El experirmento ya funciona en Aldo Bonzi, La Matanza. La Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y Agua y Saneamientos Argentinos (AySA) pusieron en marcha la primera planta piloto del país en incorporar las microalgas al tratamiento de aguas cloacales.
Las microalgas son pequeñísimas plantas responsables del color verdoso que puede observarse en ambientes con agua: piletas, lagos, ríos. Donde haya cuerpos de agua, habrá también microalgas. Estos microorganismos realizan, a través del proceso de fotosíntesis, un trabajo muy específico."Sacan los nutrientes y la materia orgánica del agua residual, lo que sería ‘tratar el agua’. De esta manera, al aumentar su biomasa, luego se las puede usar como biofertilizante." Así lo explica Agustín Rearte, jefe e investigador de la Cátedra de Química Inorgánica y Analítica de la Facultad de Agronomía e investigador CONICET.
La planta tiene tres reactores con la forma de enormes piletones de 40 metros cuadrados cada uno. El agua para por una etapa de tratamiento primario y luego llega a los reactores. “Nosotros hacemos el tratamiento biológico con las algas y descargamos el agua para que siga su proceso. Nuestra planta está automatizada para controlar parámetros operativos y, a su vez, está monitoreada en tiempo real”, dice Rearte. Aunque la extensión de los reactores es grande, las aguas tienen baja profundidad para que la luz solar llegue hasta las microalgas que realizarán la fotosíntesis. Un sistema de agitación impulsa el agua y distribuye las algas de forma homogénea.
El proyecto funciona dentro del predio de la Planta depuradora Sudoeste de AySA en Aldo Bonzi, partido de La Matanza. La planta trata las aguas residuales cloacales urbanas de ese municipio y sus alrededores. Tiene la capacidad de descontaminar hasta 36 mil litros de agua por día, puede reducir en un 90% la materia orgánica, extraer el 95% del nitrógeno y el 50% del fósforo, además de otros elementos contaminantes. Diariamente, la planta obtiene de este proceso unos 760 gramos de biomasa microalgal.
Además, el proyecto permite estudiar la posibilidad de valorizar esa biomasa algal cultivada en los los reactores de la planta piloto. A partir de los efluentes cloacales que llegan a la Planta Depuradora Sudoeste de AySA , una vez tratadas, las aguas generan tanto beneficios económicos como ambientales. Este trabajo, sin embargo, es parte de una investigación previa: “Venimos investigando el tratamiento de agua con microalgas desde hace alrededor de unos 10 años y haciendo muchos estudios a escala laboratorio. La idea era salir a hacer experiencias de campo con reactores industriales y tener un escenario más real”, señala Rearte. Destaca también el impacto que esta técnica de tratamiento cloacal puede tener a escala nacional: “Es una tecnología adecuada para el país porque hay una gran proporción del territorio que no tiene sistemas de tratamiento. Requiere bastante superficie, por lo que apuntamos a plantas descentralizadas, que se puedan instalar en pueblos pequeños y alejados, donde hay una necesidad a cubrir". Entre los beneficios aporta esta tecnología, rearte destaca que “se trata de un método eficiente y de bajo costo. Si se compara con el sistema de lodos activados que se usa hoy en plantas depuradoras de efluentes cloacales, el costo energético es mucho más bajo. Además, la calidad de la biomasa que se obtiene del proceso permite más usos potenciales que los barros generados en una planta de lodos activados”.
Actualmente, las microalgas se utilizan, entre otras cosas, en la elaboración de suplementos nutricionales y alimento para peces. Agustín Rearte investiga las propiedades y posibles usos de estos microorganismos desde 2009 y su grupo de trabajo trabaja en investigaciones sobre la remediación de aguas y el desarrollo de tecnología para el tratamiento con microalgas. Esta planta significa un salto de escala en su trabajo y la implementación de una investigación de larga data a la vida cotidiana de millones de personas. Por mucho tiempo, Rearte y su equipo trabajaron con diversas cepas del microalgas. Tras evaluar más de 30 cepas, las más óptimas fueron seleccionadas para trabajar en dos líneas de investigación, por un lado los consorcios naturales: “Esto quiere decir que ponés a funcionar el reactor y naturalmente se va a colonizar de algas. Generalmente, domina una especie o dos. Es un método fácil y práctico”, explica Rearte. Por otro lado, hay una segunda opción en etapa de prueba: controlar el proceso con una cepa puntual para orientarlo hacia un tipo de producción más eficiente en términos de tratamiento por unidad de superficie y de cosecha de biomasa.
El proyecto formó parte de la convocatoria “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) y colaboraron también la empresa de inteligencia artificial TDK, la Fundación Bunge y Born, UBATEC y la Universidad de Almería (España), entre otras.