“Todos estos años de gente”. La canción escrita por Luis Alberto Spinetta bien podría representar el trayecto artístico del cantante y compositor Ariel Prat, quien en todos esos años supo rodearse de artistas de diversos estilos de la música popular. De alguna manera, ese espíritu colectivo y fraternal es el que atraviesa al ciclo Soy amigue de Prat, una serie de conciertos en el CAFF “para repartir besos de esquina y abrazos de cancha”. 

“María Volonté, Gabriel Torres, Bersuit Vergarabat y La Chilinga son expresiones de la música popular que tienen maneras diferentes de comunicarse con la gente. Yo soy un agradecido de poder compartir obra, admiración y cuestiones personales con estos artistas”, resalta Prat sobre el ciclo que continúa este viernes 25 de agosto a las 21 en el espacio ubicado en Sánchez de Bustamante 772, con Gabriel Torres de invitado; y que retomará el jueves 5 de octubre con Bersuit Vergarabat y el viernes 20 con La Chilinga.

El ciclo había iniciado el 11 de agosto con la participación de la cantante María Volonté, con quien Prat el año pasado grabó la murga-canción “En el bar”. "A esta canción la empecé a escribir en la ciudad de Huesca, en Aragón. El tema lo disparó una frase de Luis Buñuel: 'El bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento sin el cual la vida es inconcebible'. Y a partir de eso escribí la letra, después María le puso la música y la grabó en un disco de ella. Y ahora hicimos una versión juntos”, precisa Prat. “Gabriel Torres es un cantautor que tiene un gran compromiso con la canción, que está enfocada en el panorama social y cultural”, apunta sobre el invitado de este viernes. “En el caso de La Chilinga hace 25 años que colaboramos juntos, tanto en grabaciones como en shows en vivo. Y con Bersuit vamos a presentar el single ‘Dejar de perderlo todo, que es una canción que hicimos juntos”, desmenuza.

"La murga es un género que está desparramado en toda nuestra cultura”, resalta Ariel Prat, un experto en la materia. “Las rítmicas que escuchamos en la cancha, las que nos identifican como una marca-país folklóricamente están también impregnadas en otros lugares, como en la milonga. Todo lo que a nosotros nos hace mover el cuerpo dentro de nuestra propia cultura urbana y suburbana tiene que ver con la murga”, sostiene el también docente. “Una vez a Pipi Piazzolla le preguntaron si su apellido era el causante determinante de que sea músico y baterista y dijo: 'no, es la percusión de la hinchada de River'. Juan Carlos Cáceres solía repetir algo que decía el bailarín Luis Bruni: 'La murga es la catarsis del tango'. En mis agrupaciones no hay batería, está el bombo de murga primero y después algún redoblante o cajón”, reivindica.

-El tema "Dejar de perderlo todo", con Bersuit, tiene un nombre muy sugerente. ¿A qué se debe?

-Me inspiré en la letra por una frase de Mayra Arena, que decía en una entrevista "dejar de perderlo todo, dejar de nacer sin nada". Y da la casualidad de que Mayra es fana de Bersuit y tiene en su corazón la música pratiana. Escribí la letra quizás anticipándome o no a este presente lleno de miedos y abismos. Pepe Céspedes le puso música, como tantas otras canciones que hicimos juntos. Cuando la gente escucha el tema le pasa un efecto mágico y revelador, empieza a cantar el coro como si la conociera de toda la vida. Tiene esa cosa de inmediatez y aproximación que es muy notable.

-Con La Chilinga comparten la idea de "recuperar los toques ancestrales de una Argentina negada". ¿El trabajo con ellos tiene que ver con rescatar una corriente cultural invisibilizada en el país?

-Hace años que colaboro con La Chilinga por mi gran amistad con Dani Buira. Cuando Dani armó la agrupación se confundía murga con batucada, estaba todo muy verde en esos años. Siempre digo que los uruguayos y los brasileros nos llevan mucha ventaja, porque los artistas populares acá tardaron más tiempo en incorporar las rítmicas afro y las que particularmente tienen que ver con la murga. Siempre da para la confusión cuando se la quiere comparar con la murga de Montevideo, pero son cosas diferentes. Es increíble lo que provocó el trabajo de Dani con La Chilinga. Después empecé yo a cantar con ellos y a compartir saberes rítmicos y experiencias. Nos fuimos nutriendo mutuamente. Y ahora se cumplen 25 años desde que se grabó "La Llamada", en el disco Percusión (1998), de La Chilinga. Eso vamos a celebrar en el CAFF.

-El último EP que lanzaste es Identidad milonguera, de 2022. ¿En esta nueva etapa vas a profundizar en el tango?

-Sí. De hecho, el 21 de septiembre voy a participar en el Facaff (clásico festival de tango del CAFF) y voy a tocar Identidad milonguera con Pablo Valle y orquesta. Y después de octubre va a salir una serie de EPs bajo el nombre de Pratanguero. Van a ser cuatro discos con versiones de tangos. En algunos casos son versiones de tangos poco conocidos, como "Seguime corazón", que es un tango de los años '30. Y también habrá algunos tangos míos, como uno compuesto con Juan Subirá. Entonces, durante un tiempo voy a estar totalmente abocado a cantar tango acompañado por un trío.

-¿El tango apareció antes que la murga en tu educación musical?

-¡Estaba todo mezclado! En casa se cantaban los tangos a ritmo de murga. Era parte de nuestro entorno, de nuestra cultura, como el fútbol. Y en mi caso eso no se enterró, al contrario, con el tiempo fue madurando en mí. Yo nunca pronuncié en anglosajón cantando. El otro día me lo señalaba Abel Gilbert: "Siempre cantaste tango, si te decíamos Gardelito". Para mí no es algo novedoso, pero sí para quien me escucha. Igualmente venía pidiendo cancha. Todos me decían que tenía que darle al tango. De todos modos mis discos están impregnados de tango. Había algunos ya en mi repertorio, como "Charol" o "Sr. Pamela". Hay antecedentes.

-¿De qué manera creés que la música puede acompañar en este presente incierto y confuso?

-La música y la poesía son manifestaciones de vida y de amor. También aparece el desamparo, la falta de satisfacción, la ruptura. Todas estas cosas humanas los artistas las tratamos de transmitir en libertad. Es necesaria la libertad para poder pronunciarse, más allá de lo que pienses políticamente. Pero cuando está en riesgo, ya no la manutención y el alimento, sino también la manifestación de todo eso, se transforma en una cárcel. Y no hay que volver a esas estructuras. El que vivió en la época de la dictadura, en la época donde bailabas murga en la calle y pasaba un patrullero y hacías como que te estabas peinando, el que vivió esos días en los que la Policía entraba a un lugar y se llevaba a la gente... estas cosas las tenemos resonando siempre como una alerta y pensábamos que había quedado en el hecho de seguir recordando con los días de la memoria, pero no. Porque de repente aparece de nuevo el negacionismo, el querer liberar a los genocidas, volverlos a tener en la calle con toda la sangre que costó. No es el odio nuevo, lo que pasa es que ahora lo están sacando porque se lo permiten los medios hegemónicos. Los artistas tenemos que estar alertas por lo que está en riesgo: la defensa de la humanidad, la defensa de la educación y la salud pública, y la democracia. La libertad está en juego. Y el arte no puede ser ajeno a todo esto, más allá de la ideología que cada uno tenga.