El sueño de un ingreso básico universal (IBU) forma parte de la agenda de sectores progresistas desde hace décadas. La idea de proveer a los ciudadanos de una renta suficiente para la supervivencia como forma de crear un piso de ingresos en una economía cada vez más desigual y en el que no siempre hay disponibilidad de trabajos que permitan vivir con dignidad.
El mundo tecnofinanciero ha demostrado una gran capacidad para imaginar un negocio allí donde otros ven un derecho. Esta no es la excepción y lo hace con lo que se ha dado en llamar “emprendorismo de shock”, cuya principal característica es desplegarse con la fuerza del dinero, ignorando efectos secundarios de sus propuestas, marcos jurídicos o idiosincrasia nacionales. Worldcoin es el caso pradigmático de este negocio.
Moneda mundial
En lo últimos meses se ha observado, en algunas esquinas transitadas de las ciudades, jóvenes con remeras blancas que invitan a los transeúntes a acercarse a unas máquinas redondas y plateadas llamadas Orb. A cambio ofrecen criptomonedas Worldcoin. Lo hacen pese a que buena parte de los criptoactivos ya demostraron no ser más que esquemas Ponzi.
Las Worldcoin permitirían alcanzar a cada habitante del planeta con un IBU y crear de hecho una moneda global. Para alcanzar el objetivo es necesario solucionar dos problemas: primero que nadie pueda registrarse más de una vez y, segundo, que quien se registre sea un humano y no una computadora.
Para solucionar (supuestamente) estos problemas, Worldcoin ha creado los Orb, un dispositivo que escanea el iris de las personas que quieren sumarse, además del rostro, ritmo cardíaco y otros detalles. Luego se le pide nombre y un correo electrónico para la base de datos que permitirá, en un futuro no lejano, cobrar las asignaciones. Para que este proyecto tenga sentido no alcanzará sólo con los voluntarios: todos los proyectos de identificación digital quieren transformarse en el estandar universal.
Detrás de este proyecto se encuentra Sam Altman, el CEO de OpenIA, la empresa que desarrolló ChatGPT, junto con capitales de riesgo conocidos como Andreessen Horowitz, y el ahora caído en desgracia FTX, de Sam Bankman-Fried. Altman lleva tiempo asegurando que la implementación de un IBU sería positiva para el mundo, un poco para paliar los posibles efecto de la IA sobre el empleo y otro poco para poder crear una moneda global, además de la tecnología para individualizar a cada habitante del planeta.
La confiabilidad de una criptomoneda creada por una empresa exnihilo es de por sí muy débil. Además, entregar datos personales a una empresa extranjera que promete tecnoutopías es algo que, hasta ahora, no salió bien. Si esos datos son biométricos, el tema puede ser aún peor: los nombres, direcciones o teléfonos pueden cambiarse en el peor de los casos, pero reconstruir o modificar el iris o el rostro es imposible.
La empresa aclaró que después del período de prueba no guardarán ninguna información biométrica, sino sólo una cadena alfanumérica que representa el iris. Como no existen auditorías al respecto, es imposible chequearlo. Eso sí: ya se habla de un mercado negro de imágenes de iris que algunos previsores están acumulando para reclamar el IBU de otras personas.
¿Qué puede salir mal?
Worldcoin fue lanzada oficialmente el 24 de julio, aunque desde el 2019 se venía desarrollando, y ya habían registrado miles de personas en distintos países. El proceso fue denunciado por sus prácticas poco claras y el posible engaño al que eran sometidas las personas que se dejaban escanear el iris.
El sistema era más parecido al de vendedores puerta a puerta que al de empleados de una empresa tecnológica: cada representante que accedía a una Orb recibía una comisión por iris sumado a la base de datos. En algunos países en los que el concepto de criptomoneda no estaba instalado, ofrecían Ipods a cambio del registro. En otros, empleados municipales “ofrecían” escuelas para registrar a los estudiantes a cambio de alguna comisión.
Esas primeras pruebas para mejorar el sistema de las Orb y la inteligencia artificial para reconocer los iris se realizaron con personas que no entendían qué estaban haciendo. Se denunció que ni siquiera quienes hacían el trabajo por comisiones entendían del todo qué implicaba. En algunos países, como Kenia, se allanaron las oficinas de Worldcoin.
En general, la compensación para los reclutadores eran algunos tokens de la moneda Worldcoin (WLD) que, en ese momento, ni siquiera podía ser cambiada por otras. Recién a partir del lanzamiento oficial la moneda empezó a tener valor y actualmente cotiza 1,9 dólares, aunque no queda claro si alguien estaría dispuesto a poner esa cifra realmente en billetes.
Por otro lado, del minado inicial de este token “universal”, la empresa se quedó con el 20% para repartir entre empleados e inversionistas.
Argentina aparece como uno de los países donde se puede solicitar ser parte de la red de operadores de Orb. Hace un par de semanas, ante las primeras apariciones en los medios de comunicación y una carta de la Agencia de Acceso a la Información Pública (AAIP), Argentina había desaparecido de la lista. Pero ahora reapareció, aunque hay que solicitar turno para ir a los distintos lugares, y por el momento no está habilitado el sistema. Según la nota de la la AAIP, en Argentina se “pagaban” 25 token de la moneda, equivalentes a casi 50 dólares en ese momento.
La necesidad de una identificación mundial a partir de los datos biométricos es discutible. Si a eso le sumamos que está organizada por una Fundación cuyos miembros ya han tenido problemas en cuanto al manejo de información sensible, no queda más que desear su pronto fracaso.