Hay que animarse a viajar con el vampiro escondido. Bien puede decirse que nadie lo haría si lo sabría, pero lo cierto es que las alertas están, hay que saber oírlas. Como sucede en ese capítulo memorable de la novela Drácula, cuando el conde es trasladado en su ataúd, revestido de tierra natal, para recalar en Inglaterra y esparcir su maldad; ese capítulo significa el umbral entre un mundo y otro. De hecho, es uno de los varios umbrales que la novela propone.

Entre ellos, el que atraviesa el invitado de Drácula, Jonathan Harker, cuando decide desoír los consejos de lugareños para meterse dentro de la mansión añosa y su vacío de siglos, habitada por un ser solitario que le recibe amable e intimidante. Porque ingresa en su morada, Jonathan deja atrás lo que conoce. Ahora, la lógica no existe y las gotas caen hacia arriba. Lo oscuro reina.

Luego vendrá el episodio del barco. El Demeter. El navío que lleva la carga rumana. La que hará gritar de horror a Inglaterra. La que supo describir Bram Stoker con pluma maestra: el mal acecha y crece, más vale estar atentos. Las señales están, les son mostradas a la tripulación del Demeter. Así lo plantea Drácula: Mar de Sangre –desafortunado título elegido para The Last Voyage of the Demeter–, film dedicado a lo sucedido en ese viaje, a ese barco espléndido de luz que será víctima de la mordida para volverse fantasma, como un deshecho cadavérico. Como se sabe, al tocar costa inglesa, lo que seguirá es la bruma verde, la invasión de ratas, la peste. Todo aquello en lo que Drácula se transforma.

Esta travesía la contaron, a su manera, muchas películas. Entre ellas, la primera y mejor es Nosferatu (1922), del maestro Friedrich Murnau. El plano en contrapicado, con el vampiro asomando desde la cubierta nocturna para dar caza a los marinos, es sublime y se pega en la retina. Ese solo plano sintetiza el pánico de la tripulación y los espectadores. Es una de las imágenes que mejor dice sobre los miedos. Tan decisiva como la caracterización del vampiro, cuyo maquillaje transmuta el rostro del actor Max Schreck en el de una calavera monstruosa.

Algo de todo esto está en Drácula: Mar de Sangre; es ésa la fisonomía de su Drácula. No hay aquí apariencia de conde o resabios aristócratas (a excepción del dragón que adorna su ataúd, marca del demonio y de su progenie; o el bastón de alcurnia, símbolo que el guion incluye de cara al desenlace) sino otredad manifiesta: vampiro gigante, como el que en cierto momento es Gary Oldman en el Drácula de Coppola. Lo monstruoso está liberado, no hace falta ornamento social. En el barco, todo está dispuesto para la cacería, y la tripulación verá cómo lidiar con el asunto.

En principio, hay dos señales que dan a entender que las cosas no marchan como deberían. Por un lado, una polizona. Por el otro, las ratas desaparecen. Un barco sin ratas, dice el cocinero, va contra la naturaleza. En cuanto a la cacería, lamentablemente, prima la agilidad de un vampiro gimnasta y digital. ¿Hace falta ligar todo a la gráfica de los superhéroes? (más aún cuando ya existe la pésima Morbius). De todos modos, el acento mejor está en lo que sucede abordo. En las relaciones entre marinos, capitán, y médico. Éste, negro y visto con desdén –repelido como otro vampiro–, no solo deberá confrontar con sus semejantes sino también con las creencias y consigo mismo, cuando los cuerpos desgarrados digan sobre algo que está más allá de la comprensión.

Del grupo, vale destacar la participación de un niño; pero sobre todo, su destino. Aquí al menos, la película logra una decisión mortal –perdón por esas tonterías que se llaman “spoilers”–, que no es la más usual. En cuanto a los demás, las muertes son demasiado efectistas, el vampiro vuela muy rápido. Tanto vértigo, ¿para qué? Prevalece, en todo caso, el encanto caído de un viaje marítimo, con todos sus preparativos y rayos de sol.

Jugadas las cartas y con el viaje concluido, la partida será también y necesariamente otra. Para eso, habrá que esperar secuela y seguramente caracterizaciones diferentes. Todo lo indica, el próximo movimiento le corresponderá al conde, ya en tierra y por fuera del agua circundante. Como sea, Drácula siempre se las arregla para volver; y éste, con menor que mayor tino, es otro de sus muchos nuevos capítulos.

Drácula: Mar de Sangre 6 (seis) puntos

(The Last Voyage of the Demeter)

EE.UU./Reino Unido/Alemania, 2023

Dirección: André Øvredal.

Guion: Bragi F. Schut y Zak Olkewicz.

Música: Bear McCreary.

Fotografía: Tom Stern.

Montaje: Julian Clarke, Patrick Larsgaard, Christian Wagner.

Intérpretes: Corey Hawkins, Aisling Franciosi, Liam Cunningham, David Dastmalchian, Chris Walley, Jon Jon Briones.

Distribuidora: UIP

Duración: 118 Minutos.