El trayecto de Fleurs Noires conoce discografía creciente, escenarios internacionales y reconocimiento de la crítica. Orquesta creada en 2003 e integrada por 10 músicas de Argentina, Francia y Finlandia, el grupo cuenta con dirección de la pianista y compositora rosarina Andrea Marsili, residente en París desde 2002. En el marco de la gira Argentina 2023, la orquesta presentará hoy a las 21 su cuarto disco, Tangos en Aleph, en las Veladas Tangueras del Centro Cultural La Casa del Tango (Arturo Illia 1750), con entrada gratuita. El show contará con las participaciones especiales de Minino Garay (percusión) y Aureliano Marín (voz).

Días atrás, la pianista se presentó junto a la también rosarina –e integrante de Fleurs Noires– Ana Carolina Poenitz en bandoneón y la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario en Teatro El Círculo. Allí estrenó su obra Sombras de Astor. “Fue muy emocionante, muchos de los integrantes de la Orquesta Sinfónica son de mi generación y habíamos tenido contactos profesionales. Con las Fleurs hemos tocado por los teatros más importantes del mundo, pero tocar en tu ciudad siempre es mucho más fuerte. Asistieron maestros míos de la Facultad, amigos de toda la vida, parientes. Podés tocar en el principal teatro de los Emiratos Árabes y es genial, pero cuando está el afecto el impacto es otro. Por eso decidí también armar esta gira”, señala Andrea Marsili a Rosario/12.

“Cuando vinimos primera vez, por el 2012, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Hacíamos un tango que algunos, acá, llamaban ‘tango francés’ y al que la gente de allá le decía ‘tango contemporáneo’. Pero fue maravilloso. Como nos pasó en San Pedro, donde se pusieron de pie; se me caían las lágrimas, porque se ponían a aplaudir en mitad de los temas, algo que en ningún otro escenario de Europa nos ha sucedido. Hubo una segunda gira en 2013; y luego pasaron muchas cosas, la pandemia, la crisis acá y allá, la guerra. Ahora estamos viniendo a presentar el cuarto disco”, continúa.

-¿Cuáles son las motivaciones detrás de Tangos en Aleph?

-Desde el primer disco, mi idea como compositora –a la que el grupo adhirió– fue la de identificar cuál era el ADN del tango. Esto también formó parte de mi tesis doctoral. Mi objeto era encontrar el centro del tango y ver hasta dónde me podía alejar o qué aspectos tenía que trabajar para estar haciendo un tango contemporáneo. Yo no quería hacer un tango de fusión sino una relectura del lenguaje, para ver hasta dónde podía darle una nueva vida al tango sin que éste dejara de serlo. Desde el primer disco fuimos hacia una dirección orquestal tímbrica, armónica, y se creó un camino que se prolongó en los siguientes álbumes. Pero cuando empecé a componer el cuarto disco, yo ya no era la misma persona que a los 22 años, tuve otras inquietudes, como mis ganas de incluir la música electroacústica. Esto me llevó a darle otro espacio a la voz, a la búsqueda tímbrica de las voces y de los textos. Así aparece el cuento de Borges, “El Aleph”, donde habla de un núcleo en el que se ven todos los puntos del universo, el presente y el pasado, todo se funde y confunde. Esa fue siempre un poco mi manera de ver el tango, desde una visión más universal y no tan marcada por Buenos Aires o Montevideo; sino una música que puede ser escuchada o apreciada por cualquier amante de la música, más allá de su nacionalidad. Sentí que conceptualmente era el marco adecuado para este nuevo álbum. Y aparecieron las voces de Daniel Melingo y Aureliano Marín. Fue el timbre de ellos lo que me inspiró a tratarlos como instrumentos musicales. A Melingo le hice grabar la voz, después la traté electroacústicamente, y luego la incorporé en la composición como un instrumento más. En el caso de Marín, yo quería escribir un tema relacionado a los femicidios; hablando con Omar Marsili, mi padre, que es quien escribe las letras de mi música, escribimos “Martillo para las brujas”; tenía la orquestación y el texto estaba terminado, pero no me venía la melodía, la parte cantada. Hasta que escucho un video de Marín. Era lo que estaba buscando. A la parte melódica la escribí enseguida y para su voz. Eso marcó también el inicio de una colaboración con él. Para sintetizar, Tangos en Aleph forma parte de este camino evolutivo y de búsqueda que venimos llevando con las Fleurs en estos 20 años.

-Por otro lado, en “Alas de malambo” interviene el folklore y de manera llamativa.

-“Alas de malambo” tiene otra razón de ser. Primero, es un tema inspirado por la obra de Ginastera, que me fascinó desde siempre; decidí dedicarme al piano cuando escuché las Danzas Argentinas. Es el tema más optimista del disco, y decidí incluirlo porque las temáticas de los otros temas son más complejas. Por ejemplo, “Tatuajes” surge a partir de cómo me afectó la desaparición y luego muerte de Santiago Maldonado; y “Moutangos de Panurge” es una obra inspirada en la historia de Rabelais, donde plantea cómo una oveja puede ser seguida por otras, y si bien éstas no saben si las están llevando al éxito o al fracaso igualmente la siguen. Llegó un momento donde me dije “parezco una pesimista”, y no es así, no es mi manera de ver las cosas. Por eso incluí “Alas de malambo”, donde una frase del estribillo dice “dijiste volar quisiera, dijiste volar se puede”, ése es un poco el lema de mi vida.

-El tango pareciera ser una gran pregunta, provoca derivas y posibles respuestas, pero se vuelve siempre a él.

-Y al mismo tiempo es lo que hace que no muera, por esa permeabilidad que tiene y que atrae al músico, porque encuentra en él un lenguaje donde la libertad es posible y la creación es bienvenida. El hecho de volver siempre a su ADN habla de la riqueza del género, de que podamos volver al centro y a proponer cosas. En nuestro caso, estos cuatro discos. Entre cada uno hubo cuatro años de trabajo y reflexión, pero son diferentes. Si se quiere, se nota la firma de la misma persona, pero están muy marcadas las etapas y es gracias a la riqueza del tango y de su ADN, que es sobre todo rítmico. Para mí, el código por excelencia son todos los aspectos que están ligados al groove rítmico, que lo diferencia de muchas otras músicas. El tango nació como una música para ser bailada y hoy por hoy no lo es, pero este aspecto rítmico es un elemento constante en cualquier corriente tanguera, es un punto de encuentro. Podés estar en Nueva York, Buenos Aires o París, y es una práctica común ese tipo de interpretación de esos parámetros. Otro parámetro fundamental y específico es la manera de ser tocado. Tenemos una partitura, pero si no está interpretado como tango no lo es. No es el caso de la música clásica, en cuya partitura tenemos casi toda la información; en el tango hay una parte que solo se transmite de manera oral. A pesar de que ya no tenemos a los viejos tangueros que nos enseñan a tocar por imitación, los jeites no están explicados en ningún lado. El que sabe tocar tango, sabe porque se lo explicaron de manera oral o porque agarró discos y los imitó. Esa parte no escrita del tango, tan específica y fundamental de su ADN, también debe mantenerse cuando queremos practicarlo.