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La muerte de la cara visible del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin (foto), y de sus principales dirigentes abre interrogantes propios de una novela policial. Según cuál sea la conclusión de la investigación del siniestro --o su lectura por los sectores de poder o la opinión pública-- las consecuencias políticas podrían ser imprevisibles.

Comencemos por los datos ciertos. Un jet bimotor fue filmado mientras caía en picada cuando iba de Moscú a San Petersburgo. El humo del aparato y su imposibilidad de maniobrarlo permiten una primera interpretación: incluso con un solo motor el piloto podría tratar de aterrizar. Además, varios testigos escucharon dos explosiones y así el hecho hay que inscribirlo como una acción intencional y no un fallo técnico. Y como en cualquier novela policial, los investigadores deberán tratar de deducir quiénes son los beneficiados y por ello, los principales sospechosos.

Las dos explosiones informadas por testigos se corresponden con el fuego de misiles antiaéreos, si se quiere garantizar doblemente que una nave hostil no escape. Luego de los recientes ataques con drones ucranianos en Moscú y Nizhni Nóvgorod --donde destruyeron un bombardero estratégico Tu-22-- sería factible que los operadores de la defensa rusos actuaran preventivamente ante un vuelo desconocido. Sin embargo, un avión de ese tamaño y que informó su plan de vuelo, difícilmente podría ser confundido con un dron enemigo. Por su parte el Pentágono estadounidense declaró que no hay indicios de que un misil tierra-aire el avión haya impactado el avión por pero hizo saber que el derribo habría sido causado por un sabotaje. 

Queda analizar entonces quién pudo planificar el derribo. Es altamente improbable un sabotaje ucraniano. Ese día se cumplían dos meses exactos del intento de rebelión de Prigozhin, cuyo objetivo declarado era la renuncia de los generales Surovikin y Guerásimov, y la del Ministro de Defensa Shoigú con la excusa de que no apoyaban con recursos las acciones de Wagner en Ucrania. La marcha de los rebeldes se detuvo cerca de Moscú sin oposición militar, el fiscal les anuló los cargos por traición y los dirigentes de Wagner se retiraron a Bielorrusia. Putin prometió públicamente no tomar acciones contra los partícipes de la rebelión. Además, el general Surovikin desapareció de escena y recién ahora se comunica su cese en el cargo.

La rebelión dio lugar a interpretaciones. Para algunos sería la demostración del poder creciente de esta empresa militar y sus intentos de condicionar políticamente al gobierno, exigiéndole acciones más contundentes en Ucrania. También mostraría la fragilidad del poder de Putin, confirmado además por la nula oposición al avance rebelde hacia Moscú.

Para otros, todo fue una puesta en escena para que los opositores a Putin manifestaran su apoyo a la supuesta rebelión y así poder identificarlos y neutralizarlos, antes de que pudiesen concretar por si mismos un cuestionamiento serio al gobierno.

Más allá de las intenciones reales, lo cierto es que luego de la marcha, Wagner quedó fuera de las operaciones en Ucrania y fue trasladado a Bielorrusia y África. Paralelamente surgieron otras compañías militares privadas, creándoles una nueva competencia. Siempre se atribuyó la organización y dirigencia de Wagner a los servicios de inteligencia rusos en connivencia con algunos mandos militares y grupos empresariales para defender intereses privados y estatales. Su exaltado nacionalismo coincidió con el proyecto de Putin de restaurar la grandeza de Rusia, recurriendo a los conservadores y la Iglesia Ortodoxa, pero reivindicando ciertos aspectos del período soviético. Este proyecto encuadraba con los intereses de algunos sectores vinculados a las industrias de defensa y al mercado interno. Así la compañía Wagner permitía cumplir objetivos políticos y económicos al Kremlin, sin involucrarlo oficialmente.

Las acciones de Prigozhin le dieron extraordinaria popularidad entre la derecha, hablándose de su posible intervención en las próximas elecciones. Por eso habría que plantearse si su muerte fortalece o debilita a Putin: su desaparición eliminó a un posible rival de Putin y demostraría que no se toleran cuestionamientos abiertos ni traiciones a su liderazgo. El haber tenido que neutralizar a la cúpula de Wagner de esta forma, sería una muestra de la creciente fragilidad del poder de Putin y podría distanciarlo de los sectores ultranacionalistas. Además, el no haber sostenido su promesa de que no habría represalias contra Wagner, sería un desprestigio mayor: a partir de ahora sería un interlocutor poco confiable. Y habría que considerar dos declaraciones: el reconocimiento por Putin de que Prigozhin, “aún con errores” fue “un héroe de Rusia”, y un decreto por el cual todas las empresas militares privadas quedaban subordinadas por juramento al Estado.

Queda la posibilidad de que los responsables del derribo fuesen los militares por su cuenta o sectores de la élite preocupados por la escalada del conflicto en Ucrania y las consecuencias de las sanciones. Estos últimos apoyarían una salida negociada con la OTAN. Desde esta hipotética perspectiva, matar a Prigozhin tendría un doble impacto: desprestigiar la figura de Putin entre los nacionalistas y eliminar una de las bases de apoyo armado al régimen.

Como en cualquier serie o novela policial, para deducir quiénes serían los beneficiarios, debemos ver cómo se desarrollan los acontecimientos en las próximas semanas. Excepto que estemos frente a una trama policial con un final abierto.

*Investigador en el Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTref) y docente de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).