“Recuerdos concuerdan con lo que dice mi cuaderno
Cuerdos están contra las cuerdas y visten de enfermos
El doctor declaró que estamos muertos
Muertos en este país ciego
Y el que ve mejor está tuerto
Y sé que soy la peor porquería porque no miento”
(Inocentes con alas, de Palo)
En octubre del año pasado me convocaron para un trabajo desafiante. Se trataba de poner en marcha un nuevo programa para conformar Centros Socioeducativos y Comunitarios en las barriadas, con la ardua tarea de revincular adolescentes y jóvenes que hubieran dejado la escuela secundaria. Esta iniciativa, que fue impulsada por el ministro de educación de la Provincia de Buenos Aires Alberto Sileoni y apoyada entusiastamente por el gobernador Kicillof, hoy ya está extendida a más de veinte distritos.
Me tocaba coordinar la tarea en nueve barrios populares de Mar del Plata y Batán yendo a las casas, a las plazas, articulando con organizaciones comunitarias para que las pibas y los pibes vuelvan a la escuela luego de esa pandemia que pareciera que nunca hubiera ocurrido pero que en verdad existió. Claro que antes hubo que armar los equipos de trabajo. Además de los profesionales y los docentes de áreas curriculares básicas, el programa prevé la designación de talleristas para que a través de diversas actividades lúdicas, deportivas o artísticas podamos llegar a los jóvenes. Y desde allí, acompañar el difícil proceso de revinculación con las instituciones educativas.
Uno de los barrios donde nos propusimos armar un Centro fue en Belisario Roldán. Ahi había surgido “La cultura está en el barrio”, el grupo de hip hop y rap que venía creciendo con mucha fuerza, con un CD en la calle, y que recientemente actuó en Tecnópolis. Los había escuchado un par de veces y conocía desde hacía años a su mentor, el infatigable gestor de movidas musicales en las barriadas de Mar del Plata y la región, el gran Benjamín Gasé. Estaba convencido de que sumar a alguno de sus integrantes sería clave para el éxito del Centro. Benjamín me anticipó que no sería fácil convencerlos. No obstante, me entrevisté con Jonatan “Palo” Palomeque, un joven de veintiocho años que integraba el grupo.
“Lo que pasa es que yo cobro un plan, viste. Y la verdad es que no me conviene. Y como contraprestación hago talleres en las escuelas que me quieran llamar. Y si me sumo tengo que renunciar al plan, y pierdo la guita”, argumentó con una lógica perfecta.
Intenté convencerlo de mil maneras, haciendo hincapié en que implicaría un reconocimiento para su tarea, el acceso a una obra social y a los aportes jubilatorios. Pero el problema era que aunque se trataba de trabajo registrado, eran solo cuatro módulos semanales. Al día siguiente, le propuse que se enganchara en dos centros, lo que equivalía monetariamente a su ingreso social. Claro que si no funcionaba en su nueva tarea, podía llegar a quedarse sin el pan y sin la torta. Después de pensarlo durante un par de días, se animó. Y empezó otra historia, la de Palo, docente de rap.
Me cuenta una parte de su historia: “Yo terminé la secundaria de más grande, a la noche. Dejé entre los dieciséis y los diecinueve, sufría discriminación constante por usar gorra con visera y por ser de un barrio. Dejale el lugar a alguien que lo pueda aprovechar, me había dicho una preceptora cuando quise reincorporarme. Le hice caso, y no volví. También tenía muchos problemas familiares, yo soy el menor de ocho hermanos. Ellos estaban metidos en cosas complicadas y a veces yo me drogaba con cualquier porquería. De nueve amigos de mi grupo de guachines de aquella época, solo quedamos dos con vida, uno que está en cana y yo.”
Le pregunto por el significado del rap: “Fue la salvación, me educó. Nunca tirarse al piso me decía mi hermano mayor, pero eso no era suficiente porque me faltaba la nafta, o sea ordenar mi cabeza. El que me metió muchas fichas fue mi amigo Flow, porque yo era muy malo para rapear. Hasta que un día escribí y ordené un poco lo que quería decir y de a poco fui mejorando el free style. Me lo propuse, y aquí estoy; eso fue hace unos seis años. El rap me dio una moral, porque cuando ponía algo en palabras yo mismo me lo cuestionaba. Y cuando a la gente le iban gustando mis letras, guau. Fue la primera vez que me sentí bien por algo que yo hacía.”
Palo sigue contando: “La movida más musical empezó cuando fui a un Envión a aprender guitarra y conocí a Benja, un músico increíble. Después empecé a conocer gente nueva y al poco tiempo armamos el grupo. Me acuerdo que nuestra primera actuación fue en la Feria del Libro de Mar del Plata, pensar que un año antes el tipo de seguridad no me había dejado entrar por mi pinta.”
Me relata cómo es lo de ser docente: “El otro día, en uno de los centros conocí a un pibe de once años que cartonea, y le conté que yo también había cartoneado. Se vino a sentar al lado mío y lo escuché con mucha atención, él sabía que yo lo iba a entender, que no lo iba a juzgar. Eso es en gran parte ser docente, porque después de escucharlo, veo como lo puedo ayudar para que él pueda cambiar su destino. Muchos pibitos me dicen que querrían ser como yo, y eso es muy fuerte. Pero ojo, yo no soy ejemplo de nada. Porque yo actué mal como alumno en su momento, a los profes los veía como ajenos a mi vida, incluso a alguno lo amenacé. Aunque también me doy cuenta que a muchos profes les falta algo, porque hay que saber entender a los pibes. Algunos les dicen cosas dolorosas y expulsivas, y ya hay demasiada violencia en la calle. Me acuerdo de una profe de inglés que me decía: vos sos esto, y golpeaba la mesa. Quien más me ayudó fue una profe de literatura que se llama María Oviedo, ella me acompañó en cuestiones más allá de la materia.”
Palo es uno de los docentes favoritos de los responsables provinciales del programa. Lo ven como un auténtico puente para poder conectarse con los pibes para que no dejen la escuela o para que vuelvan, porque a pesar de todo es el mejor lugar para ellos. Hay veinticinco mil que dejaron y tenemos que traerlos, suele decir el ministro Sileoni.
El docente de rap nos va contando lo que hacen en los Centros Socioeducativos y Comunitarios: “No caemos con toda esa doctrina de la educación que se hace en las escuelas. Aunque el trabajo es muy difícil, yo ya lo sabía por propia experiencia. Pero de a poquito los pibes van comprendiendo, muchos ni siquiera escribían y ahora lo hacen. Hacemos duplas con la profe de prácticas del lenguaje, les pasamos un video o les leemos algo nosotros, porque leer solos es como algo ajeno para ellos. Y dibujan, y después escriben sobre lo que sienten, lo que les pasa en sus vidas cotidianas. Y yo los escucho, voy acomodando, y ellos van rearmando las rimas y ahí sale el rap. Y se van motivando para leer y aprender las conjugaciones, los verbos, a armar oraciones, a contar una historia, a pronunciar bien, en fin a comunicarse. Y se van enganchando con lo que van dando los otros docentes del Centro.”
¿Se te ocurre algún mensaje para lxs pibes?, le pregunto. Y Palo concluye con enorme sabiduría: “Que se arrimen que no los vamos a juzgar, los vamos a escuchar. Y por sobre todo, que busquen aprender y abrir sus mentes para que puedan liberarse y despertar de una vez por todas.”