El fútbol argentino se juega a estadios llenos. Y no solo en los campeonatos de primera división o las copas internacionales. También en la Primera Nacional, la principal categoiría de ascenso, las canchas por lo general rebalsan de público. La pasión popular por el fútbol atraviesa todas las capas sociales y todas las edades. Tal vez, el título mundial conseguido hace ocho meses por la Selección Argentina en Qatar la haya potenciado a niveles insospechados.
Hace 30 o 40 años, no era tan así. Y están las videos y las fotos de los viejos partidos para demostrarlo. Los estadios reventaban de gente en los clásicos o los encuentros decisivos. Pero muchas veces se jugaba con poco público en las tribunas. River, Boca, Racing, Independiente y San Lorenzo, los cinco grandes tradicionales, no llenaban sus canchas cada vez que eran locales. Y lo mismo sucedía con los clubes de La Plata Rosario, Santa Fe y Córdoba y hasta con los llamados "equipos chicos". La convocatoria podìa ser más o menos importante. Pero el cartelito de "no hay más localidades" se colgaba muy de vez en cuando. Sólo cuando había un título o una gran rivalidad en disputa.
Ahora, los hinchas son mucho más consecuentes y seguidores. Se ha incorporado a las tribunas y a las plateas una generación de público menor de 40 años quizás demasiado obsesionada con el resultado, poco exigente en cuanto a lo estético y poco conocedora de la verdadera entraña del juego. Pero portadora de una pasión incontenible por sus equipos. Esa generación, de la que también forman parte muchas chicas jóvenes que van a la cancha como una salida más, es la que este fin de semana llenó de color y fervor los estadios de San Lorenzo, Estudiantes, Sarmiento, Newell's, River e Independiente en Primera y los de Chacarita, Almirante Brown, Nueva Chicago e independiente Rivadavia de Mendoza en el ascenso. Por citar solo a algunos.
Lo más notable del caso es que todo este fenómeno de masas sucede en condiciones desfavorables. En medio de una crisis económica que devora los ingresos y las ilusiones de muchos de los que llenan las tribunas y que obliga a los clubes a desprenderse permanentemente de sus figuras. Y ese es otro dato notable: casi que no quedan ídolos, grandes jugadores para ver y disfrutar. En los años 80, Maradona, Bochini, Alonso, Fillol, Gatti, Passarella, Brindisi y tantos otros jugaban todos los domingos, a veces a veinte cuadras de distancia uno del otro. Ahora, a los mejores (o los que pueden llegar a serlo) apenas si se los ve por televisión. Rapidamente emigran a Europa. Y sólo permanece la pasión.
La vitalidad del fútbol argentino es notable. Pero eso no debería llevar a sus dirigentes a suponer que todo está bien y que nada debe ser cambiado. Si muchos partidos se juegan a estadio lleno como ultimamente se vienen jugando es porque, mas allá de cualquier contingencia, el fútbol nos representa, nos define y nos identifica. Tal vez sea también la última trinchera, lo que de ninguna manera estamos dispuestos a entregar.