El reencuentro de River con su gente tenía un condimento especial, debido a que el plantel se volvía a presentar en el estadio Monumental después de la eliminación de la Copa Libertadores en Brasil, y del debut frustrado ante Argentinos la semana pasada.

El ánimo no era el mejor por el presente futbolístico, pero la racha positiva como local (15 victorias consecutivas) era un factor que ilusionaba a su gente para seguir brindándole confianza al equipo.

El otro punto cuestionable era la falta de intensidad que había demostrado en esos encuentros. River no pudo volcarse hacia el campo adversario para no dejar avanzar a su rival, y de esa manera no ejerció el dominio habitual, algo que exhibió durante la Liga Profesional que se terminó adjudicando.

El técnico se decidió finalmente con Simón para desempeñarse como lateral derecho, en el partido ante Barracas, mientras Andrés Herrera se sentó en el banco de suplentes. El volante tuvo muchos problemas para brindar efectividad en la marca, y Barracas aprovechó esa zona para acercarse al área de Armani.

La postura de River continuó como en aquellos dos partidos ante el conjunto de Sergio Rondina, y los inconvenientes para marcar en las acciones detenidas continuaban. De esa manera llegó el gol de Sepúlveda, quien se anticipó en el primer palo luego de un tiro libre de Tapia. 

Las urgencias lo llevaron a salir un poco más de su campo, más allá de los algunos desórdenes tácticos. Enzo Díaz marcó el empate pero el VAR determinó que la pelota no había ingresado en su totalidad. El propio Sepúlveda, unos minutos después de esa jugada, terminó introduciendo la pelota en su propio arco al desviarla con la cabeza cuando intentó rechazar. 

De La Cruz fue el que comenzó a destrabar la situación en el comienzo del segundo tiempo, con un tiro defectuoso que se terminó metiendo en el ángulo. River recién ahí empezó a tener el dominio del duelo, y todo se desmoronó para Barracas cuando Insúa se fue expulsado a falta de 20 minutos para el final.

Los ingresos de Solari, Colidio, Rondón y Fernández le dieron otra impronta a los ataques del local, y de esa manera empezaron a aparecer los goles. Solari dos veces y el venezolano en otra ocasión, terminaron decorando una goleada que parecía impensada en los primeros instantes. 

La racha de victorias llegó a 16. En ese período, que comenzó después de la derrota como local frente a Arsenal del torneo anterior, River anotó 38 goles, recibió tan solo ocho, y mantuvo la valla invicta en nueve ocasiones. Los números en su estadio le sientan bien, lo demás lo tendrá que seguir resolviendo.