Bajar a la sala y encontrar repentinamente una instalación con 30 libros sobre tarimas en distintos niveles, la mayoría abiertos, algunos pocos cerrados, desnudan la intimidad de sus vidas, hojas escritas, tarjetas de bibliotecas, números de teléfono, algunos dibujos de manos infantiles que dan cuenta del recorrido de cada ejemplar en los últimos cincuenta años. Su autora, María Crosetti, sienta el punto cero a partir del cual el resto de la exhibición “El regusto de la aventura” explota hacia las paredes del Subsuelo y se esparce de la mano de Elvira Ferrazini, Gabriela Muzzio, Lucas Bragagnini y Paulina Scheitlin, artistas que ponen su mirada en este desafío y lo transforman en una sólida experiencia artística exhibida en la galería de arte.

En 1970 la Biblioteca Popular Constancio Vigil publicó el libro Rosario, esa ciudad, con algunos textos intercalados y muchas fotografías del paisaje urbano rosarino. Con una tirada de lujo de treinta mil ejemplares, el libro se volvió una bibliografía necesaria para los y las fotógrafas más allá de los límites de la ciudad. A partir de estas imágenes y con algunos disparadores, Francisco Medail, especializado en fotografía y archivo histórico y curador de la exhibición, pone en juego las preguntas sobre cómo pensar esa relación desde la actualidad, qué efectos producen sus páginas cincuenta años después y cuánto queda de la ciudad.

Elvira Ferrazzini trabaja el collage como técnica. Foto: Lucas Bragagnini.

Sheitlin es coordinadora general de la galería y forma parte del equipo artístico de “El regusto de la aventura”. Relata que la idea nace desde el Subsuelo y se convoca a Medail como curador. Él es quien propone el libro Rosario, esa ciudad y a partir de sus imágenes, plantea a cada artista buscar un aspecto que estuviera conectado con las fotografías.

Paulina disecciona cada punto de la muestra desde cada uno de sus autores y autoras. Comienza con María Crosetti, quien realiza una instalación que “plantea reunir el 0,1% de ejemplares para dar cuenta de la tirada total”, con un peso simbólico que propone dimensionar no solo la cantidad, sino la apropiación de esos libros convertidos en objetos de culto para quienes se acercan a la fotografía. Algunos ejemplares están descocidos, otros escritos, algunos con nombre de los propietarios, otros con fichas de bibliotecas, algunos sin tapas. Esta instalación ocupa el centro de la sala y entabla una rápida conexión con los otros trabajos exhibidos.

 El trabajo de Paulina Scheitlin.  Foto: Lucas Bragagnini.

Gabriela Muzzio se centra en Rosa Nelly Travesaro, la única fotógrafa mujer incluida en el libro, y despliega de manera simple y contundente la historia velada de su obra. Paulina cuenta que junto a Gabriela intentaron rastrear la obra de Rosa Nelly, pero no encontraron más que las dos imágenes publicadas en el libro de la Vigil. Con referencias a premios obtenidos en distintos momentos, las fotografías que tomó Travesaro a lo largo de su carrera parecen haberse diluido en el tiempo. La fotógrafa nonagenaria vive actualmente en Estados Unidos, sin embargo no pudieron contactarla a pesar de los esfuerzos.

Elvira Ferrazzini trabaja el collage como técnica y retoma imágenes del libro y las entrecruza para crear nuevas fotografías y paisajes de la ciudad. Desde un aspecto lúdico, entrelaza distintas escenas del pasado para generar nuevas imágenes con una dinámica más actual.

Por su lado, Lucas Bragagnini fotografía la demolición del barrio Refinería en el año 2012. Las imágenes hablan del paso del tiempo que deja marcas indelebles en los grandes cambios en la urbanización de la ciudad. Sin dejo de nostalgia y de manera categórica muestra una de las facetas más caras a la conformación social de Rosario con barrios que cambian su fisonomía de conformación obrera y dan paso a grandes torres de lujo, con comercios para las elites.

Finalmente Paulina explica que su trabajo se contrapone a las imágenes del libro. Presenta dos fotografías, en la primera se observa un grafiti en una pared de mármol travertino que afirma que “Rosario era bella hasta que la demolieron” que entabla un diálogo con una fotografía del Monumento a la Bandera de finales de los años 50, tomada por su padre, médico y fotógrafo amateur. A su vez, ambas imágenes conversan a su vez con la obra de Bragagnini, en un juego que vincula el grafitti, la imagen del monumento y la demolición en barrio Refinería

El logro de la exhibición se percibe en una experiencia visual fuerte que evidencia los cambios en esta ciudad. Al final del texto curatorial, se puede leer que “el prólogo del libro alertaba que la frecuentación de sus páginas podía dejar en el lector el regusto de la aventura. El regusto de una ciudad insólita, desconocida para muchos de sus propios habitantes. Es esa experiencia la que se retoma en esta exhibición cinco décadas más tarde para pensar en los efectos y afectos que una ciudad puede producir a través de sus imágenes. En ese sentido, 'El regusto de la aventura' es una invitación a mirar a Rosario a través del tiempo, a preguntarnos por la historia de las ciudades y la historia de los libros”.

Subsuelo se encuentra en pleno centro de Rosario, cercana al río Paraná, de una arquitectura muy particular, de colores claros e iluminada, se presenta como un local pequeño a la calle, donde al decir de Daniel Andruino, uno de los socios de la galería, “la gente pasa a preguntar si se hacen marcos y se queda a ver las muestras en el subsuelo”. La escalera y las columnas del centro se encuentran forradas en plata, en referencia a la cercanía con el río y a las escamas de las bogas y los sábalos. Con tres salas funcionales y con posibilidades de reformular los espacios, anualmente se realizan en la galería cuatro muestras grandes en salas y cuatro en gabinete que se intercalan para sus inauguraciones.

 

"El regusto de la aventura" se exhibe hasta el 16 de septiembre, de martes a viernes de 16 a 20 y los sábados de 10 a 13 en Balcarce 238.