Pundonor es desde todo punto de vista un éxito. Estrenada en 2018 en el Centro Cultural San Martín, la obra pasó por Callejón y Hasta Trilce, y luego desembarcó en el Teatro Metropolitan, donde se reestrenó en su sexta temporada. Esta creación no sólo superó las 120 funciones y los 15 mil espectadores sino que además le valió a su dramaturga, directora y protagonista, Andrea Garrote, varios premios y nominaciones (entre ellos el Konex 2021 a Mejor Unipersonal de la década). Puede verse los martes a las 20 en el Metropolitan (Av. Corrientes 1343).

Garrote asegura que para una actriz “hacer un monólogo es como nadar en aguas abiertas, un desafío muy especial”, pero señala que uno de los conflictos del formato es que por lo general se cuenta algo que ya sucedió y la parte más teatral del presente escénico se diluye un poco. Ese fue el principal móvil para empezar a escribir. “Cuando entendí que este personaje daba una clase magistral, me acordé del riesgo y el enorme trabajo que hacían los docentes que daban teóricos en Puán: eran clases de tres horas donde pensaban en voz alta. Un salto al vacío que los podía llevar por lugares peligrosísimos. Me pareció que se activaba un riesgo que estaba buenísimo para actuar y mantener la tensión durante los 70 minutos”, destaca.

Pundonor estuvo de gira por Europa. Imagen: gentileza Carlos Furman

La pandemia marcó un antes y un después en el proceso de crecimiento de la obra. La profesora Claudia Pérez Espinoza da una clase introductoria sobre Foucault y analiza las dinámicas de poder al interior de las instituciones. “Antes de la pandemia la obra tenía unas resonancias más fuertes en algunos lugares y la protagonista parecía un poquito más trastrocada, la teoría de Foucault era lejana y a la gente no se le erizaba la piel cuando escuchaba conceptos como ‘normalización’ porque eran términos académicos. Después de la pandemia, cuando volvimos con aforo reducido, restricciones y barbijos, la gente se quedaba helada y parecía muy duro escuchar eso”, recuerda.

-Estuviste de gira por Europa y las críticas fueron sumamente elogiosas. ¿Por qué creés que esta obra resuena tan bien en otros países?

-En todos lados resonó muy bien. En España hay un plus que para mí tiene que ver con cierto gusto por alguna argentinidad. El personaje es irónico, súper honesto y representa lo incorrecto. Les gusta ver cómo es la UBA, que tiene su fama y cierta mística. La escenografía es una copia de un aula de la Facultad de Ciencias Sociales; hay detalles como el tacho de basura y el borrador atados con un piolín. Es la posibilidad de espiar esa universidad con tanto prestigio: los objetos son precarios pero la entrega del docente siempre está. Y también sucede algo cuando se habla de la centralidad de la lengua española, porque el público es tratado como un estudiante argentino.

-El texto acaba de editarse por Blatt y Ríos. ¿Cómo fue ese proceso?

-Fue complicado decidir dónde y cómo editarlo; afortunadamente tuvimos muchas ofertas. Cuando apareció Blatt y Ríos fue genial porque me gustaban sus ediciones y estaba la posibilidad de editarlo en España; allá se vende muchísimo a la salida de las funciones. Ahora se hará lo mismo en el Metropolitan. Mucha gente había visto la obra y se quería llevar el texto, así que para mí es un orgullo enorme. Y como es un monólogo, se trata de una narración, entonces la lectura no es tan críptica como en otras obras.

Andrea es dramaturga, actriz y directora. Cuando se le pregunta por la convivencia de esos roles, explica: “Con Rafael (Spregelburd, co-director de Pundonor y con quien fundó El Patrón Vázquez) fuimos uno de los primeros grupos que ponía dirección, dramaturgia y actuación. Pienso en la música: si tenés una banda y querés producir nuevas cosas en el mundo, es raro hacer covers. Si querés hablar del mundo de hoy, aún tomando un texto del pasado, el teatro te obliga a representar con estos cuerpos. Siempre hay una opinión. Si uno lo piensa desde ahí, es normal que los grupos hagan sus propias dramaturgias. Para mí el teatro está tan vivo en esta zona del planeta porque los dramaturgos y directores están muy cerca de los actores. Pero está bueno que haya híbridos y diferentes formas de producción”.

Otro proyecto que la mantiene ocupada es El rapto, adaptación cinematográfica del libro de Martín Sivak, El salto de papá: única película argentina que estará en el Festival de Venecia y en Toronto. “Está basada muy libremente en el caso Sivak, pero en realidad quiere dar cuenta de varios casos de secuestros por parte de la mano de obra desocupada que seguía en actividad durante los 80, cuando salen las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. El guion lo hice con la directora, Daniela Goggi (Abzurdah, El hilo rojo, María Marta: el crimen del country), y es una película oscura porque juega con la ilusión de una familia que regresa después del exilio”. La protagonizará Rodrigo de la Serna junto a Jorge Marrale, Julieta Zylberberg, Germán Palacios y Garrote. La actriz recuerda que por esos años vivía con una amiga que era hija de desaparecidos y había un clima de mucho miedo: “Ella militaba en HIJOS, se hacían los encuentros de escraches y había amenazas permanentes. La película sostiene que las instituciones no se limpian de un día para el otro. Volviendo a Foucault, son organismos vivos que reproducen lógicas que exceden a quienes forman parte de ellas”.

-¿Cuál es el rol del teatro a la hora de pensar cuestiones tan importantes para la vida comunitaria como el poder o las instituciones?

-Espacios como el arte, la ciencia, la filosofía, el amor o la política son los que hacen de lo humano algo piola, algo querible y no sólo una máquina de destrucción. El arte permite entender otras vidas y fortalecer los lazos comunitarios. El teatro tiene una relación histórica con la palabra poética, el pensamiento, la filosofía y el cuerpo. Y ahí sí que los lenguajes audiovisuales no tienen nada que hacer. El lazo que se genera al ver todos juntos una obra es algo incomparable. Bajo el disfraz o la máscara del bufón, el teatro siempre permitió decirle al rey unas cuantas cosas; esa operación la sigue haciendo sólo que ya no se trata de un poder centralizado sino rizomático y todos lo reproducimos. Hoy el poder está en todos lados.

* Pundonor se puede ver los martes a las 20 en el Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343) y las localidades se adquieren por Plateanet