Participe en todas las rondas de conversación que se le presenten, las cotidianas y las circunstanciales. Formule preguntas abiertas en torno a las elecciones, escuche atentamente hacia donde se dirigen sus interlocutores. 

No se precipite. Escuche pacientemente, no acorrale el diálogo con una segunda pregunta más directa. Espere que se aclaren las motivaciones y fundamentos de quienes hablan. En el fondo, usted no necesita saber a quién votaron efectivamente, en algunos casos es probable que usted nunca lo pueda saber. Claro está que el cuarto oscuro en su espesa negritud engendra sorpresas de las más impensadas. Anime la conversación sin afirmaciones categóricas. Cultive la sutileza. Reconozca que su voto oficialista también tiene grandes falencias y errores encima.

Piense esto: Hay cadenas de razonamiento que parecen estar rotas, o que directamente nunca se concatenaron. Si usted ya sabe que en la composición del voto no hay relación causa-efecto, ¿Qué le hace pensar que podrá redireccionar un sufragio con una lógica puramente racional? cuesta muchísimo conectar la cotidiana realidad de un votante con la propuesta de un candidato. Aunque le parezca mentira, es así.

Alguien puede estar a favor de los despidos masivos y la flexibilización de las leyes laborales, aunque ponga en peligro su propia fuente de trabajo. Puede que un activista contra el cambio climático vote alegremente por alguien que ni siquiera reconoce la existencia de la problemática. Puede que estudiantes de la educación pública, deseen fervientemente que la privaticen, aun sabiendo que no podrán pagarla. Usted tiene que poner sentimiento. Aprenda hacer suyas las palabras de quien conversa con usted, no mezquine su empatía, aunque las contradicciones le resulten insoportables, sugiera tímidamente relaciones entre las variables que se analizan conjuntamente. Improvise. Puede plantear ejemplos que se acerquen a la vida cotidiana de quien lo escucha, pero no lo haga directamente, eso aleja. No subestime. No se constituya en un insoportable sabiondo. Asuma la real posibilidad de que el otro puede hasta convencerlo, genuinamente permítase la duda, compártala, eso acerca. No ataque. No se desespere. Ahora respire hondo. Haga silencio. Asuma por un momento la idea de que quizás usted luego de la conversación tampoco sabrá a quien va votar, pero no pierda su objetivo, su duda está hecha de convicciones. Reconozca que a nadie le gusta que le enrostren una contradicción. A nadie le gusta que le digan que tiene que hacer como si fuera un ignorante. Para que el voto cambie su curso debe primero tener a donde ir y usted debe generar un espacio para acoger ese cambio, no olvide bajar su dedo señalador.

No utilice conceptos o palabras del discurso político tradicional, sitúese en un ejemplo concreto, describa una historia cercana con lujo de detalles. Apele a la emotividad, todos tenemos abuelos, abuelas, nietos, nietas, hijos, primos, vecinos y vecinas queridos, compañeros y compañeras de trabajo. Construya su relato desde lo cercano, desde un rostro. Advierta los límites de su singular historia, mencione la necesidad de contrastarla con las estadísticas, relativice su propio ejemplo, pero reafírmelo como una esperanza de la que usted se afirma en la tierra. Nada de lo que usted diga debe recaer en una adjetivación negativa hacia el otro. Sálgase del manual, absténgase del vocabulario de la macropolítica teórica, aprenda a aludir a todo eso de otras maneras. Sin eufemismos, arranque y cuente otra historia cotidiana. Recuérdese que usted nunca podría entrar al cuarto oscuro y darle la boleta a su interlocutor, usted solo puede estimular una duda o la reflexión. Visibilice su preocupación por los resultados electorales, emociónese porque lo siente en las fibras más íntimas de su corazón, usted dice patria y se le llenan los ojos de lágrimas. Ahora aclare los ojos, ya tiene su verdad en la punta de la lengua. Recuerde que las elecciones aún no están perdidas. Explique francamente que su preocupación es por las grandes mayorías. No demonice, pero diga que teme por lo que podría llegar a pasarle a la comunidad Argentina en su conjunto. Invite nuevamente a la duda.

No se olvide, un abrazo en el momento justo, más que un abrazo es un rescate.