de Ojeda (pasó a la izquierda) y, envalentonado por la tenue superioridad, el DT hasta se animó a mandar a Juanfer Quintero a cancha.


El héroe de la final de Madrid se ganó muchos silbidos, pero ni cerca del sinfín de insultos que se llevó Almendra, recientemente salido de Boca con el pase en su poder. Se ve que al volante no le sobra timidez, porque a sólo segundos de su ingreso disparó al arco (fácil para Chiquito Romero). Pero los cambios no le resultaron a Gago y tampoco a Almirón, que mandó toda la carne al asador y hasta terminó el partido con un volante (Medina) y cinco delanteros (Cavani, Merentiel, Benedetto, Zeballos y Janson). Pero mucho ruido y ningún gol. Mucho ruido, pocas nueces, una Almendra y todo se definirá en avellanas, perdón, Avellaneda.