La extraterritorialidad del tango. Las posibilidades de la libertad y el peso de la tradición. El diálogo posible con otras músicas. La arquitectura de una identidad migrante. Entre esas cuestiones se balancea la música de Fleurs Noires, la orquesta de mujeres formada en Francia hace dos décadas, que se presentará el domingo a las 20 en el Torquato Tasso (Defensa 1575), en el marco de una gira que comenzó el sábado en la Casa del Tango de Rosario. Las diez músicas que forman esta típica atípica seguirán presentándose el martes 29 en San Pedro –en la iglesia Nuestra Señora del Socorro–, el jueves 31 en el Teatro del Bicentenario de San Juan y el sábado 2 de septiembre en el Festival Galas del Río de La Paz (Entre Ríos), para terminar en Buenos Aires el domingo 3, en el Espacio cultural Manzana de las Luces. En todos los conciertos se sumarán el percusionista Minino Garay y el cantor Aureliano Marín.
Dirigida por Andrea Marsili, que es además pianista y compositora del grupo, Fleurs Noires llega a la Argentina para mostrar la música de Tangos en Aleph, el último disco de la orquesta –el cuarto de su producción– en el que además de Garay y Marín, cuenta con la participación de Daniel Melingo y Tomás Gubistch. “Con las ‘Flores’ trabajamos desde hace veinte años, siguiendo una línea de búsqueda alrededor de los códigos del tango”, comenta Marsili en charla con Página/12. “Desde el principio tomamos un camino libre, pensando en un trabajo de experimentación que comienza en mis composiciones y continua en la orquesta. Después del tercer disco –A contrafuego (2016)–, que era prácticamente instrumental, pensé que había llegado el momento de incorporar voces, pero tratándolas como un instrumento más”, continua la pianista.
La textura rugosa y el aire sombrío y fatigado de la voz de Daniel Melingo atraviesan los textos de Omar Marsili para darle el tono a temas como “Tatuajes”, “Cegadora Margarita” y “El aleph”, mientras que, en el mismo registro, Aureliano Marín presta su decir a “Martillos para las brujas” y “Alas de malambo”. Sensible a los distintos temperamentos que nutren la música de Marsili, la guitarra de Gubistch resulta fundamental en el resultado sonoro de la orquesta, como queda claro en “Moutangos de Panurgo”, el tema que cierra el disco. “Por esa época había además temáticas que nos interpelaban, como el atentado a la Sala Bataclan en París, la desaparición de Santiago Maldonado acá, los femicidios aquí y allá. Cosas que pude canalizar a través de la composición”, destaca la directora.
Nacida en Rosario, Marsili egresó del Profesorado Nacional de Música de su ciudad Natal y en Francia, además de estudiar composición en la École Nationale de Musique de Montbéliard, se doctoró en la Sorbonne con una tesis sobre el lenguaje del tango. “Mi preocupación siempre fue utilizar el lenguaje del tango a fondo, de eso trata de mi tesis doctoral, pero midiendo las maneras en que mi voz tanguera puede dialogar con la música contemporánea, el minimalismo o el jazz”, asegura la compositora. “A medida que avanzaba con la composición de la música para este disco me daba cuenta de que mi lenguaje empezaba a expresarse más allá del tango, atravesado por mis otras experiencias musicales y en este camino encuentro el cuento El aleph, de Jorge Luis Borges. Sentí que esa idea de la esfera virtual en la que se funden pasado, presente y futuro y los diferentes lugares del universo, coincidía con mi visión del tango. Ahí entendí lo que estaba haciendo. Así fue que le propuse la idea a Tomás (Gubistch) y juntos compusimos ‘El aleph’. Eran todavía días de pandemia, por lo que tuvimos que componer a distancia. Resultó un diálogo de estilos muy interesante, que en el disco se termina de definir en el color y la gestualidad de la voz de Melingo”, agrega Marsili.
Típica en la formación, atípica en su desempeño, Fleurs Noires se formó en 2003, en París, a partir de la iniciativa de músicas argentinas unidas a estudiantes de la clase de Juan José Mosalini. Para esta gira argentina la orquesta estará integrada por Marion Chiron, Ana Carolina Poenitz y Kristina Kuusisto en la fila de bandoneones; Lucía Luque, Andrea Pujado y Solenne Bort Turquet, en la de violines; Camille Chardon, en viola, Veronica Votti en violoncello, Anne Vauchelet y contrabajo y la misma Marsili en piano y dirección. “Cuando asumí el compromiso de dirigir esta orquesta tenía la idea de ir más allá de los arreglos del repertorio clásico, para hacer música nueva. Al principio convocamos a otros compositores y después me animé y empecé yo a componer”, agrega la pianista.
Marsili cuenta que llegó al tango, como tantos de su generación, a través de la música de Astor Piazzolla. Todavía en Rosario, se acercó a Javier Martínez Lorré, formador de varias generaciones de tangueros de la ciudad. “Ahí conocí los clásicos, Pugliese, Di Sarli, Trolio y otros que me fascinaron como en su momento me fascinó Piazzolla”, asegura. “De ese tango me atraían muchas cosas. Pero había otras que no me cerraban”,
-¿Qué era lo que no te cerraba?
-El concepto de autenticidad que se maneja. Lo que es tango y lo que no es. Lo que está adentro y lo que está afuera de esos moldes prefijados. Cuando le pasé mis primeras composiciones a la orquesta, me decían ‘muy lindo, pero no parece tango’. Entonces yo me preguntaba ¿qué es tango? Surgió entonces la necesidad de analizar su historia y sus estilos, de individualizar su ADN. Cuando terminé con mi tesis entendí que podía componer a mi manera, pero sabiendo de dónde viene lo que hago y por qué utilizo lo que utilizo. Salirme de los moldes, de eso que no me cerraba. Logré romper los moldes, pero manteniendo los códigos.
-¿Por dónde sentís que tu música está ligada al tango?
-Toda mi música nace de un aspecto tanguero. De una célula rítmica, de un gesto rítmico, de un yeite. A partir de ahí me muevo con libertad. Voy buscando y aparecen cosas variadas. Pero el punto de partida siempre es esa materia fascinante, el tango.