El cronista Diego Karol salva su vida en la peligrosa ruta entre Kaduna y Abuya, en Nigeria, ante el asalto de hombres armados en medio de la madrugada. El trotamundos en bicicleta Pablo García es perdonado por los traficantes de opio en Irán como si no los hubiese descubierto ocultándose en el medio de la nada contando millones de billetes, con sus Kalashnikovs a cuestas. Un hombre en estado vegetativo desde hace un mes en un hospital en Miami levanta por primera vez su mano, produciendo el milagro que la ciencia esperaba. Una mujer británica salva su pellejo en medio de la ocupación iraquí de Kuwait en 1990. Un argentino preso en un oscuro cuartito de Chad, en África Central, acusado de ser espía de Gadafi porque su pasaporte tiene un sello que da cuenta de su paso por Libia, es liberado sin más trámites. Todos ellos salvaron sus vidas por el solo hecho de expresar un nombre en el momento justo: Maradona. Esas son algunas de las historias que forman parte de La mano de Diego, el libro en el que Micaela Domínguez Prost recaba un puñado de historias en las que Diego Armando Maradona se transformó en un salvoconducto universal y oportuno.
El libro publicado por Editorial Octubre concentra diez crónicas que demuestran que Maradona es mucho más que el nombre de quien fuera el mejor jugador del mundo. La mano de Diego relata algunas situaciones que ocurrieron entre 1984 y 2018 en los más recónditos lugares del mundo, en las que el Diez se convirtió en un pasaporte de salvación para quienes sus vidas corrían serio peligro. Un anecdotario que expresa el amor incondicional y de múltiples significados que Maradona provocó en culturas tan distintivas como pocas futboleras, incluso, convirtiéndose en un símbolo mundial que sintetiza el talento pero fundamentalmente una bandera -inesperada, rebelde, nunca condescendiente- de los más desprotegidos contra el poder y las injusticias del sistema.
La mano de Diego es un libro de viaje que tiene a Maradona como común denominador, pero que en realidad gira en torno a historias de muy diferentes personas en muy distintas circunstancias. En todas ellas, la mera pronunciación del astro del fútbol mundial o de su país de nacimiento sirvió como llave mágica para superar cualquier barrera cultural y peligro, exponiendo el lugar que Maradona alcanzó en todo el globo. Sin embargo, el trabajo de Domínguez Prost tiene la virtud de trascender al mero anecdotario, a través de crónicas de viajes que funcionan como disparadores para adentrarse en las sociedades en las que sucedieron los hechos, las culturas y las historias políticas de cada lugar.
“El libro no se centra en la figura de Maradona”, le explica la autora a Página/12. “Creo que Maradona es como una brisa que atraviesa las historias, pero lo que quería contar eran las historias de estas personas, de los protagonistas, de un sociólogo que está arriba de un tren, de una politóloga que llega a una estación en Praga y no sabe qué hacer, de una mujer que va a una conferencia en China y se confunde para ir al hotel. A mí me interesan las personas y me interesa mucho cómo funciona la gente al viajar”, detalla la también cineasta (Voz de murga, El molino quemado).
-¿Por qué elegiste ver cómo funciona el ser humano al viajar cruzado por el mito Maradona?
-Cuando viajamos estamos muy expuestos a lo bueno y a lo malo. Y nos encontramos con un montón de gente buena que nos ayuda y que nos da una mano en nuestro momento más vulnerable, que es el momento en el que estamos lejos de nuestra familia, de nuestros afectos, de lo que conocemos, de nuestro idioma. Jugamos muy de visitante en países de culturas muy lejanas. Y a mí me encanta viajar, escuchar historias de viajes, porque cuando nos movemos de nuestra zona de confort, de nuestra burbujita, de nuestro barrio, es cuando empiezan a florecer las historias. Para bien y para mal, porque también nos pueden pasar cosas malas. Me interesaba ponerme en la piel de estas personas que estaban viajando. Y para entender qué es lo que les estaba pasando o cuánto era el peligro que corrían, tenía que entender el contexto. O sea, ¿por qué es un problema tener un sellito de que fuiste a Pakistán cuando estás entrando a Bangladesh? ¿Por qué es raro encontrar un grupo de hombres atrás de unos árboles en una ruta en Irán? Tenía que entender cómo funciona la ruta del opio.
-¿Y también los lectores debían comprender la historia social, política y cultural de sitios en los que Maradona es una devoción?
-Como tenía que entender a las personas para escribir las historias, pensé que los lectores tenían que entender el contexto para comprender el miedo y el peligro de las situaciones que estaba contando. Y además porque quería salirme de lo anecdótico. Las anécdotas estaban ahí. El tuit o la noticia de un tipo nombrando a Maradona y que eso lo salvó, sale todas las semanas en algún diario. Quería algo más, quería recorrer el mundo con el libro. Gran parte del libro lo escribí durante 2020, el año de la pandemia, lo que me permitió buscar los lugares en los que sucedían las historias en mapas o a través de internet. Escribir el libro fue mi forma de viajar. Y creo que al leerlo, los lectores también viajan.
-¿O sea que el viaje, más que Maradona, fue el motor de la escritura del libro?
-Yo me fui de Argentina muy chica, a los 17 años, viajé bastante. Me pasó que, si bien no soy una persona muy futbolera, empecé a notar que ser del país de Maradona me abría puertas y generaba una simpatía instantánea por mi persona. Sentía que no lo merecía porque las personas depositaban en mí lo que sentían por Maradona. Pero no me quejaba porque me regalaban un café, me hacían descuentos, simplemente me trataban mejor, que es algo importante cuando estás viajando y sos una mujer muy joven.
-Y que también les sucede a muchos argentinos, para los que Maradona fue una solución en culturas disímiles. Historias que hasta La mano de Diego no estaban recopiladas en un libro.
-Me empezó a pasar que veía, leía y escuchaba historias que tenían la característica común de que diferentes personas de diferentes edades, profesiones, géneros, personalidades, se habían encontrado en situaciones difíciles y por algún motivo Maradona los había ayudado. Si bien hay un montón de libros sobre Maradona, pensé, ¿cómo no existe un libro que recopile en profundidad, con más nivel de detalle, más contexto, esas pequeñas anécdotas? Como no existía, lo quise escribir. Tenía muchas ganas de escribir este libro, de entrevistar a estas personas, de armar estas historias. No importa cuántas otras cosas se han hecho sobre algo, porque siempre se puede explorar un mismo tema o un mismo personaje desde un punto de vista distinto y con una mirada novedosa e interesante.
-¿Por qué creés que Maradona se convirtió en un “salvoconducto universal”, qué particularidad tuvo y tiene su figura?
-Mientras escribía el libro me preguntaba constantemente esto, ¿por qué tiene esta fuerza Maradona en culturas tan dispares? No tengo una respuesta, porque cada vez que ensayo una me pasa que hay algo de la realidad que la refuta. A veces pienso que no fue solo porque era un gran jugador de fútbol, sino por su carisma al hablar. Pero después caigo que en ciertos países rara vez lo escucharon hablar, ni mucho menos lograban apreciar los juegos de palabras y los chistes y la chispa que tenía en el idioma español. En él confluyen un montón de características y de ingredientes que lo convierten en esta figura de fuerza. La época en la que jugó al fútbol fue un período de muchísimos cambios, de la guerra de Kuwait, la caída del muro de Berlín, ciertas figuras muy poderosas alrededor del mundo, Saddam Hussein, Gaddafi, Fidel Castro. Maradona toca a diferentes personas, diferentes clases sociales, edades, culturas, por distintos motivos. A las personas quizás de los países más pobres, de los llamados tercermundistas, les llega porque siempre representó una resistencia y se mostró como un personaje que a pesar de cambiar su situación económica nunca olvidó sus orígenes. A otras, más que nada de los países del sudeste asiático, les llega por su fútbol, principalmente el Mundial 86. En países como Nepal, Bangladesh, Pakistán, fue el primer Mundial que realmente vio todo el mundo en tele abierta. Y es lógico que tenga un peso más importante que otros. No hay una respuesta única. En cada historia Maradona toca una fibra emotiva distinta. En algunas tiene que ver con la infancia, en otras como una especie de venganza política, en otras con el fútbol en sí. Eso es lo llamativo de Maradona: su capacidad para abrazar al mundo entero desde diferentes costados.
-Muchas historias suceden en lugares muy alejados de Argentina, incluso en países que no son potencias futbolísticas, pero fueron colonias imperialistas. ¿Por qué las elegiste?
-Cuando me puse a investigar uno de mis principales objetivos era encontrar las que sucedieran en la mayor cantidad de regiones geográficas. Justamente para mostrar que el impacto de la figura de Maradona no conoce fronteras. No me fue difícil: hay historias en todos los rincones del planeta. Me sorprendí, porque si bien cuando empecé a escribir era consciente de la relevancia de Maradona, hay historias que suceden en China en los años 90, y otras en países no tan futboleros. Creía que en los países en los que el fútbol no es el deporte que más se consume y más se juega, Maradona no iba a ser tan conocido. O al menos que no iba a generar tantas emociones.
-Esa devoción da cuenta de que su simbología va más allá de la pelota.
-Me sorprendió encontrar que pasa en todos lados. Noté que en los países, principalmente en los que fueron colonia de Inglaterra, pero también en los más pobres del mundo, Maradona le llega a la gente por lo que fue como jugador, pero mucho más como imagen de resistencia al poder. La personalidad de Maradona y su capacidad de ser una figura cercana a un montón de personajes que fueron relevantes en los ‘80 y ‘90, a la vez su capacidad de mantenerse firme con sus ideales y de recordar quién es y de dónde vino, lo llevaron a convertirse en un símbolo. Por un lado, de esperanza, de que cualquiera puede llegar; y por otro, de memoria, de no olvidarse nunca de dónde viniste ni de todos los que se quedaron atrás.
-¿Considerás que la devoción por Maradona trasciende hasta su propia muerte física? ¿Que se convirtió en un símbolo que perdurará por los tiempos, incluso engrandeciéndose? ¿O las nuevas generaciones erigirán a otra figura global como Messi, aún con una personalidad muy diferente?
-No tengo idea. Puedo intuir que con Messi no va a pasar lo mismo, pero porque es otra época. Algo que tuvo la devoción por Maradona fue que en muchos casos fue como un mito de transmisión oral. La gente contaba que existía este jugador, que era impresionante, pero muchas personas no habrán visto un gol de él o vivián del recuerdo de algo que vieron. Hay una de las historias que sucede en Níger en el 84 y cuando me la contó su protagonista pensé, ¿pero qué sabían en Níger sobre Maradona? ¿Qué habían visto? Probablemente casi nada. Creo que mucho de la devoción es una construcción individual. A partir de una información, de algo que escuchaste y/o viste de Maradona, cada persona en diferentes partes lo completa a su manera. Con Messi es muy distinto. Ahora puedo entrar a Google y ver 25 fotos de lo que hizo ayer Messi con sus hijos. La forma de construir un ídolo global cambió. No sé si la figura de Maradona va a decrecer o agrandar, sí va a cambiar. Muchos de quienes se emocionaron ante el recuerdo de Maradona en las historias, lo hicieron porque asocian Maradona a su propia infancia o a su propia adolescencia, porque vieron en vivo una hazaña de él y les marcó la vida. A medida que pase el tiempo va a ser algo del pasado para mucha gente, a medida que se vayan muriendo las personas que fueron contemporáneas al Diego. Entonces sí se va a modificar, pero no me creo capacitada para teorizar al respecto . Lo mío es más contar las historias sin tanto análisis.
-La mano de Diego cuenta solo un puñado de historias, pero bien podría ser una saga por la enorme cantidad de anécdotas. ¿Creés que eso demuestra que el fútbol es mucho más que “22 personas corriendo detrás de una pelota”, como decía Borges?
-Nunca creí que el fútbol fuera 22 personas corriendo detrás de una pelota. De hecho, no me interesa “el fútbol que es 22 personas corriendo detrás de una pelota”. No me gusta ver fútbol, me aburren los partidos, me parecen largos, tediosos, no me gusta ver ciertas actitudes, no me gusta la violencia, que se tiren para fingir una lesión me parece pelotudísimo… No conecto con el fútbol como deporte, pero me encanta observar todo lo que ocurre alrededor, cómo es una excusa para la unión y las emociones, cómo ayuda a generar identidad, cómo nos afecta el humor, cómo el fútbol muchas veces es simbólico de otras cosas que están pasando a nivel político, cultural, social… Así que obviamente es muchísimo más que un deporte porque, nos guste o no, es una parte importantísima de la vida de un montón de personas, especialmente en un país como Argentina, en el que nací y crecí, o Uruguay que es donde vivo.
-No te gusta ver fútbol pero escribiste un libro con Maradona como protagonista. ¿Cuál fue tu vínculo con él?
-Cuando empecé a contar a gente cercana que estaba por sacar el libro, y yo no hablo de fútbol, se sorprendieron. Pero el fútbol forma parte de mí, sirve para entender quién soy. Cuando uno sale del país entiende cuán grande es la influencia de su cultura y de su entorno en el desarrollo de su personalidad, sus gustos... Me fui a Noruega a los 17 años. Y después viví en otros países y de a poco, aunque cada vez con más fuerza, fui entendiendo que Maradona era una parte importante de mi vida y de quién era y soy. Yo nací en el ‘86: toda mi infancia estuvo atravesada por Maradona. Los momentos de alegría y de tristeza, como el doping en el Mundial del 94, cuando tenía 8 años, son recuerdos muy nítidos. Crecí en una familia en la que estaba el televisor prendido y había un partido de fútbol. Crecí en un país en el que por la calle escuchás a gente hablando de fútbol, abrís el diario y hay 25 noticias de fútbol. Para la gente que no lo consumimos es un bombardeo, molesto a veces. Durante los mundiales es impresionante la omnipresencia. Algo que entendí es que mi vínculo con Diego no tiene que ver con lo futbolístico. No me puedo dar cuenta de lo fuera de serie que es viendo los partidos, pero sí me di cuenta al salir de Argentina que Maradona era una parte grande de la construcción de mi persona, que era una figura que aparecía una y otra vez en los recuerdos que más se me quedaron grabados de mi infancia y de mi adolescencia.
-A partir de la escritura del libro, ¿qué aspectos nuevos descubriste alrededor de Maradona y su significado para el mundo y los más indefensos?
-El libro confirmó y superó una sospecha: Maradona llegó a todos los rincones, a todas las culturas, todos los países. Y otra cosa fue sentir que alrededor de Maradona se construyó una especie de cadena de favores, que me emocionó. No sé si hay alguien más que genere eso. Es decir, aquellas personas que estaban viajando y que fueron ayudadas lo fueron porque del otro lado había alguien que sentía que debía un favor. En el prólogo cuento que estaba en una tormenta de nieve en medio de la noche en el norte de Estados Unidos, y charlando con un taxista que era de Ghana se puso a recordar anécdotas de Maradona. Eso lo llevó a un lugar feliz de su memoria y decidió ayudarme y llevarme hasta el aeropuerto en Boston que quedaba a varias horas en auto. Entendí que el tipo sintió que le debía algo a Maradona, pero como no se lo podía dar a él me lo daba a mí porque soy argentina y lo llevé a recordar un momento feliz. Al entrevistar a las personas que forman parte de las historias, los noté a todos muy receptivos y con muchas ganas de ayudarme, porque seguían esa cadena. A ellos Maradona los había ayudado en situaciones difíciles; cuando vieron a alguien pidiéndoles ayuda, sintieron que tenían un favor en el debe y lo quisieron recompensar. Y probablemente ahora yo le esté debiendo al universo, por toda la gente que me ayudó a hacer este libro. Voy a seguir esa cadena. Eso es lo que más me interesa del libro y de las relaciones humanas: dar y recibir y vincularnos como comunidad. Medio hippie, pero así es como pienso.