Un viaje a la infancia, y algo más. En El bosque de mi casa, la dramaturga Micaela Viviani ofrece una obra en la que revisita parte de su biografía como excusa para hablar de la tensión entre el mundo infantil y la mirada de los adultos y para problematizar la desigualdad vigente entre los géneros. El proyecto teatral y musical, integrado por un equipo creativo de mujeres, se presenta todos los domingos a las 18, en el Teatro El Grito (Costa Rica 5459).
Ya adulta, Julieta decide volver al año 1998, donde tiene 12 años y sus hormonas andan entusiasmadas con un primer amor un tanto esquivo. Su vecino Santiago ocupa sus pensamientos y la lleva a reflexionar acerca del amor y los vínculos afectivos. Y es que nadie decide de quién enamorarse, ¿o sí? De ese disparador surge esta pieza que cuenta con dirección de Daniela Godoy, asistencia de dirección de Malena Salatino y la actuación de Viviani y Sofía Anderman, quien también compuso la música original.
Fue en plena pandemia, de regreso en su casa natal, y frente a la imposibilidad de mudarse, que Viviani comenzó a esbozar su nueva dramaturgia. “Durante 2020, hice un taller de dramaturgia coordinado por Fabián Díaz, y ahí comencé a escribir”, comienza la autora. “Volver a la casa de mi infancia y a los rincones en los que viví mi preadolescencia hizo que se desplegara un imaginario y un vínculo muy directo con el tiempo en el que tuve 11 y 12 años, porque esas edades son un tránsito donde se empieza a pensar e identificar el dolor y el vínculo con los otros está atravesado por un sentir más consciente”, agrega.
Y el argumento creció y se transformó además en un trabajo de indagación acerca de las diferencias que se dan entre varones y mujeres a la hora de vincularse. “En la obra reconocemos situaciones de violencia establecidas en las representaciones sociales del ser varón y del ser mujer desde las infancias, y cuestionamos la división sexual de la educación según el sexo asignado al nacer”.
-¿De qué manera se expresan hoy esas diferencias?
-Crecí en un contexto donde la diferencia estaba dada en que las niñas teníamos que cuidarnos de los varones y aprender a poner límites para que nos respetaran. Porque eso nos decían los adultos. En la obra, Julieta comenta que su papá le dice: "Los varones son así". Porque los varones fueron y aun, en algunos contextos, siguen siendo criados con permisos sobre el cuerpo del otro y, a su vez, quienes son educados con respeto hacia los otros no tienen miedo porque no conviven con ese peligro, se relacionan con total libertad y tienen menos situaciones de acoso o cosificación que las mujeres. Por otro lado, están las diferencias en relación a la educación y la estimulación. A los niños se los estimula, por norma general, a ejercer papeles más activos, y a las niñas se las vincula con papeles más creativos y tranquilos. Y esta obra menciona esas limitaciones. En este caso, Julieta hace de todo, y entonces en este punto el material revela que el hacer no está relacionado al género sino al deseo.
-La obra transcurre a fines de los noventa. ¿Qué cambios advertís respecto a cómo se interpela hoy a las infancias?
-Me crié en aquella época y fueron tiempos de búsqueda de límites. En ese momento, había mucha menos información sobre la crianza y sobre los derechos de los niños, pero hoy es distinto porque existen más derechos colectivos, profesionales y leyes que amparan. Y esa intención de concientizarnos permite criar de una manera diferente. Hay una necesidad de comprender y hacer valer cada derecho sobre el cuerpo y la integridad de cada individuo. Nacemos rodeados de micromachismos. Y los niños fueron y aún algunos siguen siendo criados con determinadas pautas o acciones que no tienen en cuenta los derechos sobre el cuerpo, el respeto y las decisiones ajenas. Julieta dice: "Yo quería ese beso, pero no quería que fuera así". Porque ella se enamora por primera vez y quiere elegir, pero Santiago avanza sin reparar en su voluntad. Hoy creo que al menos eso se puede denunciar, conversar y la intención es que cada vez haya más compañía, análisis y justicia frente a estas situaciones. Como mujer y artista, me preocupa la violencia sobre el cuerpo de las mujeres.
-Precisamente, vivimos tiempos en los que peligra la continuidad de un derecho como la ESI, que es una herramienta fundamental para debatir estas cuestiones. ¿Qué evaluación hacés de esto?
-Que peligre la ESI es muy grave y muy triste. Porque en los últimos años la incorporación de la Educación Sexual Integral se convirtió en un eje central para generar conciencias sobre los procesos de crecimiento y los cambios y elecciones que aparecen en la preadolescencia y adolescencia. Abrir el diálogo, y poder hablar de la sexualidad, los cuidados y la salud, y poder recibir información y compañía, es fundamental para tener una crianza y un crecimiento saludables.
-¿Qué rol asume el teatro para poder invitar a la reflexión acerca de este tipo de problemáticas?
-En este caso, somos un grupo de mujeres que construimos sentido desde nuestras percepciones y desde nuestro estar. Y creemos que el teatro como práctica tiene la posibilidad de reflexionar en acción sobre los contextos y puede ayudar a reconocer situaciones. Trabajar desde el lenguaje y los cuerpos, llegar a otros para empatizar, e invitar a reflexionar, observar, percibir y transformar el mundo que nos rodea es una posibilidad que ofrece el arte.