Los vínculos familiares pueden tomar caminos diferentes cuando se trata de sentimientos hacia una institución, que en algunas situaciones puede sorprender en el caso de rivales máximos.
El distanciamiento también radica en las disciplinas, debido a que muchos hijos no continúan con el legado que pudieron dejar sus padres. Los Gartenbank son un ejemplo de ello, debido a que Alejandro fue un gran taekwondista y ahora es el entrenador de la Selección Argentina, y su hija Valentina se destaca pero en voleibol.
El padre es el que conduce al plantel de la Federación Internacional (ITF), y la joven de 19 años forma parte -no quedó en la lista definitiva para el Mundial que se jugó en México- del plantel Sub 21 mientras se desempeña en Ferro Carril Oeste.
"La actividad en el taekwondo la inicié a los cinco años. Mis padres me mandaron a hacer deporte para que pudiera calmarme un poco, ja. La carrera la continué sin darme cuenta. Me destaqué en la lucha, empecé a ganar varios torneos, hasta que competí en certámenes internacionales y llegué al punto de ser convocado a la Selección Argentina más de diez años consecutivos", explica Alejandro.
Y aclara que "en ese momento el taekwondo era una sola Federación Internacional (ITF), y era muy difícil clasificar y estar en el nivel más alto. La actividad hoy está bastante dividida y hay varias federaciones. En mi categoría de hasta 80 kilos me tocaba competir con más de 70 rivales, muy buenos todos. Me acuerdo que empezaba a luchar a las nueve de la mañana y terminaba a las diez de la noche, después de diez o 12 peleas, era una locura".
Alejandro pertenecía al Centro Argentino de taekwondo, cuando estaba la escuela de Edgardo Villanueva, considerado uno de los mejores entrenadores del país, y siempre se mantuvo en esa línea, a la cual continúa perteneciendo. Con las divisiones en el organismo, aquel Centro Argentino es hoy Alianza Argentina de taekwondo, una asociación civil que funciona bajo la órbita de la ITF.
"Me desempeño -continúa el protagonista- ahora como entrenador de la Selección Argentina, siempre de la ITF, que es la organización original. El viernes próximo viajamos al campeonato Mundial en Finlandia, que comienza el 4 de septiembre. La relación con el taekwondo es muy fuerte, ya que me retiré varias veces y luego terminé volviendo. Por una cuestión de edad me pasé a la categoría Senior, y estando ahí se me fue apagando la llama de la competencia".
La que lo escucha hablar con admiración es Valentina, su hija, quien intentó seguir el rumbo de su padre pero terminó eligiendo otro deporte que la entusiasmaba más. "Me convocaron este año para la Selección Sub 21, y estuve en el plantel hasta que se dio la lista definitiva y no pude quedar para el Mundial. De todas maneras fue una experiencia única para mí, aprendí mucho estando ahí. A mis 19 años, es un avance muy importante entrenar a ese nivel".
"Probé en varios -sigue Valentina- deportes, y apareció el vóley de manera inesperada. En el taekwondo estuve un tiempo pero no me atraía mucho, encima mi papá era el entrenador y me costaba verlo como un técnico. En un momento hice hockey, gimnasia deportiva, patín, fútbol femenino, handball. La mayoría en Ferro".
Y cuenta que cuando la estaban por federar en handball le ofrecieron probar en el vóley, ya que la vieron con buena altura. "Entonces hacía las dos actividades al mismo tiempo, pero a las dos semanas me di cuenta que me gustaba mucho más el vóley. Llevo cinco años nada más, y en el medio estuvo la pandemia, así que el tiempo se acortó mucho. El año pasado estuve jugando a buen nivel, y este año me convocaron al seleccionado, que para mí fue un privilegio", expresa.
Al taekwondo se lo vincula siempre con Sebastián Crismanich, por la medalla de oro que ganó en Londres 2012, aunque lo hizo asociado a la Federación Mundial de Taekwondo (WTF), que es otra de las entidades internacionales que rigen la actividad. La misma fue establecida en mayo de 1973, y luego fue reconocida por el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1980, en Moscú. En WTF los reglamentos son diferentes, y hasta el deporte es distinto.
"En un momento tuve la posibilidad de pasar a competir para la WTF pero finalmente no se dio. En la Selección estoy desde el 2019, pero con la pandemia en el medio recién ahora vamos a competir regularmente. En el medio tuvimos un campeonato Mundial virtual, pero se compitió en una sola especialidad", completa Alejandro.
El deja en claro que el nacimiento de Valentina influyó para que comenzara a alejarse de la alta competencia. "Cuando ella tenía un año viajé al Mundial de 2005 en Alemania. Ese fue uno de mis mejores mundiales, ya que ganamos en Formas, fuimos segundos en Lucha y terceros en Rotura (se rompen tablas con un solo golpe). Fue algo soñado. Ella fue tomando protagonismo en mi vida, y empecé a soltar de a poco la actividad. Me costó dejar porque después en 2009 fue el Mundial acá en Argentina, y tuve una tremenda lesión en la mano que me impidió competir", recuerda.
Y va más allá: "Con el paso del tiempo empecé a participar en las Copas del Mundo, que es como un Mundial abierto y no hay que clasificar. Uno se inscribe y participa. Cuando estaba cerca de los 40 años seguí peleando y fui a Jamaica, donde salí campeón. En el 2017 fui a Hungría y sufrimos un despojo de los árbitros en la primera pelea. Eso me dio impotencia por el esfuerzo que uno había hecho para estar ahí, y que me den por perdida una pelea que había ganado me desmotivó mucho. Pero ahora voy a cumplir 50 años y siempre pienso que tengo una más, ja".
Los Mundiales y las Copas del Mundo motivan a Valentina para que ella también pueda estar ahí: "Desde que arranqué siempre tuve como objetivo llegar a la Selección, y cuando me llamaron este año fue una emoción muy grande. Hasta el momento no tuve competencia con Argentina, y mi sueño es poder participar en un Juego Olímpico. En este Mundial no quedé porque el plantel se redujo a 12 jugadores, y en el último corte salimos dos, pero la expectativa para el futuro es grande".
Ella integra en Ferro el plantel de mayores desde los 16 años, y remarca que la entidad de Caballito es como su "casa. Si el día de mañana se da la chance de irme a otro lado mi corazón seguirá en Ferro. Empecé jugando como central, pero luego pasé a jugar por la punta y también de opuesta, estuve por todos lados, ja".
Valentina nunca vio competir a su padre, pero por la presencia que tiene en el ambiente y por lo que observó por videos, aspira a tener la importancia que tuvo él pero en su deporte. "Yo no lo dimensiono tanto porque lo veo siempre como mi padre", indica.
Mientras ella sostiene que le gustaría dedicarse al vóley y tener la posibilidad de jugar en el exterior, estudia Diseño de Interiores: "El primer cuatrimestre empecé cursando cuatro materias, y por las concentraciones con la Selección tuve que dejar algunas. Recién esta parte del año estoy cursando con mayor presencialidad, y quiero seguir estudiando porque creo que siempre hay que tener una segunda herramienta. Si por algún motivo dejo de jugar tengo que tener planes por otro lado".
La experiencia es un factor que Alejandro le suele trasladar a Valentina, después de su recorrido extenso por el taekwondo. "Con ella vivimos hablando y cada vez que puedo le traslado las cosas que uno vivió. Cuando ella tiene una lesión, por ejemplo, le trato de transmitir ánimo y cosas que le sirvan para crecer en el futuro. Lo mismo con el tema de la presión, los nervios, la adrenalina, porque no es igual entrenar que jugar un partido con el estadio lleno, y ni hablar un Mundial", añade.
"A ella le tocó entrenar -sigue Alejandro- en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) este año y fue un aprendizaje enorme, y a mí tocó prepararme allí seis meses para el Mundial de 1999. Eso también nos une y los conocimientos que uno pueda tener se los traslada. No en los aspectos técnicos, porque de vóley no entiendo mucho, pero sí desde lo mental para la contención".
El reconoce que a su hija "no le gusta perder a nada. Igual que a mí, pero cuando pasa trato de hablarle porque es ahí donde se aprende. Cuando empezó a jugar en mayores ingresaba en situaciones puntuales, y si se equivocaba volvía a salir. Entonces en esos momentos trataba de orientarla para que encuentre tranquilidad". A diferencia de Valentina, al padre lo alimentaba todo lo que era presión: "Un estadio lleno me motivaba mucho. Lo que buscaba era hacer que me juegue a favor. También tuve momentos en los que luchaba contra mi otro yo, cuando tenía días malos. Cuando te ganás a vos mismo te eleva el espíritu, te sentís fuerte mentalmente y todo se hace más fácil".
En ese aspecto, Valentina señala que por su cuenta tiene "un psicólogo deportivo que ayuda mucho. Lo inicié hace un par de meses por la competencia intensa que venía teniendo. Yo me ponía muy nerviosa en los partidos y me tensaba mucho. Mi psicóloga jugó muchos años al vóley y eso ayuda también". Y agrega: "Una es muy exigente con una misma, y no me gusta equivocarme. Cuando cometía un error me quedaba pensando en eso y no en cómo corregirlo. Eso sumado a que haya mucha gente mirando, o que el partido sea televisado, me generaba presión y no sabía como confrontarla. No lo superé aún, pero cada día lo asimilo mejor".
En la casa de los Gartenbank no se habla todo el tiempo de deporte, aunque juega un rol importante en lo cotidiano. Para que Alejandro y Valentina puedan seguir intercambiando sus miradas de diferentes disciplinas.