Desde Roma
El drama de los migrantes desesperados que intentan llegar a Europa, por mar o por tierra, para tratar de dar a las propias familias un poco de esperanza y una vida mejor, no tiene fin. Son 107.530 los migrantes que han llegado a Italia por mar en lo que va del año, más del doble de los que llegaron en todo el año pasado (52.954).
Pero Italia, y Europa en general, parecen no haber entendido que este fenómeno no se detendrá fácilmente, debido al cambio climático (grandes sequías y alteraciones del clima en todo el mundo) que se ha hecho más evidente en los últimos meses y a la pobreza que se ha agravado también por los conflictos y guerras que siguen azotando a muchos países de África y Asia.
La mayoría de los migrantes que se lanzan a esta aventura viene de Etiopía, Somalia, Kenia, Nigeria, Chad, Sudan, República del Congo, Zambia, Afganistán, Siria, Yemen y Ucrania, según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), ente de Naciones Unidas. Y la mayor parte de ellos lo hacen sin saber los infinitos problemas que deberán afrontar porque la Unión Europea no los acoge fácilmente. Desde hace meses la UE estuvo discutiendo un nuevo acuerdo sobre las migraciones, pero la medida no podía ir adelante porque países derechistas como Polonia y Hungría se oponían. Pero en junio pasado, cuando estaban reunidos en los ministros del Interior de los países UE en Luxemburgo, se llegó a un acuerdo que de todas maneras todavía deberá ser aprobado por el Parlamento Europeo.
Uno de los temas más polémicos del debate fue la definición de los países llamado “seguros” a los que pueden ser deportados los migrantes que no sean aceptados en Europa. De todas maneras el acuerdo comprende la repartición de los migrantes que llegan a los principales puntos de llegada europeos, como Italia y Grecia. Y la distribución hacia los demás países europeos se hará teniendo en cuenta el producto interno bruto (PIB) del país y la población.
En caso de que no puedan ser reubicados, el país que los aloja debería recibir una indemnización de 20.0000 euros por cada migrante para financiar los gastos de gestión del caso.
La Unión Europea firmó por otra parte en julio un acuerdo con Túnez, un país clave en el tema migratorio porque de sus costas parten buena parte de las barcazas organizadas por traficantes de seres humanos. Con Libia (otro de los países de donde parten los migrantes), Italia había firmado un acuerdo en 2017 durante el gobierno de Paolo Gentiloni (del progresista Partido Democrático).
El acuerdo con Túnez, firmado por la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el primer ministro holandés Mark Rutte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. y el presidente de Túnez, Kais Saied, tiene como objetivo “afrontar de manera integral la crisis migratoria”, declaró Meloni. Pero desde la firma de este acuerdo, las barcazas provenientes de Túnez aumentaron, según fuentes estadísticas, más del 30%.
El acuerdo con Túnez suponía que el país africano recibiría 105 millones de euros de la UE para controlar las partidas de migrantes de sus costas y el retorno de los irregulares encontrados en Europa que no tienen derecho de asilo. Basta recordar que los migrantes tienen derecho de asilo como refugiados, sólo si escapan de guerras, conflictos o persecuciones de distintos tipos, no de la pobreza. Y los migrantes desesperados esto no lo saben. O si lo saben no le dan importancia pensando que podrán esquivar todos estos problemas. Pero al parecer el acuerdo, si es que Túnez ha recibido el dinero prometido, no ha cambiado la situación en el Mediterráneo.
El acuerdo con Libia, considerado el país que más traficantes de seres humanos tenía en 2017, tampoco dio resultados. Este acuerdo ha sido recientemente re-confirmado por Meloni. A ambos países Italia donó algunas naves, se dijo, para ayudar a la guardia costera local.
En principio, los migrantes que lleguen a Italia y que Italia no quiere acoger, podrían ser redistribuídos en Europa, gracias al acuerdo firmado en 2022 por 15 países de la UE y 4 países no EU. Pero no será fácil organizar esta redistribución que por ahora no ha empezado pero que podría iniciarse en setiembre, luego que hayan terminado las vacaciones europeas de verano.
El gobierno Meloni, mediante un decreto referido a los flujos de migrantes, ha establecido que el país, en los próximos tres años, debería abrir las puertas a unos 450.000 trabajadores extranjeros, ofreciéndoles trabajo como plomeros, electricistas, cuidadoras de ancianos, etc. Uno de los países con la población más anciana de Europa, Italia necesita mano de obra y esto lo han repetido las grandes empresas italianas que no saben cómo seguir adelante si no hay jóvenes disponibles. Lo más probable es que se den estos trabajos a gente ya instalada en Italia, no a recién llegados. Pero en este sentido, está todo por ser definido todavía porque se deberán cambiar leyes aún vigentes que limitan el ingreso y la posibilidad de trabajar de los extranjeros.
Los que llegan por tierra
Son muchos menos los migrantes que llegan por tierra. Han sido casi 9.000 los que han llegado este año atravesando la llamada “ruta balcánica”, es decir que entran por el norte de Italia, en particular provenientes de Eslovenia y Croacia. Las puertas de ingreso son sobre todo Trieste y Gorizia, ambas de la región Friuli-Venezia Giulia que limita con Eslovenia.
Y pese a que ha habido protestas de alcaldes de derecha, algunas comunidades se han organizado para recibirlos, como la ciudad de Padua (región del Veneto) que ha organizado gimnasios para alojarlos.
Algunos alcaldes más abiertos piden que se organice el sistema de recepción de manera que los migrantes puedan aprender el italiano y conocer las leyes fundamentales y costumbres. Otros en cambio, como el alcalde de Trieste y de centroderecha, Roberto Dipiazza, sostiene que hay que usar el ejército para bloquear los pasos por los que transitan los migrantes.
Las naves siguen salvando gente
Mientras tanto las Ong, organizaciones humanitarias, como la noruega Ocean Viking, la española Open Arms, las alemanas Sea Watch y Sea Eye 4, entre otras, que con sus naves siguen tratando de ayudar a los migrantes en peligro en el mar y que la extrema derecha ha “bautizado” como “los taxis del Mediterráneo” (como si los migrantes les pagaran para llegar a destino), siguen teniendo problemas con el gobierno italiano que por todos los medios intenta ponerles límites, bloquearlos, poner multas.
En los últimos meses, estas naves hicieron unos 150 rescates. Ocean Viking, por ejemplo, salvó a 623 personas en la más grande operación vista en el Mediterráneo. Pero su accionar sigue limitado por la Guardia Costera italiana que trata, por orden del gobierno, de reducir al mínimo la cooperación con las ong.
Otras naves, que pese a todas las limitaciones, salvaron a muchos otros migrantes en el mar, fueron suspendidas por 20 días y tendrán que pagar multas de hasta 10.000 euros. Entre éstas Aurora de Sea Watch, Open Arms y Sea eye4. No obstante todo, han evitado que sigan aumentado los muertos en el Mediterráneo que en 2023 han sido hasta ahora 3.472 y en 2022 más de 7.000.
Al sur de Italia, donde los miles de migrantes llegan por mar sobre todo a la isla de Lampedusa (la más cercana a las costas africanas), la gente los recibe y los ayuda. Pero ahora los centros de recepción están abarrotados. Se habla de 3.593 migrantes, entre los cuales 193 menores, que son hospedados en Lampedusa. El domingo llegaron a la isla 7 barcones con un total del 325 personas que se agregaron a los 3.595 ya existentes. Por suerte 947 de ellos fueron trasladados a otros centros de recepción en distintas partes del país.
Al margen de las tragedias, cuando la Ocean Viking llegó el lunes al puerto de Nápoles con 254 migrantes salvados en un mar particularmente agitado por una tormenta que se estaba difundiendo por toda Italia, los migrantes estallaron en aplausos y empezaron a cantar y a bailar como signo de agradecimiento.